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29 de marzo de 2013

Puro jugar con los ladrillos

MaFe y yo, pelando conversando sobre X:

MF:
me transmitio sensacion de felicidad
pero no se que tanto le dure
ojala que harto po

JI:
pura moria esa felicidad
la felicidad verdadera viene de autoconstruirse
X puro juega con los ladrillos

Soy tremendo con las frases.

29 de julio de 2011

Una para el bronce

Escribí esto en noviembre 24 del año pasado, lo reencontré hace poco, y puta que es bueno:

Así que ahí estaba yo, triste, gordito y solitario (esa tríada suele venir en pack), sentado mirando el PC, deprimiéndome de a poquito pero con ganas. “Sabes que sólo hay una salida” Dijo mi monólogo interno.
- ¿Ah? – dije expresivamente yo.
- Hay que arreglar un poco esa neurofarmacología, te digo.
- Mhhhh – consideré - ¿Qué propones?
- ¿Te queda morfina?
- Nope, se fue toda en las ratas
- Entonces vamos a tener que hacerlo the old-fashioned way...
- ¿Plantamos amapolas, las tostamos hasta conseguir opio, y después depuramos la morfina? – me miré incrédulo.
- No, tarado. Endorfinas. Vamos a tener que salir a andar en bicicleta.

La idea tenía algún sustento, así que decidí ponerla en práctica, para queja masiva y unánime de mis adipocitos. Hay que decir que el momento era el indicado, el clima de Santiago estos días se presta para salir a ver el brillante y lleno de colores Hi-Fi 18765x16759 pixeles mundo real.
No podría quejarme. El viento en la cara, la sensación de bienestar... it worked.
Pero como algo tiene que justificar el título de esto, iba yo de vuelta cuando a lo lejos divisé una pareja de adultos de esos que se llaman mayores o “en la medianía”, dependiendo de quién lo dice, paseando a sus perritos.
“Sé buena persona” me dije. “Pasa por el pasto”.

Por lo que valiente y generosamente me pasé de la acera al pasto, largo y mal cuidado. Así mientras pasaba a unos prudenciales dos metros de los susodichos veteranos, quiso la fortuna que el largo y verde follaje escondiese uno de esos monolitos que nuestra cultura consagra a evitar los estacionadores anestéticos que, de no mediar los mencionados obeliscos, impúdicamente dejarían sus vehículos obstruyendo la necesaria comunicación entre la hierba y el padre sol, destruyendo el ornato de nuestras calles.

Volé como un poco gracioso ganso tratando de aterrizar de emergencia, para caer con estrépito y alborotando los perros frente a la pareja. Y no pude evitar mandarme una de esas para el bronce:

“Perdón por la Sorpresa...”