Lo que hace que la realidad sea más ancha, lo que patea el límite un poco más allá, lo que hace a la verdad algo DINÁMICO... Neología es, en extensión, lo nuevo. Pero no con intención rupturista: Es el crecimiento.
Advertencia
Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.
Abra la ventana para que le de un poquito de frío. Póngale play. Cierre los ojos, e imagine que está sentado bajo las bóvedad y arcos de la nave de una iglesia grandísima, resonante, sublime.
Sienta ahora el deseo de Dios. Siéntase enanísimo, pequeño, una mota de polvo montando la luz bajo el opresivo canto de la magnificencia de nuestro Kyrie, Señor. Sienta la omnipotencia que se despliega, la grandísima voz del silencio que es la que en verdad le hace el contrapunto al órgano.
Sienta lo que debe haber sentido Johann Sebastian mientras componía: la infinitud del Rey En Lo Altísimo, lo Divino de Su Presencia.
¿Cómo no me van a hacer falta estos sueños a veces?
Observaré el rechinido de las criaturas y su maquinaria el ruido de los seres en su actividad sintiendo suavemente el movimiento traslacional las procesiones del planeta desde mi silencio. Tocaré las esquirlas del bosque esparcidas por la capital los recovecos y circunvoluciones en la corteza de los troncos el verde y fresco susurrar de las hojas la promesa temblando aterrada en la semilla. Desde el foco afijado la coordenada única de mi situación, amarrado a la fría aposición de mis calcáreas ligado a la rigidez de mis protecciones seré un obscuro explorador secreto nocturno & sin nombre. Porque me has devuelto a las memorias olvidadas enterrándome con lo que estaba oculto dejando en mis manos viejas muescas aparatos para hendir el viento que yo ya no sé cómo manejar. Y me he arrodillado obliterado y vuelto a expandir extendido como un verso sobre la irregular superficie del tiempo que abandonara dispuesto a arder bajo el fuego de antiguos incendios extinguidos purificando, tal vez, la sombra de alguna corrupción escarnecida.
***
Ya no estoy para el carrusel de las relaciones. No, ya no estoy para tener que enfrentarme, ponerme frente a frente, con alguien que me emociona y me ilusiona y me sorprende, y decirle namaste, mi alma reconoce a la tuya y somos luz. Me haré ermitaño.
Sospecho que si la mano mágica del gran hermano me tomase y recolocase dentro de una relación de un año, enraizada, con proyecto, me podría desempeñar con más que aceptable solvencia; pero ya no para esto. Me oxidé. Simplemente no recuerdo cómo era que se hacía.
Ya no estoy para reconectarme con todas esas cosas que tenía enterradas, para todas las piedras hilvanadas en la mochila, ya no estaba para hacerme cargo de cosas que pensé habían desaparecido en el mar de los sargazos que para ese efecto tiene el alma.
Ya no estoy para estas cosas, no.
Pero quiero. Sobre todo cuando se me habla en presente perfecto.
Ridley Scott es más bien inestable como director.
Se preocupa de cosas disímiles. Pero eso prueba que el tipo tiene un interés genuino en su cine. Fue explorando, armando su propia onda. Lo que no le puedo negar es la construcción de ambientes sombríos; tanto en Alien como en Blade Runner, si de algo uno no se puede quejar es del scenery and landscaping. Lo logra claro, con el inexplicable precio de armar unos arcos argumentales un poco laxos; poco cohesivos. Se preocupa (y logra) tanto el armar su cuento gráfico, que la novela, la narración en sí, queda en un segundo plano, un muy segundo plano (hay que reconocerle eso sí que en la década siguiente logra arcos narrativos muchísimo mejores y sin perder el cuidado escenográfico, exampli gratia, Gladiator; y que también es cierto que demasiado seguido, le recortan las películas al hombre). Pero tiene algunos aciertos. Desde luego, poner a Harrison Ford en el sensitivo papel de Deckard (léase el libro, Deckard es TANTO más complejo que Han Solo!) no es una de ellas. Pero Daryl Hanah y, por supuesto, la maravillosa Sean Young, se tiran la película encima un par de veces (está claro que Rutger Hauer es tremendo todo el rato). Y debo reconocer que el tratamiento que de ellas hace Scott es depuradísimo. Sutil, sin caer nunca en lo obvio, son objetos de deseo inciertos; a uno incluso le cuesta decidir que lo sean, pero es inevitable. Las sonrisas tenues de Rachael y las desmedidas de Pris, el maquillaje severísimo de Sean y la estética neopunk de Daryl; es perfecto.
Y como todo lo hermoso, se perderá en el tiempo, como lo hacen las lágrimas en la lluvia.