Constelaciones

(i)

Orión estaba
alto
y como a mitad de camino
y yo lo miraba como queriendo conjurarte
o como queriendo pedirle una respuesta
para evitar querer conjurarte

pero Orión no me decía nada porque
Orión es unas cuantas
esferas de gas fusivo y luminoso
a unas distancias enfermizas y arcaicas
distancias largas
y no le interesan especialmente
mis dudas
ni mi tibia semidivina
alabanza.

Tardé un par
de minutos
de horas
de días
no sé

en querer creer que en el silencio hay también un lenguaje contenido
y en el pasmoso avance de Orión tras su toro
una respuesta viene oculta.

Tres respuestas. consunción. desinterés. distancia.

Y me pregunté
si estando a miles de millones de kilómetros
serías tú también
un puntito rutilante
y que quizá acabarías por consumirte y quedar negra en el negro ciego del espacio
tan lejos
tan lejos
que no me oirías cuando te llamo

cuando en silenacio
murmuro tu nombre
y en el teatro de mi mente
proyecto la foto hermosa que contengo de ti

(ii)

Quizá debiera
hacer una constelación y ponerle tu nombre
para mirarte en el cielo y decir
allá está tu pelo
allá está el fulgor de tus labios
allá en ese espacio obscuro
los pozos profundos de tus ojos

y dejar que la noche gire sobre el disco de mi cielo
el tapiz que habré tejido de ti en mi sueño
pero por más que proyecto y proyecto
queda desnudo el despropósito
de hacer una imagen del cielo
que sea el mismo cielo

de juntar las estrellas en un grupo singular
que por fuerza de ser fiel
ha de incluirlo todo
y dejar ninguna sin nombrar
bajo el alero de tu nombre