Advertencia

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24 de enero de 2013

Ars Citandum




"Las ideas son a los objetos lo que las constelaciones son a las estrellas."

Benjamin.
y con ello, Benjamin insiste en una propuesta de hacer no sólo arte, sino análisis de arte, que vendría a moverme a la mente a mí, casi un siglo más tarde. Benjamín le entrega (quizá sin quererlo) al arte el derecho a inefabilidad, que, diantres, tanta falta le hacía después de el problema de la reproductibilidad técnica.


Pero divago. Lo importante es una forma de hacer propuestas que obliguen al público a intervenir, a completar, a trazar las constelaciones que nosotros hemos prefigurado, pero sólo entregando los objetos. Benjamin lo intenta con éxito variable en el Passagen Werkhe tenido el libro (que reputadamente envió a su autor a la tumba) en las manos (era carísimo, imposible de comprar) y se puede (contra lo que podría esperar el autor) sentir el aura, el peso de estar frente a un objeto desafiante, como una brújula imposible sacada del fondo de los mares,
Grrrr I'm Badasss
Reznor
y la sensación de un hiperlibro oculto, algo que no está escrito, que está esperando ser escrito. De eso trata el nuevo arte de Benjamin; ese algo que antes entendieron los curadores de museos.


En la medida en que uno abraza esto, generar un relato lineal se hace más y más difícil. Demonios, generar un relato circular se hace difícil. No están las herramientas para escribir - ni siquiera para hablar - en red, pero sí para pensar, y para sentir. Les regalo a Reznor:


Son las dos últimas canciones del disco The Downward Spiral, Año '94, por los Nine Inch Nails. Los amantes del cine habrán visto el díptico que hacen Social Network y The Girl with a Dragon Tattoo, de Fincher. (Si no la han visto, ambas son tesis del autor, véalas, fíjese en los colores y los planos de la segunda, en la estructura de la primera, y por sobre todo, en la música de ambos, de Reznor con Atticus Ross). Ahora sienta la cita:

Intriguing Possibilities by Trent Reznor and Atticus Ross on Grooveshark
Eventually We Find Our Way by Trent Reznor and Atticus Ross on Grooveshark

Rooney Mara en The Girl...
Lo que indefectiblemente nos obliga a recordar nuestra infancia, y con ella, el Quake. Porque la música del Quake era de Trent Reznor del tiempo de Nine Inch Nails (así como la pistola de clavos disparaba nine inch nails, fíjate), generando uno de los OSTs más terroríficos de la historia:

Quake Theme by Nine Inch Nails on Grooveshark
[Intermission] by Trent Reznor on Grooveshark

Sin embargo, las citas difractan. Esto (también) es Hurt:

Hurt by Johnny Cash on Grooveshark

También es sabido que Walter Benjamin era amigo de Scholem. Aquí está Borges y una de sus ideas recursivas, a su vez, una de mis lecturas (¿o debo decir objeto?) favoritas, que permiten irradiar constelaciones como en un sol infinito. Yo sé que no me van a creer, porque casi yo mismo no lo creo (la naturaleza imita al arte, insistía Julio), pero cuando redacté esa frase me salió esto en la playlist.
Una infancia de empalar monstruos con clavos de nueve pulgadas.

21 de enero de 2013

Good is Good, Man

Yo solía pensar de mí mismo que soy un sujeto de bronces. El jazz de piano solo se me pierde, se vuela fácil, se ascensoriza. Pero Ray Charles... no, Ray no.


Rara cosa este fin de semana. Un engendro. El viernes me infatué con una violencia recursiva, que me obligó a replantearme: ¿Qué es eso que quiero en una mujer?
Admiración. Una pareja a la que pueda admirar con un asombro místico, sublime, entregado, sin reservas.
Por supuesto, de añadidura, todo el carrusel emocional. Pensé que ya tenía las ruedas oxidadas, pero la montaña rusa rueda lo mismo en este corazón no-idiota.
Admiración. ¿No es eso lo que los creyentes tienen con su dios? ¿No es eso lo que yo tenía con dios hasta que se me cayeron de los brazos todas las admiraciones y todas las creencias? ¿Estoy sintiendo a dios de nuevo? ¿Voy a tener que utilizar la D mayúscula otra vez? Holy Crap.
Así es que acudí al viejo azul, oh mar, deléitame en tu fusión. Como en una visión onírica, acudió a mí un dragón rojo y dorado al son de gongs y tambores. Año nuevo chino y un desfile en la playa; literalmente me vino a visitar mi tatuaje, versión de 10 metros y llevado por ocho personas. Y pude leerlo una vez más: El universo es sagrado; sigue la luz. Tuve closure, tuve lo que necesitaba para dejarla ir si necesitaba irse, tan rápido como había venido (y es que es hermosa, y la admiro, pero no es para mí).

Fui al borde de la galaxia y me devolví en tres días. Qué hermoso es que mi corazón sienta.

Good is Good, Man!.

18 de enero de 2013

Soneto Precedido

Quiero tener el rostro de alabastro;

Quiero fingir en tu dormir guardia
esfinge protegiendo tu sagrado
cual si a blasón no fuérete el sol dado
y no fuera yo el que medra en tu savia

Quiero ser el heraldo de la rabia
en cada nimia afrenta que tu hädo
enriquezca a tus pies; y en ese estado
quebrar tu duda en roca que no cambia.

Ser el mar de tu nave en las cuadernas
cuando navegues presurosa el roble,
Helena o vellocino, todo al doble, 

Aunque esto signifique quema eterna
En la furia tendida de tu ästro

Descorchar la mente

"y deponer la esperanza
convertida en su verbo alterno y secreto
 que no es espera, 
que es acción"


Hace más tiempo que el quisiera estoy escribiendo bastante menos de lo que debo (funny thought, como si hubiese un deber escribir). ¿Falta de ímpetu? ¿Triunfo del agazapado y persistente temor al hasta aquí no más llegamos, se me secó la fontana del cerebro?. Siempre tiendo a pensar en esas cosas. Resabios del fatalista que mi madre insistió en mostrarme que era durante niño (otra idea curiosa, durante niño, como si no fuera un estado aparte, una pupación con otro número de patas, antenas, colores y órganos).

Años (pocos) me han ido acostumbrando al ciclo, a aceptarme el ciclo. Me cambian los gustos, me cambia la frecuencia creativo, sobre todo me cambian los hábitos de digestión de contenido. Y, gracias a los dioses en los que no creo pero a los cuales temo, más que un ciclo, tiende a espiral. Puedo sentir como la literatura me entra distinto, palpar la presencia de nuevos lenguajes, y con ello, por sobre todo, nuevas necesidades, nuevas hambres, nuevos modos de devorar. Esto es lo que me ha mantenido silente.

Hay varios textos que me urgen; uno me urge lo suficiente como para tener que escribir de todos los otros. Estas letras, entonces, serán su horrísono parto; el mulo de un texto maldito, entre las gestaciones momificadas que le precedieron, junto al imperativo actual. Un único, suficiente, magistral, definitivo, paradigmal consuelo: “Los objetos son a las ideas como las estrellas son a las constelaciones”. Gracias, Walter Benjamin. Tantas veces, y tantas formas, de dar forma a un susurro que habitaba mi alma desde antes.

Fincher. Plano americano, colores fríos, personajes en detalle por sus actos, evolutivos. Narración de espacios y mecanismos, pero sobre todo de espacios. Siempre me pensé (Siempre me creé) muy opa como para entender cine del verdadero, así entender cine como entiendo el ciclo de Krebs u otras cosas. Fincher me abrió esa puerta en forma obligatoria. El cine de autor como tesis narrativa, el cine como tesis temática, la interdependencia de las dos tesis; leer cine es una de las lecturas más hermosas. No tiene nada de paradojal que la puerta me la abrió en verdad años antes Rulfo (yo no lo había notado); yo vine al cine a buscar a mi padre, me llamo Juan Preciado.

Button. El extraño caso de Benjamin Button. Trabajar con Pitt debe ser un agrado sólo equivalente al desafío. Es malear un objeto perfecto, a fin de cuentas. Hermoso, preciso, es como una flecha de un metal misterioso, irrompible y ultraliviano. ¿Cómo manejar tal arco? ¿como limitar tal diana?. Narrativa de urgencia, no por lo temporal, si no por lo necesario, lo inescapable.

Button y el envejecimiento. Se encuentran cuando son perfectos; nada dura. Bam, el cerebro de Juan-Ignacio estallado, estragando de rojo y aceite toda la habitación figurada. Pese a un discurso permanente sobre el cambio, sobre la persistencia del deseo, sobre el asentamiento, primera vez que verdaderamente siento el terrible vacío del que penden mis actos, el deseo de perfección (una perfección secreta de la cual sólo yo manejo la cifra), la real consistencia de que puedo llegar a un cierto punto y que luego puedo devolverme; puedo conseguir algunas cosas pero no conservarlas. Mérito a Fincher por tender un axón hacia mi aurícula con tanta naturalidad. Soy mejor persona.

Shéng Zhòu Kwáng Lóng. Se me ha estado olvidando mirarme los pies. El universo es sagrado; sigue su luz. Por un segundo lo hice, blam, mi mundo brilla, resplandece. Gracias.

Este sentimiento que ya había olvidado. Estaba tan conforme conmigo mismo, con mi espera autosuficiente que tendía a no ser una espera sino una rebeldía, un tour de force sobre una historia pre hecha contra la que me plantaba, monolítico. Esto no lo esperaba. Tengo unas grietas que no sé si son grietas, unas debilidades que podría confundir con vigas centrales de mi templo, unas oscuridades que no sé si son una luz demasiado concentrada, hecha objeto. Y entonces plaf, algo, alguien, un modo de tener que replanteármelo todo.

¿Quién quiero ser? La necesidad de volver a ser creativo, de volver a mi raíz unitaria y nutricia, la imperiosa orden de dejar de enmascararme y empaquetarme y ahogarme en cintas de embalaje con este fantasma, esta caricatura de lo que creí querer ser. Yo ya no quiero ser un niño bueno. Y no es rebeldía adolescente, ni que quiera ser malo; yo quiero ser de mi color, no celeste.

Este sentimiento que ya había olvidado. Pero por la cresta, mundo, estábamos tan de acuerdo y tan bien, yo cultivando una Melissa y un Cyclamén, tú proveyendo de la luz y las piedras necesarias para seguir caminando o trepando o despeñándome según corresponda. ¿Ahora esto? ¿En serio? ¿This much road ahead? No entiendo, pero sé que quisiera poder hacer lo que quieres que haga. Como dice la canción, It took all the man in me to be the dog you wanted me to be.

Este sentimiento que ya había olvidado. Lo peor es vislumbrar que todo eso que yo dije era mezquindad en mí tiene luz, tanta luz.

Descorchar la mente, servírsela en copa de plata. Escanciar según necesidad.

2 de enero de 2013

Ralph el Demoledor



Una de los beneficios implícitos en la paternidad es tener chipe libre para ver películas infantiles. En esta vena y haciendo uso de mis privilegios ad persona, hoy llevé a mi hija y hermanos y primo a ver "Ralph el Demoledor".

Vivo en un momento maravilloso para ser padre e ir al cine. La generación que creció inmediatamente previa a la mía, o sea la generación que agarró las ideas de Vallejos, de Borges, de Benjamin sobre la creatividad, el texto, el hipertexto, y el acto de novedad, es la generación que está facturando el mass media, pero sin el "pesimismo serio" de Benjamin, la erudición de Borges o la lejaneza (sic, dude) de Vallejos; están haciendo una cosa prístina, lúdica, sin pretensión. Un juego de la Cita que no intenta dar concierto ni cátedra, sino sólo eso: jugar.


Pero además de enriquecer el mundo con una mirada que está dirigida a lo que ya hay en el mundo (eso es, a fin de cuentas, una cita bien hecha), lo están haciendo en multicapa y pensando en mí. De Shrek en adelante, esta gente que jugaba Nintendo y bailó esa horrenda música ochentera decidió hacer una bondad al mundo y hacer las películas infantiles con la capacidad de divertir a los padres que inevitablemente tendrán que ir a verlas (¡héroes!). Y triunfan, triunfan tanto que los adultos nos reímos bastante más que los chicos.

Pero nada de esto es nuevo. Shrek salió el 2001 (damn, right?). Hoy, sin embargo, sí me sucedieron dos cosas nuevas mirando Ralph, el demoledor. No, no es que me haya puesto un poco a llorar en la escena peak (eso ya me había pasado, vi ToyStory 3). Es, primeramente, una potente sensación de esperanza en la técnica; Cosa curiosa para mí, acérrimo detractor del Ideal del Progreso (hasta me gusta pensar que soy un teórico del Desprogreso). Pero es que Ralph... inicia precedido por un cortometraje precioso. No daré detalles para no spoilear, pero era un cortometraje con técnica, con una propuesta estética particular, una idea de cómo aportar un relato, con los elementos elegidos cuidadamente, con una premisa perfecta y una ejecución adecuadísima, no sólo como cortometraje sino como propuesta de reencanto al receptor respecto de qué está permitido y qué no a la hora del pacto de verosimilitud. 

Mi sensación fue todavía hay gente haciendo esto; todavía se narra para iluminar la imaginación, para encender ilusiones y belleza. Nuestra humanidad no puede estar tan mal. Fue hermoso.

El segundo momento fue en el momento culmen en que Ralph decide ser... Ralph. ¡Boom, Disney! Ya no más princesitas, más héroes underdog que logran reconvertirse y ser el niño bonito. Esta opción es completamente nueva. La opción por sí misma, por respetar la propia naturaleza, el origen, la verdad. Hacer la decisión por permanecer ya no se asocia a ser el de abajo, el chatito, el que no supo realizarse, el que se quedó. No es conformismo: es una decisión tan válida como la del principito rubio.

Fue un momento grande. Sentir que esa ideología del autorespeto ya ha avanzado lo suficiente como para estar en la pantalla. Para que sea lo que se desparrama en forma de historias felices sobre mi hija, en donde el tour de force ya no depende de la negación o el alcance de un status que no se poseía, ni siquiera por una "fuerza secreta" y oculta que residía en el interior del héroe, sino por el contrario, sucede cuando el personaje (gracias a dios ya no un "antihéroe", que esos deprimidos ya nos tenían cansados) decide volcarse a lo que sabe hacer: ser sí mismo.

Mi hija no tiene por qué esperar a su príncipe azul vestida de rosa. Puede salir a mirar el sol, contenta de ser ella misma. Ésas son las ideas que van a flotar alrededor de ella.
Doy gracias. 

Y lloré, con gusto, la película es preciosa.