Lo que hace que la realidad sea más ancha, lo que patea el límite un poco más allá, lo que hace a la verdad algo DINÁMICO... Neología es, en extensión, lo nuevo. Pero no con intención rupturista: Es el crecimiento.
Advertencia
Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.
Un árbol pequeño que se seca y nadie lo nota
la madre del Cholo Vallejos que llora sin que nadie lo note
la muerte de una última mariposa aneuploide y su raza que desaparece sin que nadie lo nota
la desecación de un cadáver de perro que nadie nota
el esfumado renacentista de la alegría de un niño que nadie nota
(ii)
Los campos de flores se están mustiando
bajo el sol astringente del verano.
Bajo su rastrillo abrasivo.
Bajo su luz de opresión.
Pensarlo así: que el que daba vida
ahora mata
y no de cualquier modo, si no que quemándola,
a esta flor. A cada flor.
A cada flor que nutrió.
Es como un creador negro
que da vida por el cierto placer
de segar
Es como si lo bello, como si el bien,
sea una justificación, una preparación,
el preámbulo para el mal
y nada más.
(iii)
Tres: El concepto del fracaso irreparable.
Fracaso irreparable.
Algo que está deshecho para siempre.
O peor
algo que simplemente ya no funciona.
Un cuerpo mudo. Ominoso.
Una ausencia que es como un gong infinito cubriendo el cielo.
Un recordatorio permanente y dañino.
Un obstáculo. La imposibilidad
de avanzar
Este concepto es en todo precedente a los demás
es posible también que les haya engendrado.
Es posible que sea como un águila muerta en mi pecho
Es posible que sea como un cadáver detenido,
la exposición de la muerte, de lo malo, de todo lo que no queremos.
Probablemente el título debiese ir a algo así como "Regueros de Sangre". Pero algo tiene Trails of Blood. Quizá es el poder invocar una imagen tan sugerente, tan llena de cargas, en sólo tres sílabas, ahí donde el español me pide seis. Quizá sean las hermanaciones fonéticas, donde blood trae a brood y una sensación visceral de lo nocturno, casi de lo enemigo. No lo sé. Últimamente no sé muchas cosas.
Lo que sé es que me tocó seguir un reguero de sangre. Lo seguí largo, encontrándomelo allí donde Merced se asoma a Lastarria; lo seguí por Merced hasta José Miguel de la Barra. Eran goterones rojos, grandes, brillantes... frescos. Él (¿o ella? prefiero que sea un él, no quiero a una ella sangrando, asustada, corriendo por Santiago enfermo, derramando el sabor metálico de la sangre) iba rápido, podía deducir los pasos en la separación entre gota y gota. Casi lo pierdo en Monjitas - habrá cruzado veloz, el asfalto bebió su cuota de homenaje y lo borró -, pero ya estaba entretenido, así que seguí hasta que se metió por Santo Domingo. Difícil, piso obscuro, pero la sangre que se perdía a ratos resucitaba a la luz mortecina de las farolas.
Sangre. Sangre.
En Santo Domingo con Miraflores se detuvo; una poza de sangre. Aún algo espesa.
Busqué en varias direcciones. No hallé un rastro. ¿Un automóvil? ¿un tapón mejor hecho?
¿la muerte?
No lo sé. A veces me toca seguir regueros de sangre en las calles, lo hago con cariño, con una dedicación tierna a esos divertimentos que me ofrece la ciudad, sin pensarlo demasiado pero pensándolo después. Seguir la sangre, la sangre vertida, la sangre arrancada al cuerpo probablemente en forma violenta.
Y una pregunta pequeña, pero que se agiganta a otras luces: ¿qué tal si seguí la pista al revés? ¿Si inicié donde no era, y llegué deshaciendo los pasos, hasta el sitio donde el puñal mordió la carne?
¿Qué tal si esto es toda la vida, pistas de sangre espesa, muerta, que seguimos al revés, con la cabeza fija al pavimento?
Con el alma en un pocillo
y en esta temporada de renuncias
muéstrame querida
tu cara vacía.
Quiero verte con estos ojos que ya no ven.
Mirarte sin intención.
Quiero probar de apenas rozar
ser sobre ti un planeador.
No quiero nada de nada: nada.
No quiero que me toques
ni quiero que me veas
ni siquiera quiero que estés junto a mí
No quiero nada de ti
not even I want
to fulfill those social duties
no, no es ni eso.
Tan sólo quiero
para cada vez que se active
la parte de estar solo
que hay en mi cerebro
poder refutarla con un gesto
una indicación y simple ademán.
Te estoy pidiendo un argumento.
Yo me ocuparé
de todo lo demás
____ Las cosas cambias. Este poema y la Carta Incierta hacen un bonito díptico, separadas por 4 años, y demasiada, demasiada agua bajo demasiados puentes. Ay César, quién diría que nunca se acaba el Rubicón; quién diría que sólo es un tributario del Leteo, pero de un Leteo que no se deja tomar.
Estoy leyendo los cuentos completos de Vladimir Nabokov. Vienen en orden casi-cronológico, así que estoy leyendo al ruso que habla de Rusia, y después desde Alemania mira el exilio y su Rusia sin demasiada nostalgia, o más bien, con una nostalgia que no le empobrece el relato. No ha aparecido el rusoamericano de Lolita, para nada.
Cuando me propuse escribir esto, tenía más o menos en mente citar algunos pasajes. No lo voy a hacer porque no serviría de nada; esto se trata de explicar por qué no. Borges diferencia el cuento de la novela de una manera meridiana: el cuento usa unos personajes para narrar una historia; la novela usa una historia para dibujar unos personajes. Los cuentos de este ruso están… en un lugar intermedio. Quizá en otro lugar. Hay personajes, hay historias, hay veces que hay más de lo uno o de lo otro. Cuando Cortázar hace Rayuela puedes darte cuenta que es difícil hacer el dicotómico de Borges, porque todo Oliveira es un chorizo para tratar de meterte la duda sobre el otro lado, una búsqueda violenta de un proceso mental que va más allá de dibujar a Horacio, sino que Horacio lo justifica o permite (quizá Cortázar logró su metanovela, en el sentido que si un cuento tiene los personajes como excusa para la historia, y la novela su historia como excusa para sus personajes, Rayuela tiene su historia y sus personajes como excusa para su idea).
No hay nada de ese fragor de búsqueda en Nabokov. Sorprendentemente desde los primeros relatos, la hechura no muestra las costuras; el sujeto sabe exactamente lo que te quiere decir, y te lo dice al oído, con las palabras que quiere. Quizá son metacuentos también, porque lo que se te queda no son los sucesos, sino el ambiente. La maestría no está en que te queda una sensación, no; lo que pasa cuando terminas un cuento, y te quedas un ratito en silencio, digiriendo, es un sentimiento, preciso, muy delimitado, orquestado con perfección. Vladimir te quiere llevar a un recoveco específico de tu alma, y si lo lees con la debida atención, te lo muestra entero.
No puedo citar los cuentos de Nabokov porque no podría transmitirles lo que quiero transmitir; porque cada cuento se necesita a sí mismo para construir, con una arquitectura linda, delicada, cuidadosa sin ser frágil, el sentimiento que te quiere provocar. Tendría que citar el cuento entero. Para eso, mejor léanse los cuentos completos, de Vladimir Nabokov.
Pablo fue a Italia y me trajo un destapador. Yo soy el típico sujeto que no tiene destapador de llavero y por lo mismo, siempre anda necesitando que lo ayuden a abrir su cerveza en casa ajena, lo cual es un episodio poco elegante pero no lo suficientemente desagradable como para movilizarlo a conseguir el mentado adminículo. ¿Para qué quiere uno un llavero? Digo, si uno tiene un llavero, es porque ese llavero tiene más de una llave. Así, cada llave puede actuar como el "objeto-llavero" de la otra.
Ésa siempre ha sido mi aproximación al tema de los llaveros, pero en general, no siendo un tópico de alto trajín ni polémica, no suelo poder conversar de ello, y ese es justamente el propósito de este blog.
De todos modos, el llavero es lindo, y destapa botellas de cerveza. Lo inauguré con una Austral Calafate, que debe ser la mejor cerveza posible (admito una discusión respecto de las Gulden Draak.), pero sigo sosteniendo firme mi oponión sobre los llaveros y tal, el destapador figura en un lugar privilegiado de mi cocina, que es donde se destapan las cervezas en mi casa.
Ya ha pasado un tiempo prudente desde la muerte de X. X era padre de S., con quien recibí lo que en los libros de más de 50 años se llama "el bachillerato" o "cursos superiores" y hoy se llama no más "la media", como si todos necesitáremos lo que viene después de la mitad y que vendría siendo el final (mientras redacto eso me doy cuenta que podría abordarse al revés, que la media es justamente lo que "la media" necesita); por lo mismo, cabe en el grupo - por ahora de un solo miembro - de papás que se han muerto en mi generación.
Flaco, japonés, experto en funerales. Jugador de Go. Nobel de Literatura.
Contrario a Yasunari Kawabata, no soy flaco, no soy japonés, y no soy un experto en funerales. Es más, me patean los funerales. Discrepo de ellos a todo lo ancho. Criado en el seno de una familia que trata de encontrarle sentido hasta lo más mecánico de cada rito, siempre me fue enervante esta cosa de reunirse en torno a un cadáver (¿no que creen en el alma?) para consolar a los deudos (que no tienen un respiro tratando de atender a los asistentes, y no les queda espacio para su duelo). Me he saltado chorrocientos funerales con las excusas más variadas - y muchas veces, sin excusas - por lo mismo.
No pude hacer lo mismo en este caso (me debe haber pillado volando bajo) y fui. Al principio, con el mismo contrariamento habitual. Pero justamente como ando en la onda del análisis intersubjetivo, tratando de desprenderme de la idea de lo ideal, y toda esa vaina, pude acercarme al proceso desde una óptica un poco más gentil.
Los funerales son eventos sociales. Son un montón de perros oliéndose las colas en torno a un suceso - la muerte - que te recuerda las redes sociales a las que suscribes. Es correcto. Lo discrepante es el rito religioso, que no logra aunar el discurso rancio de la esperanza en la vida eterna con el discurso aún más rancio de la salvación con el discurso ya definitivamente lleno de hongos de la piedad y el dolor sublimado; Pero devolverle a la muerte su situación de suceso vital, lo convierte en un acontecer de la comunidad. Cosa curiosa, el acto más privado que le puede pasar a alguien (morirse) en el mismo instante en que ya no lo puede compartir con nadie, se traspasa al grupo, al todos, y eso lo completa.
Socializado así, morirse pierde toda esa carga alevosa que le trae la sensación de chucha, esto se acaba para recordarte que lo importante son los canapés, el aguardiente, y juntarse de vez en cuando, sea el motivo que sea, porque la vida viene así, de varios colores.
—Hay mosquitos —dijo ella de pronto, y se puso de pie y sacudió las faldas de su kimono. En la solitaria quietud del bosque ni uno ni el otro tenían algo que decir. (Kawabata)
Me he topado con muchos profesionales de la salud mental que en sus formaciones han recibido las historias más macabras sobre Terapia Electro Convulsiva (TEC), directamente desde sus profesores. Esto es bastante aterrador, porque son profesionales que no van a derivar a pacientes que podrían beneficiarse (¡y mucho!) de estas terapias; pero más aún, información del tipo "borra la memoria", "se pueden romper huesos por la convulsión" y otras por el estilo (estoy hablando de gente con 17 años de educación encima, ni imaginemos lo que pasa por mentes menos educadas) contribuyen a estigmatizar un procedimiento que hoy debiese ser casi de norma, pues es bastante más efectivo que los fármacos existentes cuando está bien indicada.
Por ello este informativo. Sírvase a hacer las preguntas que quiera luego de leerlo:
Un poco de historia: la psiquiatría existe desde siempre
Como es sabido, en sus inicios la psiquiatría partió de un modelo religioso de "endemoniados" o "santos". La epilepsia era llamada "la enfermedad sagrada" en la antigua Grecia. Contrario a lo que nos han querido decir los antipsiquiatras del siglo XX, las enfermedades psiquiátricas NO son un trastorno "social", una respuesta del
Áyax se arroja sobre su espada.
Los Esquizofrénicos se suicidan
mucho más que la población
general (50 veces más)
individuo a la sociedad tecnologizada. En las tragedias de Sófocles ya se pueden encontrar preciosas descripciones de enfermedades de esta índole: En Áyax, por ejemplo, el protagonista sufre un delirio de persecución clásico, con trastornos perceptuales, alucinaciones, contenido inconexo... y con episodios de lucidez. Medea, de Eurípides, debe ser una de las mejores descripciones de un trastorno histriónico-limítrofe de la personalidad. Podemos seguir, pero la idea se entiende.
Con la llegada de las religiones monoteístas, los "poseídos" se alejan de lo sagrado para entrar a lo demoníaco. Los testamentos cristianos ya nos muestran a un Jesús arrancando demonios de un paciente que "oye voces". Durante la edad media, los locos se queman. La aparición de hospitales genera un modelo "residencial" en que el loco, imposible de reencajar en la sociedad, se aísla. Aparece el manicomio, que opera bastante como una prisión.
El contexto: estigma y efectos secundarios
Los Franceses y luego rápidamente los Alemanes, en pleno auge de la medicina científica, se apuran por lograr una concepción organicista de la psiquiatría; ocurren las revoluciones psiquiátricas, que intentan rehumanizar al paciente. Sin embargo, pese a las descripciones psicopatológicas elegantes y claras de Charcot, Wernicke, Kraepelin, el cambio, como en todo lo humano, deviene lento; y por otro lado, los locos siguen siendo gente que grita, que arroja heces por los aires, y que puede tener arranques violentos impredecibles; así, el modelo clínico se mezcla con las costumbres punitivas de los manicomios antiguos.
Hay que entender ese ambiente para tratar de entender por qué la TEC carga el estigma que tiene. Películas como "A Flew Over The Coockoo's Nest" (que es una excelente película, dicho sea de paso) donde la TEC se ocupa como elemento punitivo no han contribuido mucho al imaginario popular. Por otro lado, la TEC se agrupaba como costumbre en "terapias de choque" junto con otras tres técnicas en boga en ese tiempo: el Coma Insulínico Inducido, la Terapia Convulsiva no Eléctrica y la Cura de Sueño.De estas terapias se ha heredado una sombra hacia la TEC.
En el caso del Coma Insulínico, la técnica consistía en infusiones de insulina continuas en dosis altas; muchas teorías se buscaron para explicar su supuesta efectividad. Lo que hoy sabemos es que el Coma Insulínico mata neuronas, por lo que pacientes violentos o agitados quedaban "tranquilos" y "dóciles" simplemente porque se les causaba un retardo mental que podía ser de moderado a severo; además, las dosis altas de insulina en pacientes no diabéticos producía obesidades mórbidas que hasta el día de hoy se asocian a que el "tratamiento psiquiátrico engorda" (que sigue siendo en algunos casos lamentablemente cierto).
La Cura de Sueño (que se sigue escuchando hasta hoy) consistía en inducir una sedación con barbitúricos o elementos similares. Tuvo su historia negra con un médico australiano que la realizó hasta entrada la década de los 70. Sin nunca probar mucha eficacia, la cura de sueño mató a 25 pacientes en sus manos. Una mala cura.
Finalmente, la Terapia Convulsiva no Eléctrica (o simplemente "Terapia Convulsiva") de moda a principios de siglo XX, era supuestamente efectiva en las mismas indicaciones que la TEC actual; sin embargo, el mecanismo de usar drogas para producir convulsiones es mucho menos seguro y expone al paciente a riesgo elevado de convulsiones posteriores, sin efecto terapéutico, y de riesgo incluso vital.
Ninguna de estas terapias se utiliza hoy en día. Están proscritas, y en particular, la terapia de Coma Insulínico se considera en el capítulo de las grandes vergüenzas en psiquiatría.
Terapia Electro Convulsiva: ¿Qué es?
Dado que ya hablamos en extenso de qué no es la TEC, hablemos de ella. La terapia Electroconvulsiva consiste en generar una actividad eléctrica ictal en el cerebro. Ése es el objetivo. En cerebros en su estado habitual, las neuronas descargan en forma ordenada, "comunicándose". La actividad ictal - que es la misma de las crisis epilépticas o las convulsiones febriles, por ejemplo - un grupo de neuronas descarga en forma simultánea, y la actividad eléctrica se esparce en forma de "olas" por todo el cerebro, sin transmitir información "consciente". Después de un tiempo, las olas se pueden mantener - lo que conocemos como status epiléptico o status convulsivo, y que es muy tóxico para el cerebro, o, probablemente por agotamiento de las neuronas y su capacidad conductiva, detenerse en forma espontánea.
Si recordamos que en el cerebro hay sectores dedicados a la actividad motora, es lógico que al recibir una "ola" de electricidad, esas neuronas transmitan la información a los músculos: esa es la "convulsión", y es lo que sucede en las crisis epilépticas "grand mal". Sin embargo, puede haber actividad ictal sin convulsión (como en las crisis epilépticas "de ausencia" o en los status epilépticos "no convulsivos" o "silentes")
Terapia Electro Convulsiva: ¿Cómo se hace?
Para conseguir la actividad ictal, se administra una dosis de electricidad por medio de dos a cuatro electrodos sobre el cráneo del paciente. Sin embargo, como se desprende de lo arriba dicho, nos interesa la actividad ictal, y NO la convulsión; por lo mismo, se le administra al paciente un relajante muscular que impide la contracción: la terapia electroconvulsiva de hoy en día NO PRODUCE CONVULSIONES. Como el relajante muscular impide la contracción del diafragma, el paciente no puede respirar, por lo que se hace apoyado por anestesistas que se encargan de mantener la ventilación de los pacientes. Finalmente, la electricidad duele, como una cirugía. Por ello, los pacientes reciben el tratamiento bajo sedación.
Sin embargo, sabemos que las actividades ictales "útiles" son las que sí lograrían una convulsión si no hubiese relajante; por ello, para poder saber que la dosis de electricidad fue "suficiente", se evita que el relajante llegue a todo el cuerpo poniéndole un manguito de presión a cualquier extremidad (como si se tomara la presión), esto hace que la sangre no lleve el medicamento y al momento de dar la electricidad, sólo ese miembro (generalmente el pie) tiene actividad motora, y se corrobora que fue una buena dosis. Como además nos interesa que la convulsión dure lo justo y lo necesario, se hace un Electroencefalograma durante todo el proceso; si la actividad eléctrica dura más que lo deseado, se interrumpe.
Terapia Electro Convulsiva: ¿Para qué sirve?
La indicación más aceptada es en trastornos del ánimo. Es la terapia que más rápido hacer remitir manías psicóticas, depresiones psicóticas, y depresiones severas no psicóticas. Es útil como terapia de mantención en estas afecciones (en algunos casos, permitiendo total abandono de fármacos). También es útil en trastornos psicóticos no anímicos, como esquizofrenia y otros trastornos delirantes.
La TEC no tiene evidencia suficiente para usarla en trastornos de adicción, trastornos de personalidad, ni en la mayoría de los trastornos de ansiedad.
Terapia Electro Convulsiva: ¿Efectos Adversos?
Hay muchos mitos sobre los efectos adversos de la terapia electroconvulsiva, principlamente, heredados de las otras terapias de choque.
- La TEC mata neuronas: No. Por el contrario, está estudiado que la TEC genera la producción de NUEVAS sinapsis, que tendrían un rol en su efectividad.
- La TEC duele: no, el paciente la recibe sedado.
- La TEC cambia la personalidad: No. Lo que sucede es que pacientes que han aprendido a creer que sus estados maníacos o depresivos son parte de su personalidad ya no los tienen, y sienten que los han cambiado. Sin embargo, esta es una percepción más bien literaria, pues son los maníacos y depresivos los que más agradecen la terapia. Por otro lado, la vivencia de los pacientes psicóticos respecto de su propia persona es justamente lo que "está enfermo" en ellos; enfrentarse a estados de más normalidad es justamente lo que los confunde.
- La TEC borra la memoria: Sí. La TEC produce amnesia anterógrada (no logro retener los recuerdos inmediatamente posteriores a la TEC) y retrógrada (se me olvidan los recuerdos inmediatamente anteriores a la TEC). Sin embargo, unas palabras sobre esto: La TEC se hacía originalmente con ondas sinusoidales (curvas) que tenían una forma parecida a la forma en la que transmite el hipocampo (la zona del cerebro relacionada con la memoria). Esto hacía que el impacto sobre memoria fuera muy severo; esto contribuía a la creencia de que la TEC "borraba la personalidad", pues los pacientes perdían memoria de toda su hospitalización, recordando sólo haber estado muy enfermos, y luego salir, "distintos" sin ningún recuerdo de nada de lo que había pasado, y por ello, suspicaces. Hace muchos años que esto se aprendió, y hoy se usan corrientes de onda cuadrada, que no interactúan selectivamente con el hipocampo. Lo que se borra es lo inmediatamente previo a la terapia, y lo inmediatamente posterior, pero del orden de días, a lo sumo: la TEC NO borra recuerdos vitales, habilidades adquiridas, ni nada por el estilo. Y el "borrado" es simplemente que cuesta más recordar, probablemente, no recuerde qué comió en la mañana, pero sí recordará por qué está hospitalizado, el día, y sus actividades más importantes. Esto se mitiga además si al paciente se le ayuda a recordar señalándole los eventos más relevantes del día. Por otro lado, muchos pacientes y tratantes ven el episodio de borrado no como un efecto adverso, sino como un efecto terapéutico, puesto que no recuerdan con viveza la hospitalización, que en general no es una experiencia placentera.
- La TEC produce déficit cognitivo: Sí, por algunos meses, los pacientes pueden estar más inatentos, con mayor sensación de estar "lentos". El efecto invariablemente ha desaparecido luego de un año, pero está.
- La TEC causa epilepsia: este es uno de los mitos más especiales, puesto que es justo lo contrario. La TEC AUMENTA el umbral convulsivante; de hecho hay pacientes epilépticos que tienen que abandonar por completo sus medicamentos, pues con TEC son innecesarios.
- La TEC es insegura: No. Convulsionar es inseguro. Pero en la TEC no se convulsiona. La inseguridad en la TEC puede provenir de dos cosas: Eventos anestésicos (rarísimas alergias a los relajantes musculares) o un status convulsivo. El status convulsivo muy raramente se da, y cuando se da, se puede subyugar con benzodiacepinas o con anticonvulsivantes como fenitoína o levetiracetam; como el procedimiento se hace con monitoreo constante de Electroencefalograma, no pasan "desapercibidos". Por otro lado, cuando además consideramos la alternativa - tratamiento con fármacos -, recordamos que la TEC no engorda, no seda, no produce reacciones de alergia a medicamentos (salvo el mencionado), y sobre todo, la gente no se puede suicidar con sus TEC (a diferencia de los antidepresivos).
Terapia Electro Convulsiva: ¿Cómo funciona?
Buena pregunta. No estamos bien seguros. Hay tres hipótesis principales: la primera dice que se produce una descarga masiva de neurotransmisores por la actividad eléctrica, que "resetearía" algunos circuitos cerebrales dañados; otro sugiere que la descarga neurohumoral (de hormonas) en el cuerpo tendría un impacto fisiológico sobre el estado psiquiátrico; finalmente, algunos dicen que la descarga produce factores de desarrollo en el cerebro que estimulan la construcción de redes "sanas" sobre las enfermas. Lo cierto es que no está claro. Pero funciona. ¿Es ético hacer algo que no sabemos cómo funciona? Cuando es la mejor alternativa disponible, sí.
Ayer (esta entrada tiene una semana de añeja, así que haceunasemana...) me tocó (a mí en la vida las cosas me tocan, lo que sucede es que mi gestor cultural es un tipo realmente movido) ir a presentar mis proyectos de investigación en una feria de investigación joven.
Fue un asunto de lo más ameno. Por un lado, estaban J. y J., cada una más bonita que la otra, anfitrionando. J. (por favor no confundir con J.) alta, trigueña, de voz grave (pero sin esa cosa ABC1-cigarrillesca que tienen tantas nenas de mi Universidad), vestida con unos jeans verde agua que le quedaban flor, y - lo siento respetable público, merece mención - unas pechugas de júbilo; J. en cambio era más como una muñequita de cintura perfecta, rubiecita y hechita a mano, pero con el detalle de unos lentes que le quedaban right the way JI likes them.
Ya hubiera sido bueno sólo con ellas. Pero fue mejor. yo iba con mi PC humildemente (yo iba humildemente, el PC no tiene nada de humilde, ¡gracias departamento de psiquiatría!) a presentar algo que me parecía ni tan entretenido: después de todo, los proyectos están en curso y todavía no tengo resultados duros qué mostrar.
Pero algo tiene eso de creerse lo que uno está contando. No me esperaba el nivel de interés que suscitaron mis pastabaseros y los ganglios de la base. No me esperaba el nivel de discusión que se generó; no esperaba ná, seamos francos.
Parece que esto es lo que me gusta en la vida: hace difusión. Explicar cosas, cosas que me gustan, cosas que me interesan. Duchamp agarró un urinal, lo dio vuelta, y dijo que era arte, porque él lo ponía en la exposición. Y punto. Quizá en todo funciona un poco así. No hay cosas interesantes, hay ámbitos de interés; el rol del curador es el divertido, elegir qué se eleva hasta ese ámbito, a hacer juego, a dialogar con las otras cosas interesables.
Ayer iba caminando (no recuerdo qué día fue, pero fue la semana pasada, así que valorícese la palabra "ayer" de una forma semi-poética, referente a lo sido, más que a las 24 horas que preceden lo que está siendo) (noto en mi escritura una alevosía marcada contra la temporalidad, tanto en la latencia del evento al texto, y del texto a la publicación, como de la referencialidad del texto al evento; ¿qué pasa, padre tiempo? ¿nos desfasamos? ¿se me dislocó un día, como a Steven Wilson?) (Minkówski describe a un enfermo con subducción mórbida en el tiempo que había puesto un día vacío, un "día tapón" según sus propias palabras, entre ayer y hoy día, y entre hoy día y mañana, para que la fecha no lo afectara, para que el correr del tiempo no fuera tan vertiginoso y él pudiera dedicarse a sus asuntos sin la náusea del tiempo que se sucede, violento) (Ayer iba caminando…) por la calle de las Monjitas (notable que el imaginario popular no le pueda poner "Monjas" a la calle. Monjitas. Delicadas, virginales, ausentes de la realidad, no son personas, son personitas.) (El para-texto, lo sé, está interrumpiendo al texto. Pero no se me ponga dificultosa, sra. lectora) (¿es usted un varón? ¿por qué debiera sentirse más molesto por el sra. lectora de lo que una varona debiera sentirse por el sr. lector? ¿ah?) (… Ayer iba caminando por la calle de las Monjitas…) y me tropecé con G.
G. es más bien mediana-standard, escasa de melanina, ojos azul-celestes, lentes, pelo negro bonito chasquilla, delgada pero con todos los accesorios necesarios, y habla rápido. Dibuja acá. La conocí en la calle. Nos hemos encontrado tres veces en la calle. That ain't normal.
Esa es mi historia de hoy. Últimamente estoy por la micrografía, usted verá como engarza eso con mis otros textos y le sale un todo significante. Reculé es exigente con el lector.