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10 de octubre de 2013

Terapia Electro Convulsiva para No - Médicos: Un informativo

Me he topado con muchos profesionales de la salud mental que en sus formaciones han recibido las historias más macabras sobre Terapia Electro Convulsiva (TEC), directamente desde sus profesores. Esto es bastante aterrador, porque son profesionales que no van a derivar a pacientes que podrían beneficiarse (¡y mucho!) de estas terapias; pero más aún, información del tipo "borra la memoria", "se pueden romper huesos por la convulsión" y otras por el estilo (estoy hablando de gente con 17 años de educación encima, ni imaginemos lo que pasa por mentes menos educadas) contribuyen a estigmatizar un procedimiento que hoy debiese ser casi de norma, pues es bastante más efectivo que los fármacos existentes cuando está bien indicada.

Por ello este informativo. Sírvase a hacer las preguntas que quiera luego de leerlo:

Un poco de historia: la psiquiatría existe desde siempre

Como es sabido, en sus inicios la psiquiatría partió de un modelo religioso de "endemoniados" o "santos". La epilepsia era llamada "la enfermedad sagrada" en la antigua Grecia. Contrario a lo que nos han querido decir los antipsiquiatras del siglo XX, las enfermedades psiquiátricas NO son un trastorno "social", una respuesta del
Áyax se arroja sobre su espada.
Los Esquizofrénicos se suicidan
mucho más que la población
general (50 veces más)
individuo a la sociedad tecnologizada. En las tragedias de Sófocles ya se pueden encontrar preciosas descripciones de enfermedades de esta índole: En Áyax, por ejemplo, el protagonista sufre un delirio de persecución clásico, con trastornos perceptuales, alucinaciones, contenido inconexo... y con episodios de lucidez. Medea, de Eurípides, debe ser una de las mejores descripciones de un trastorno histriónico-limítrofe de la personalidad. Podemos seguir, pero la idea se entiende.
Con la llegada de las religiones monoteístas, los "poseídos" se alejan de lo sagrado para entrar a lo demoníaco. Los testamentos cristianos ya nos muestran a un Jesús arrancando demonios de un paciente que "oye voces". Durante la edad media, los locos se queman. La aparición de hospitales genera un modelo "residencial" en que el loco, imposible de reencajar en la sociedad, se aísla. Aparece el manicomio, que opera bastante como una prisión.

El contexto: estigma y efectos secundarios

Los Franceses y luego rápidamente los Alemanes, en pleno auge de la medicina científica, se apuran por lograr una concepción organicista de la psiquiatría; ocurren las revoluciones psiquiátricas, que intentan rehumanizar al paciente. Sin embargo, pese a las descripciones psicopatológicas elegantes y claras de Charcot, Wernicke, Kraepelin, el cambio, como en todo lo humano, deviene lento; y por otro lado, los locos siguen siendo gente que grita, que arroja heces por los aires, y que puede tener arranques violentos impredecibles; así, el modelo clínico se mezcla con las costumbres punitivas de los manicomios antiguos.   
Hay que entender ese ambiente para tratar de entender por qué la TEC carga el estigma que tiene. Películas como "A Flew Over The Coockoo's Nest" (que es una excelente película, dicho sea de paso) donde la TEC se ocupa como elemento punitivo no han contribuido mucho al imaginario popular. Por otro lado, la TEC se agrupaba como costumbre en "terapias de choque" junto con otras tres técnicas en boga en ese tiempo: el Coma Insulínico Inducido, la Terapia Convulsiva no Eléctrica y la Cura de Sueño.De estas terapias se ha heredado una sombra hacia la TEC. 
En el caso del Coma Insulínico, la técnica consistía en infusiones de insulina continuas en dosis altas; muchas teorías se buscaron para explicar su supuesta efectividad. Lo que hoy sabemos es que el Coma Insulínico mata neuronas, por lo que pacientes violentos o agitados quedaban "tranquilos" y "dóciles" simplemente porque se les causaba un retardo mental que podía ser de moderado a severo; además, las dosis altas de insulina en pacientes no diabéticos producía obesidades mórbidas que hasta el día de hoy se asocian a que el "tratamiento psiquiátrico engorda" (que sigue siendo en algunos casos lamentablemente cierto).
La Cura de Sueño (que se sigue escuchando hasta hoy) consistía en inducir una sedación con barbitúricos o elementos similares. Tuvo su historia negra con un médico australiano que la realizó hasta entrada la década de los 70. Sin nunca probar mucha eficacia, la cura de sueño mató a 25 pacientes en sus manos. Una mala cura.
Finalmente, la Terapia Convulsiva no Eléctrica (o simplemente "Terapia Convulsiva") de moda a principios de siglo XX, era supuestamente efectiva en las mismas indicaciones que la TEC actual; sin embargo, el mecanismo de usar drogas para producir convulsiones es mucho menos seguro y expone al paciente a riesgo elevado de convulsiones posteriores, sin efecto terapéutico, y de riesgo incluso vital.
Ninguna de estas terapias se utiliza hoy en día. Están proscritas, y en particular, la terapia de Coma Insulínico se considera en el capítulo de las grandes vergüenzas en psiquiatría.

Terapia Electro Convulsiva: ¿Qué es?

Dado que ya hablamos en extenso de qué no es la TEC, hablemos de ella. La terapia Electroconvulsiva consiste en generar una actividad eléctrica ictal en el cerebro. Ése es el objetivo. En cerebros en su estado habitual, las neuronas descargan en forma ordenada, "comunicándose". La actividad ictal - que es la misma de las crisis epilépticas o las convulsiones febriles, por ejemplo - un grupo de neuronas descarga en forma simultánea, y la actividad eléctrica se esparce en forma de "olas" por todo el cerebro, sin transmitir información "consciente". Después de un tiempo, las olas se pueden mantener  - lo que conocemos como status epiléptico o status convulsivo, y que es muy tóxico para el cerebro, o, probablemente por agotamiento de las neuronas y su capacidad conductiva, detenerse en forma espontánea.
Si recordamos que en el cerebro hay sectores dedicados a la actividad motora, es lógico que al recibir una "ola" de electricidad, esas neuronas transmitan la información a los músculos: esa es la "convulsión", y es lo que sucede en las crisis epilépticas "grand mal". Sin embargo, puede haber actividad ictal sin convulsión (como en las crisis epilépticas "de ausencia" o en los status epilépticos "no convulsivos" o "silentes")

Terapia Electro Convulsiva: ¿Cómo se hace?

Para conseguir la actividad ictal, se administra una dosis de electricidad por medio de dos a cuatro electrodos sobre el cráneo del paciente. Sin embargo, como se desprende de lo arriba dicho, nos interesa la actividad ictal, y NO la convulsión; por lo mismo, se le administra al paciente un relajante muscular que impide la contracción: la terapia electroconvulsiva de hoy en día NO PRODUCE CONVULSIONES. Como el relajante muscular impide la contracción del diafragma, el paciente no puede respirar, por lo que se hace apoyado por anestesistas que se encargan de mantener la ventilación de los pacientes. Finalmente, la electricidad duele, como una cirugía. Por ello, los pacientes reciben el tratamiento bajo sedación.
Sin embargo, sabemos que las actividades ictales "útiles" son las que sí lograrían una convulsión si no hubiese relajante; por ello, para poder saber que la dosis de electricidad fue "suficiente", se evita que el relajante llegue a todo el cuerpo poniéndole un manguito de presión a cualquier extremidad (como si se tomara la presión), esto hace que la sangre no lleve el medicamento y al momento de dar la electricidad, sólo ese miembro (generalmente el pie) tiene actividad motora, y se corrobora que fue una buena dosis. Como además nos interesa que la convulsión dure lo justo y lo necesario, se hace un Electroencefalograma durante todo el proceso; si la actividad eléctrica dura más que lo deseado, se interrumpe.

Terapia Electro Convulsiva: ¿Para qué sirve?

La indicación más aceptada es en trastornos del ánimo. Es la terapia que más rápido hacer remitir manías psicóticas, depresiones psicóticas, y depresiones severas no psicóticas. Es útil como terapia de mantención en estas afecciones (en algunos casos, permitiendo total abandono de fármacos). También es útil en trastornos psicóticos no anímicos, como esquizofrenia y otros trastornos delirantes.
La TEC no tiene evidencia suficiente para usarla en trastornos de adicción, trastornos de personalidad, ni en la mayoría de los trastornos de ansiedad.

Terapia Electro Convulsiva: ¿Efectos Adversos?

Hay muchos mitos sobre los efectos adversos de la terapia electroconvulsiva, principlamente, heredados de las otras terapias de choque.
- La TEC mata neuronas: No. Por el contrario, está estudiado que la TEC genera la producción de NUEVAS sinapsis, que tendrían un rol en su efectividad.
- La TEC duele: no, el paciente la recibe sedado.
- La TEC cambia la personalidad: No. Lo que sucede es que pacientes que han aprendido a creer que sus estados maníacos o depresivos son parte de su personalidad ya no los tienen, y sienten que los han cambiado. Sin embargo, esta es una percepción más bien literaria, pues son los maníacos y depresivos los que más agradecen la terapia. Por otro lado, la vivencia de los pacientes psicóticos respecto de su propia persona es justamente lo que "está enfermo" en ellos; enfrentarse a estados de más normalidad es justamente lo que los confunde.
- La TEC borra la memoria: Sí. La TEC produce amnesia anterógrada (no logro retener los recuerdos inmediatamente posteriores a la TEC) y retrógrada (se me olvidan los recuerdos inmediatamente anteriores a la TEC). Sin embargo, unas palabras sobre esto: La TEC se hacía originalmente con ondas sinusoidales (curvas) que tenían una forma parecida a la forma en la que transmite el hipocampo (la zona del cerebro relacionada con la memoria). Esto hacía que el impacto sobre memoria fuera muy severo; esto contribuía a la creencia de que la TEC "borraba la personalidad", pues los pacientes perdían memoria de toda su hospitalización, recordando sólo haber estado muy enfermos, y luego salir, "distintos" sin ningún recuerdo de nada de lo que había pasado, y por ello, suspicaces. Hace muchos años que esto se aprendió, y hoy se usan corrientes de onda cuadrada, que no interactúan selectivamente con el hipocampo. Lo que se borra es lo inmediatamente previo a la terapia, y lo inmediatamente posterior, pero del orden de días, a lo sumo: la TEC NO borra recuerdos vitales, habilidades adquiridas, ni nada por el estilo. Y el "borrado" es simplemente que cuesta más recordar, probablemente, no recuerde qué comió en la mañana, pero sí recordará por qué está hospitalizado, el día, y sus actividades más importantes. Esto se mitiga además si al paciente se le ayuda a recordar señalándole los eventos más relevantes del día. Por otro lado, muchos pacientes y tratantes ven el episodio de borrado no como un efecto adverso, sino como un efecto terapéutico, puesto que no recuerdan con viveza la hospitalización, que en general no es una experiencia placentera.
- La TEC produce déficit cognitivo: Sí, por algunos meses, los pacientes pueden estar más inatentos, con mayor sensación de estar "lentos". El efecto invariablemente ha desaparecido luego de un año, pero está.
- La TEC causa epilepsia: este es uno de los mitos más especiales, puesto que es justo lo contrario. La TEC AUMENTA el umbral convulsivante; de hecho hay pacientes epilépticos que tienen que abandonar por completo sus medicamentos, pues con TEC son innecesarios.
- La TEC es insegura: No. Convulsionar es inseguro. Pero en la TEC no se convulsiona. La inseguridad en la TEC puede provenir de dos cosas: Eventos anestésicos (rarísimas alergias a los relajantes musculares) o un status convulsivo. El status convulsivo muy raramente se da, y cuando se da, se puede subyugar con benzodiacepinas o con anticonvulsivantes como fenitoína o levetiracetam; como el procedimiento se hace con monitoreo constante de Electroencefalograma, no pasan "desapercibidos". Por otro lado, cuando además consideramos la alternativa - tratamiento con fármacos -, recordamos que la TEC no engorda, no seda, no produce reacciones de alergia a medicamentos (salvo el mencionado), y sobre todo, la gente no se puede suicidar con sus TEC (a diferencia de los antidepresivos).

Terapia Electro Convulsiva: ¿Cómo funciona?

Buena pregunta. No estamos bien seguros. Hay tres hipótesis principales: la primera dice que se produce una descarga masiva de neurotransmisores por la actividad eléctrica, que "resetearía" algunos circuitos cerebrales dañados; otro sugiere que la descarga neurohumoral (de hormonas) en el cuerpo tendría un impacto fisiológico sobre el estado psiquiátrico; finalmente, algunos dicen que la descarga produce factores de desarrollo en el cerebro que estimulan la construcción de redes "sanas" sobre las enfermas. Lo cierto es que no está claro. Pero funciona. ¿Es ético hacer algo que no sabemos cómo funciona? Cuando es la mejor alternativa disponible, sí.

2 de marzo de 2013

Todo el Mal

***SPOILER ALERTS: La historia de Lolita ya es parte casi de nuestro acervo cultural. Para muchos, amenaza con ser la gran novela americana del siglo XX. Por temática y ejecución (y bajo ciertos análisis, por anticipación) bien puede serlo. No voy a spoilear con tramos explícitos de la historia, pero sí con análisis de grandes temáticas, que para algunos lectores / espectadores puede ser igual de destructivo. Para ellos vaya la advertencia entre estas seis vistosas estrellitas***


Uno vive con la idea de que el mal es fácil de alumbrar, ahí entre la muchedumbre de un montón de cosas que nos pasan todos los días, con un tremendo letrero rojo y cachos y fuego y explosiones, Monsieur le Mal, límpidamente distinguible, discernible, enfrentable dentro de lo posible.

El mal es violento, es ruidoso, es desconcertante, es estremecedor en el alma.

Eso es lo que queremos. Lo que aprendimos a creer. Ése es el mal fácil. Deux deux mal. (No hablo nada pero nada de francés, soy pero lo más asquerosamente cursi y pedante que pueda haber, pero qué se le hace, combina con el tema).

Cuando vi Lolita la sensación que me quedó fue ambigua. Sospecho que era la intención deliberada de Lyne. ¿De quién es la culpa de toda esta mierda?. Esa es la pregunta que pegajosa, se atora en la garganta, mezclada con la lascivia, con la vergüenza de la lascivia, con la duda y el horror. Y a ratos, la terrible sospecha de ver a Humbert Humbert, Humbird, Humbug, como la víctima. 

La novela es material de otro análisis. Donde la película se dedica a proponer una tesis, y una apoteosis de imagen, la novela pinta con minucia el mal.

Cuando digo el mal, me refiero al Mal. A Todo El Mal. Humbert Humbert es todo el mal, en sus más profundos vericuetos, y peor aún, implicancias. El estudio de Nabokov es perfecto a todo nivel. Donde muchos psiquiatras fracasan por un ímpetu teleologista, Vladimir, en lingua secunda y tristemente en patria abscondi, con una naturalidad que roza lo sospechoso nos muestra el Mal, el deslinde continuo entre la psicopatología, la falta más abyecta de toda ética, y la deliberada ejecución antimoral de la libertad.

Es el personaje más densamente tejido que he leído. A su favor está que es arquetípico (Malus et nequam homo; Consuetudo mala.*), por lo que no hay que detenerse, al construirlo, en esas pequeñas disonancias, las suaves incongruencias y conflictos que hacen de un hombre un hombre. Pero a cambio de ello, Nabokov no se detiene. H.H. es patológicamente egoísta, enfermizamente centrado en sí mismo, obscenamente incapaz del otro.


Donde esas características tocan lo imposible, Nabokov hace aparecer la patología psiquiátrica con una sutileza que asombra: la escisión de la personalidad, la escisión del relato, el narcisismo herido encapsulado, el terror del futuro, la recursión infantil, sin jamás "presentarlas", sin ponerles un nombre, sin recargarlas con esas descripciones del ámbito interior o las pesadas reflexiones de los escritores previos, sino simplemente dejándolas aparecer, liberándolas en escena, a ellas las obscenas**, para hacer su cometido según les compete en una historia que es natural, orgánica, franca.

Mas nuevamente, cuando la configuración de la enfermedad comienza a estructurarse y el personaje quisiera llevar a nuestros inconscientes por el tranquilo arroyo del diagnóstico, irrumpe el mal, el asqueroso descarte de toda ética, la renuncia sistemática, libre, voluntaria, a todo el bien.

La prosa de Nabokov no tolera ninguna falla. No hay suturas. Ningún sitio en que se sienta al autor (Nabokov no se deja ver, es por completo y perfectamente invisible) intentando introducir un tema, empezar un concepto, proponer una idea; todo simplemente sucede, inevitable, imperturbable, con el peso de lo absoluto y verdadero, tanto a nivel de relato como a nivel de subrelato. ¿Era imposible detener el curso de Lolita, entonces?



No, y ahí está lo más poderosamente logrado, en la historia y en la reflexión que representa sobre el mal. Es HH el que lo hace imposible. HH es el motor de todo, y es precisamente el hombre, con su libertad, el que hace al mal indetenible, el que le da la fuerza lenta pero inconmensurable de un glaciar.

Han dicho que lo de H.H. es amor, incluso pasión, que Nabokov hizo a HH enfermar de una enfermedad que se llama Lolita. La prosa está ahí, indiscutible, férrea: no hay una sola (¡ninguna, lector!) en que se postule siquiera el más tímido interés por Lolita. nunca, nunca jamás se transforma la niña en un alguien: esta es la obra maestra de Nabokov, la más estudiada y estremecedora - cuando se la ve - faceta del suizo endemoniado. Porque uno se da cuenta tardíamente, despistado por el aparente amor y cortesía del monstruo europeo.

La novela de antihéroes que los norteamericanos (obligado a meter a Nabokov acá, mi buen pobre ruso) han llevado a la maestría durante el siglo XX (Caulfield, Herzog, Humbert, por nombrar algunos ilustres e inmortales) ha logrado salir de los "subhombres", es decir el antihéroe patético, al que cabe casi tenerle lástima, hasta presentarnos seres humanos completos. Seres humanos completos que reconocemos como pares, pero con los que jamás nos reconoceríamos. Una inversión completa del viejo anhelo de identidad en el relato.

Aristóteles y los 2400 años construidos sobre sus eudaimónicos y anchos hombros nos han legado la noción implícita de que todo hombre tiende al bien, y que toda tendencia al no bien proviene del error. "Enfermedad" queremos decir frente a H.H. Pero mientras lo observamos suprimir el llanto de Lolita en forma animal, mientras lo miramos ejercer su despótica, tiránica, avasallante libertad, no podemos ver al "esclavo de sí mismo"***, atrapado, sino el monstruo que la deforma. Para siempre.


En su acabadísima y cohesiva viñeta de un monstruo, Nabokov nos obliga a atisbar dentro del abismo moral que más nos aterra: aceptar que el hombre no es acabado y cohesivo; aceptar que el hombre está íntimamente partido por dentro, y que vivimos sujetando los pedazos para que el mundo del bien funcione.

Mientras nos agota el espíritu con todo eso, Nabokov nos pasea con una prosa deliciosa, cargada como cornucopia de una cultura literaria universal abismante, por lo completa, por lo amena, por lo nada forzoda, a través de un Estados Unidos hermoso, bondadoso, que se muere en las manos de muchos otros Quilty y Humbert y Charlottes, con imágenes que justificarían el libro mismo por su hermosura, aunque sólo fuere el cuento de un roadtrip. Pero no lo es.


* Malo y pervertido el hombre; malos sus hábitos. Notablemente en ese orden, y no al revés como podría pensarse
** Tanto que Humbert insistió en lo obsceno etimológico, lo que no debe aparecer.
*** Henri Ey: "Las enfermedades mentales son la patología de la libertad"

19 de diciembre de 2012

Argumentum Linguisticum

Por mi parte, el problema de si hay un dios me es bastante más indiferente que el de cómo sería esta divinidad teórica. Anoche soñé una de las aproximaciones más hermosas que han venido a caer a mis manos.

Borges familiarizó el concepto de lenguaje analítico: Un sistema que prescindiese de la idiosincracia y del diccionario, donde cada unidad sintáctica fuera completa, autosuficiente; así, la palabra para conformar gato en la mente del lector, digamos "ardi" sería un acúmulo de partículas donde a corresponde a animal, r a mamífero, d a peludo, y quizá i a casero, y así con todos los objetos, que quedan definidos en su nombre.

Huelga decir que esta es una aproximación profundamente humana al problema de la comunicación. Primeramente, por su propósito: es un habla económica, simplificante, que ahorra tiempo y malentendidos a un ser que vive acosado por su tiempo y diezmado por los malentendidos. Pero en segundo momento, por los ecos de lo que implica como modelo: la pretensión de que el universo es unitario, finito, y disecable: que la realidad se puede clasificar, puesto que es periódica.

Otra particulariadad de tal lenguaje analítico es que se encuentra a medio camino de otros dos sistemas de comercio de palabras que, siendo opuestos, no son sino el mismo. En un extremo, está la progresión en extremo del mismo idioma analítico: Esto es, si pudimos agregar la partícula de peludo, habrá una partícula precisa que nos diga el color, alguna otra para la edad, el tono de los ojos, la posición exacta en que se encuentra el gato, su historia personal (¿o animal?). Las palabras pueden así crecer desmesuradamente, en longitud y en precisión; la mente que manejase tal volumen de información, es decir, capacitada para descifrar las palabras de este lenguaje, se aproxima peligrosamente a una mente no humana.

El otro extremo es el de la palabra completamente (como objeto) carente de información. Es el lenguaje que (como sistema de numeración) el mismo Borges propuso para los ángeles: un sistema totalmente desprovisto de un ritmo, en que cada componente del conjunto (en este caso nuestro, del universo) posee su propio signo denominador. Este es un lenguaje del caos, en la medida en que no entrega información: sólo la multiplica. Ya no solo el gato tiene una palabra en particular, si no cada pelo de su cuerpo, cada gránulo de caspa, cada mirada atenta, tiene su propio nombre, único, pronunciado en la intimidad del dios.

Sistemas de palabras infinitos, inconmensurables, que no corresponden a códigos para densificar la información a expensas de sus detalles (esto es, no son lenguajes humanos) si no por el contrario, se corresponden con la escritura de cada cosa en el libro de las cosas, absoluto, completo, y sin repetición. El lector más atento (y con más tribulaciones teológicas) notará lo inquietante que resulta que de la proyección natural del más humano de los artículos (el habla), la insistencia en cualquiera de las direcciones nos deviene en un mismo artículo divino. El intento lingüístico humano opera como un sistema degenerado a partir de un sistema natural de comunicación de la totalidad; el hombre, finito, mortal, incapaz de la totalidad, roe en los extremos del lenguaje un sistema vicario para manejar la realidad parcelada.

Lamento el argumento teológico que me he visto obligado a descubrir; mi intención era menor, sólo ilustrativa, para una definición de Dios que se me dio durante reflexiones en torno al lenguaje analítico. Imaginando al dios como poseedor de cualquiera de sus dos vertientes, un lenguaje que todo lo define y clasifica al universo, o por el contrario, un lenguaje que a todo glorifica y da un nombre en el libro de las cosas, puede plantearse la siguiente teogonía:

"El acto de la creación, la creación misma pues, es el larguísimo recitado de los nombres de todas las cosas, es dios pronunciando sobre el silencio del vacío el nombre completo y verdadero del universo, un sujeto gigantesco compuesto por cada una de las cosas, la palabra gato, la palabra que denomina la palabra gato y la que denomina la letra g y la que denomina a la letra a y a la que denomina a la g junto a la a, todo a un tiempo, todo en una sílaba inconmensurable; el objetivo de todo esto es poner en acción a Dios, pues si toda la Creación es el sujeto, Dios es el justo predicado, y el universo no existe sino para hacer actuar al Verbo; podemos atrevernos aún más y señalar que el verbo es es dicho, y siendo el verbo solitario suficiente, el verbo ha querido proyectar un sujeto, sacarlo de lo implícito de su existencia a lo explícito, para ser actuado. Después de ello se comprende que al principio era el Verbo, y el universo no necesita mucha más justificación: el universo actúa a dios."

19 de octubre de 2012

La propiedad.

"My friend Willie-Jay used to talk about it. He used to say that all crimes were only varieties of theft. Murder included. When you kill a man you steal his life. I guess that makes me a pretty big thief. See, Don – I did kill them."

"Mi amigo Willie Jay solía hablar de eso. Decía que todos los crímenes eran sólo variantes del robo. Asesinato incluido. Cuando matas a un hombre, le robas la vida. Supongo que eso me hace uno de los grandes ladrones. Fíjate, Don: Yo los maté."

- Truman Capote, "In Cold Blood" ("A sangre fría")


           No es tan descabellado. La lectura reciente de Truman Capote, periodismo de verdad, me ha dado muchísimo que pensar. Sobre el periodismo de verdad (y qué es lo que considero periodismo de verdad, y por qué) ya hablaré luego; por ahora vamos con este articulillo, segundo de una serie de dos, sobre la propiedad.

POSESIÓN
Truman Capote
           Si todo crimen es la ofensa contra el hombre, y todo crimen es una variante del robo, la ofensa contra el hombre es la ofensa contra su propiedad. ¿Es acaso la propiedad una característica inherente al ser humano? En estos momentos en que vivimos en una sociedad basada en la propiedad y el consumo, y en la que durante el último siglo han aparecido detractores poderosos (en cinco años más estaremos conmemorando el centenario de la Revolución Rusa, muchachos!) de la propiedad privada, es una pregunta que no puede dejar de inquietar. "Poseer" es un término que se ha agrietado, se ve feo como fin en sí mismo, y dependiendo de nuestra caja de caudales, arrugamos un poco más o menos la nariz cuando lo pensamos.

           No obstante, es posible que poseer sea uno de los ejercicios más potentes (y básicos) de la noción del yo. Poseer es un acto expansivo en que reconozco mi autarquía, percibo mis límites, y deliberadamente, incluyo elementos que antes no estaban circunscritos a ellos, para formar nueva parte de mi totalidad. Es la ampliación de la frontera de la propiedad básica: el cuerpo.

Rusos

           El cuerpo actúa como la propiedad elemental, por defecto. Todo el desarrollo neurológico y de la personalidad depende en casi completa medida de una noción de yo que está centrada en el cuerpo que yo soy. La construcción del yo abstracto no se da sin esta base; la solidez del mismo depende de la estabilidad de la primera. Sin embargo, el cuerpo como primera propiedad, al constituirse en escuela de "lo que yo soy", es simultáneamente la escuela de "lo que yo poseo". 
           
CUERPO Y POSESIÓN   
             Esto pues para poseer es innegable que debo tener la noción de la propia existencia, y a su vez, la posesión es un confirmador claro de mi interacción con el universo (en extensión, de mi veracidad como ser). Pero además, como hemos reconocido a la propiedad como el acto de expansión del yo básico (el yo - cuerpo), el acto de poseer es un medio para ampliar el repertorio de lo experimentado como propio; Si la propiedad amplía mis límites, el límite más amplio diversifica mis experiencias vitales. La propiedad actuaría así como herramienta de ejercicio del yo, es decir, herramienta de ejercicio de la vida.

           Propiamente, la esclavitud es la agresión última al sistema de propiedades: el robo del cuerpo y con ello, del sistema completo de apropiación de la persona robada; la matanza, por otro lado, aparece como anular la capacidad de poseer. Quedan así definidos en función de la propiedad los dos valores fundacionales del hombre.

Este... otro tipo de Rusos
POSESIÓN Y PERSONA
           Con esto podemos abordar la personalidad como una construcción adquisitiva. Desde la base del cuerpo, adquirimos lo que somos. Esta visión es concordante con la personalidad vista como un ente dinámico, cuya naturaleza estriba en el crecimiento. Es más fácil verlo aún desde la patología: una personalidad con trastorno es aquella a la cual se le ha lesionado desde temprano el sistema de adquisición de elementos, sea al mecanismo, o ofertándole un pobrísimo repertorio de lo adquirible. A un nivel menor, explica que la gran masa, pobre en estructuras elaboradas de adquisición, sea tan voluble a esquemas de posesión propuestas desde el mercado, lo que a la larga daña la personalidad.

          Hasta ahora las definiciones calzan, pero es obvio el conflicto que el "yo poseo" desarrolla cuando el objeto que se desea poseer (es decir, incorporar a mi ser) está dentro de las expectativas de otro individuo. A este respecto, es muy decidor en la historia de la humanidad que todas las grandes civilizaciones (y en general, la cultura continuada desde el post-neolítico babilonio en adelante, de la que somos herederos) han definido (y defendido) la propiedad privada en forma acérrima. Algunos de los textos más antiguos recordados circunscriben legislación sobre la propiedad. Contrario a lo que pudiese pensarse, las culturas sin gran apego por la propiedad material individual lo hacen precisamente con un énfasis en el abandono de la propiedad sistemática (piénsese en el Budismo), o mediante el ensalzamiento de la propiedad de lo público (Grandes Obras Chinas), o la propiedad consumada del yo (nuevamente, los chinos y su parsimonia).
Chinos. Y sus obras Chinas.

          Más aún, la encrucijada entre persona y propiedad nos permite redefinir (y destacar así la relevancia) de la propiedad pública, que no viene si no a ser la extensión de la personalidad pública, la cultura; es el sitio donde se confunde el yo y el nosotros, y por lo mismo, un sistema de sostén y alimentación de la personalidad, en cuanto la tradición no es sino un sistema de reacciones comunitario, y así, segurizante, predecible. Así mismo, se pone de relieve la responsabilidad de lo público en la formación del individuo, en cuanto la propiedad pública es una propiedad básica para sustentar la futura individuación. En simple, es responsabilidad de la comunidad la posesión de parques adecuados si quiere producir ciudadanos de bien.

A esto me refiero

"De esa imaginación pasé a otras, aún más extravagantes. Pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales, pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas. Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo, consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales o de indeclinables epítetos. Así fueron muriendo los días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. Llovió, con lentitud poderosa."

- "El Inmortal", Jorge Luis Borges

Borges es muy feo, así que aquí les dejo a Elizabeth Olsen
          Desde aquí, podría ensayarse un discurso capaz de medrar en muchas direcciones. ¿La semilla del robo está en el deseo de querer ser el otro? ¿compartir mezcla las personalidades?. Podríamos proponer un sistema de clasificaciones de robo basados en qué tan cercano está a "lo que necesito adquirir" contrastado con "lo que aparto del otro y le evito adquirir". Hablar de los límites de lo personal, o de la propiedad selectiva como medio de individuación ¿válido?

          Sin embargo, lo que capta mi atención es la gran pregunta, lo que hace que el arte sea arte, que Shakespeare sea bueno y la vida valga la pena ser vivida: ¿Qué es el hombre? oh ¿Qué es el hombre?. El hombre es propiedad, es adquisición, el modo de adquirir, el planteamiento, su universo. Tomar es hacerse partícipe, es cocrear, es comulgar del flujo natural de lo existente; verdaderamente, poseer es existir. El grado, y mucho más importante, el énfasis sobre el grado, la decisión de voluntad que significa el grado, lo pone el existente.

          Es esto lo que yo venía a decir: poseer no sólo no es malo, es la forma de existir. Pero por ello es gran responsabilidad, pues en desmedido, es también la forma de vejar el existir del semejante.

          A modo de corolario, invito a reflexionar sobre dos posesiones relevantísimas. La primera, es la posesión inrobable - mas también, incompartible -, la adquisición intangible: la expansión del yo mediante el crecimiento. Esta sería una forma superior de posesión. Notablemente, el arte figura como producto tanto como origen de este tipo de posesiones. La posesión intangible no es sino una forma de producción, a saber, la posesión que ennoblece al hombre: lo que ha sido creado por él. Me atrevo a postular que una de las poderosas razones por las que nos sumimos (¿o vamos recién aflorando de vuelta?) en una sociedad degenerada es precisamente el gran volumen de humanos que no se han podido dedicar a tareas que produzcan novedad, que produzcan algo adquirible. ¿Quién más infeliz que el burócrata, que sólo media y nada crea?. La entropía de un ser que no produce pero desesperadamente adquiere es ejercida sobre el sistema, que a fin de cuentas, es la sumatoria de nuestras personalidades. Boom. Este artículo está muy largo.

3 de septiembre de 2012

Apologética Parriana




Anónimo Tábatha dijo...



Nicanor está sobrevalorado.


Y lo dijo acá.

Es sorprendente lo mucho que puedo estar en desacuerdo con una oración tan corta.
Primero, porque presupone la noción de valor para la poesía, como un precio intrínseco, algo mensurable, objetivo. Soy de los que deciden creer en la poesía como una aseveración vacía; la poesía es algo así como un lienzo apenas delineado, un marco, un pistoletazo con balas secretas: En la medida que una obra más se aproxima a la maestría, es porque se ha convertido más poderosamente en una ventana a todo el arte, y si es todo el arte, es una representación genérica del hombre; el arte es un libro de instrucciones, un programa del humano así como la física es una explicación del universo.

Es, en definitiva, genérico. La obra maestra puede ser gozada por el erudito y el lego; por el joven y el añoso; para todos algo resuena, porque en una obra maestra está todo el hombre representado (figurado Y vuelto-a-presentar, como ofrenda, y como consumación, al mundo) y contenido (en cuanto completo y en cuanto resumido). Y es por ello que una verdadera buena obra poética es un soporte sobre el cual el espectador (lector, consumidor, ud. elija) puede descomprimir y verter su humanidad. A eso, creo, no se le puede asignar un valor; el espectador lo valoriza. La verdadera obra de arte no tiene un contenido real. Puede tener un contenido explícito, pero eso es una excusa para lo que hay detrás, que es, en la medida de lo posible, todo el arte. 

Ya sea porque la obra se inscribe en el conducto del arte, o porque es una ruptura con este continuo, siempre es referencial a lo que había; esa referencia obligatoriamente nos remite al origen, y el origen es el hombre puro.

Ahora, si voy a lo que yo (et al, consideremos a Schopf o a Bloom) hemos decidido verter en el soporte que favorablemente ha propuesto Parra, que cataliza ideas que antes dentro de nuestra humanidad flotaban más bien en el éter, más discutible se hace aún lo de "sobrevalorado". Parra es referencial hasta el hartazgo, de un modo que no había sido intentado antes. Primer logro: la cita como elemento de novedad. No el hipertexto Borgiano, no la cita Jarmuschiana; es el reciclaje de Parra, como si pegara papelitos recortados... ¿cómo? ¡no! es tal la extremación que lo lleva a niveles así de concretos para subrayar, haciendo poesía de papelitos recortados sin ni siquiera intentar forzar el marco, sino sometiéndose a los resultados impuestos por el material.

Eso es un espejo del ejercicio reflector del arte. Cajas en las cajas. Uno podría quedarse con eso pero Parra logra remeter de contrabando el otro extremo, el origen, el individuo, (sin ir más lejos, "Soliloquio del Individuo"), la abstracción del hombre. Y para coronar, hace el ejercicio mediante la destrucción progresiva (incompleta, a mi gusto, si se me permite ser heresiarca) del lenguaje: una remisión más a la base muda, preartística, y por lo mismo protoartística, del lenguaje.

No, Parra no está sobrevalorado. Está subentendido.


30 de agosto de 2012

Sospecha de la Inutilidad de la Poesía

Durante mis años escolares, completa y poderosamente bajo el influjo ético (más poderoso aún que el poético) de Nicanor Parra, y firmemente comulgante de sus doctrinas del lenguaje, ni tan implícitas en sus textos, pero requirientes de cierta hermenéutica accesible quizá sólo por "el oficio", practiqué (lo atestiguan aún los cuadernos de esa época) una deconstrucción sistemática, pogrómica, progresiva y completa de la escritura, la devastación como una herramienta fehaciente de reconocimiento, primero, de apropiación después, y finalmente de verdad y trascendencia.

El proceso fue tan completo que culminó en bastantes meses de férreo silencio en la palabra escrita, pues estaba destruida; el lenguaje, deshecho, desarticulado. Duró esto hasta que me sentí permeado satisfactoriamente de lo que había logrado: lo que había escrito al no escribir, el lenguaje del no lenguaje. El proyecto estaba completo, y ciertamente me sentí victorioso; había logrado mi primera verdad poética, viéndome como un concretor digno de lo que Parra propuso, y sólo esbozó.

Pude considerar (y lo considero aún) que ese texto-hápax, inexistente y por lo mismo más poderoso y total manifiesto, constituye el clímax de mi carrera en la lengua. Lo que comencé después - y en lo que aún estoy -, una apropiación sistémica de una posición de hablante, un espacio en la palabra hasta hacerla propia, una vanguardia de ataque, de dirección, sentido, voluntad, código, mito, símbolo, y espacios de silencio significativo, si bien son tributarios nutridos de esa experiencia inicial, pueden englobarse como una segunda carrera lingüística, por completo diferente.

La primera es la voluntad (lograda) de alcanzar la verdad última del habla, pura, objetiva, vinculada a sí misma y en ella a lo divino. La segunda, por el contrario, es el proyecto de búsqueda del propio, del subjetivo, la creación del yo desde un alcázar situado en algún límite incierto del territorio de la palabra, como puesto de vigilancia y búsqueda, pero siempre inmerso, parte del sistema de signos.

Puede que uno requiriese del otro; lo que sé es que a mí me ha sido dado así, y he hecho primero al mundo y en el vacío del mundo luego la partícula infinitesimal que era yo, que era el hombre. (Primero buscar el límite para patearlo hasta descubrir con júbilo que no hay tal; luego glorificar el límite, la menudencia, la pequeñez, lo estrecho, lo sesgado, el detalle, la exclusión, lo imperfecto, lo inespecífico, como señal ¡al fin! del ergo sum.)

Con ello, véase Anguita, Definición y Pérdida de la Persona:

Por cualquier circunstancia, ya interior, ya exterior, el hombre sufre el éxtasis. Nuestro cuerpo mismo se transfigura; mirado desde arriba, tal vez aparezca como una piedra iluminada cayendo desde el pasado o, mejor dicho, desde el tiempo, ferozmente transparente y como bajo el dominio de la mirada de la cámara lenta.
Mi éxtasis consta de dos movimientos, aparentemente opuestos, pero que en realidad integran un sólo estado: se desconocen, primero, los objetos, las formas del mundo; se duda, no intelectualmente, sino con todo el ser, del ritmo del árbol, por ejemplo; se encuentra todo arbitrario: el mundo es una forma vacía y casi inexistente. Es la nada misma adulando al espacio pero sin ninguna realidad trascendente. Luego, uno, iluminado por esa luz esencial que debe ser muy semejante a la de Dios en víspera de la creación, empieza a definir, a coincidir con los objetos: lo grandioso de este sentimiento es la coincidencia que uno lleva a cabo, parado, por decirlo así, desde el otro mundo.
Este poema (en prosa, a pesar que he adoptado la línea o el verso para destacar algunas ideas y darles cierta autonomía dentro del conjunto; y en verso propiamente tal, cuando el ritmo nos arrastra en algunos pasajes) comienza como definición, con el reconocimiento que un dios hace del mundo que ha creado, o que podría haber creado hace mucho tiempo, ¿Qué son la nariz, los ojos, la voluptuosidad, el acto sexual, para ese dios que ignora el tiempo y el espacio? ¿Cómo traducirle a su lenguaje de eternidad estas formas temporales y con palabras temporales? Ingrato trabajo, difícil tarea: porque de ningún modo alguien que no sea, como yo (el poeta), dios y hombre a la vez podrá reconocer la verdad y la justeza de estos hilos que he tendido entre dos mundos tan cerrados. Lo intenté en un momento de fuerte éxtasis. Un éxtasis que hizo esfumarse la realidad, en un comienzo, y, luego, que me hizo comprenderla, sentirla, vivirla, con una patencia irresistible. Es el gozo de vivir, por fin , la realidad después de haber morado en el vacío. Al fin el poema se plantea como pérdida. Es la libertad de morir y de vagar, por fin, después de haber verdaderamente vivido.
Ambos movimientos pueden ser perpetuos, y nada sino la fragilidad humana habría de impedir que se sucedieran a través de nuestro ser hasta el infinito: Eternidad, tiempo, eternidad, tiempo. Rayando por estos dos túneles alternos, una hermosa zebra es el hombre. El que se atreva lea mi poema toda la vida, y encarne, con vigor y profundidad creciente, el símbolo de mi animal.

lo que me lleva a especular sobre la inutilidad de la poesía. Es quizá el más estereotipado de los actos del hombre. Eso es lo que la hace tan, tan humana, tan significativa; es un secreto mecanismo oculto en nosotros, puesto allí para que cada uno descubra la misma y redundante cosa, pero solo, por separado, aislado, como sello de nuestra finitud y para que, descubierto aquello, nos sea revelada (¿desde nosotros mismos?) la epifanía de que en esa pequeñez radica la universalidad de nuestra gloria.

***

Léase a la luz de lo anterior:


You were silly like us; your gift survived it all:
The parish of rich women, physical decay,
Yourself. Mad Ireland hurt you into poetry.
Now Ireland has her madness and her weather still,
For poetry makes nothing happen: it survives
In the valley of its making where executives
Would never want to tamper, flows on south
From ranches of isolation and the busy griefs,
Raw towns that we believe and die in; it survives,
A way of happening, a mouth.

- In Memory of W.B. Yeats, WH Auden

15 de agosto de 2012

Ventajas Comparativas

Anoche fui a una fiesta gay. Válgame añadir, mi primera fiesta gay. Susana fue mi chaperona, mi Virgilio; David fue Luzbel mientras yo era Fausto. Entonces, lo esencial:

a) Lo pasé incríble.

b) No, no me agarré/tiré a nadie. 

c) No, no por falta de oportunidad.

De todos modos, este blog aún no cae tan bajo como para sólo remitirme a bitacorear mis eventos, así que les traigo un tema. Tema que arrastro desde hace un tiempo, y que esta fiesta nutrió poderosamente como evento experimental.

¿En qué está el éxito de la homosexualidad?

La homosexualidad no es nueva, todos en algún momento de la media nos dimos cuenta cónchales, los griegos vuelta y vuelta; los sodomitas han legado hasta hoy el nombre, y cada cierto tiempo un gran hombre nos recuerda que siempre han estado allí, como Wilde o Turing.

Las investigaciones realizadas en bonobos sobre homosexualidad en primates superiores hace ya rato que dejaron de ser anecdóticas para convertirse en un corpus consistente de evidencia. Por lo mismo, no soy en modo alguno novedoso cuando observo que la homosexualidad pareciese conformar un fenómeno habitual entre los sexuados, añadiendo valor a la línea que tantos han intentado borrar entre reproducción y sexo.

Sin embargo, es evidente que la tendencia homosexual no es precisamente eficiente a la hora de perpetuarse evolutivamente; de hecho, si fuera una tendencia exclusiva, desaparecería por completo. A menos, por supuesto, que sea un caracter que viene de suyo con otros elementos que sí son adaptativos. De ello y la observación de la transversalidad de la homosexualidad en animales, se puede desprender una primera hipótesis: La sexualidad es la expresión variable de una capacidad adaptativa, la reproducción sexuada, y estos son dos elementos separados.

Esto es importante pues así como lo importante es tener pelo para proteger la cabeza (y da lo mismo que el pelo sea rubio o negro o colorín), en la sexualidad la capacidad sexual es lo que se perpetúa, no el estilo de su uso. Leído en forma inversa, la homosexualidad es una de las consecuencias posibles de la sexualidad, una de muchas manifestaciones de un abanico. 

Sin embargo, es evidente el boom que ha tenido la homosexualidad en los últimos años. Una mente tranquila podría quedarse con que siempre estuvieron allí, nada más que ahora los vemos. Yo prefiero ser más aventurado; me parece que el fenómeno merece más interpretación. Y dada mi formación, no puedo no enfrentarlo así:

¿Qué tiene la homosexualidad de adaptativo?

Si la reconozco como una conducta habilitada por la capacidad sexual, y reconozco que ha sufrido una selección positiva en el último período, tiene que ser porque algo aporta al individuo; esta manifestación del abanico se ha convertido en mejor. Y como siempre, la respuesta se desprende de la observación.

Los homosexuales funcionan como comunidad, o por lo menos muchos de ellos, y los más visibles de ellos. Hay un sentido de pertenencia, un sistema de reglas y códigos comunes, e incluso, de protección y apoyo. Sistemáticamente han enrolado algunas posiciones sociolaborales; ser un diseñador gay es un plus frente a uno hetero. 

Sin embargo, creo que el sentido de pertenencia va mucho más allá. La comunidad homosexual está proveyendo un nicho que resulta satisfactor de un cúmulo de necesidades generadas por el sistema mainstream actual. Ahí está su secreto: la serotonina. Se saludan siempre de abrazo y de beso, y de cuando en vez, con una caricia; todos se conocen con todos (y en algunos casos, todos han agarrado con todos), y si no se conocen, bum, se acaban de conocer y problema resuelto. Es una comunidad basada en el afecto físico y la sonrisa. Es, por ello, una respuesta tremendamente funcional a un mundo que condena el tacto y la individualidad. Si todos son medias locas, se pueden reír de ello con soltura. Y es justamente esa la gracia: la soltura, el "sin ataduras", la plasticidad relacional.

Nuevamente la realidad me subraya lo que alguna vez dijo Roberto Musa sabiamente: la homosexualidad no existe. Sólo existe la sexualidad. Y la expresión de ésta debiera ser, por supuesto, adaptativa al individuo para con el medio; me queda más que claro en qué sitio está la comunidad gay.




1 de agosto de 2012

Consumo.

"La contracultura como bien de consumo" escribió el Leo hace poco en su muro del caradelibro. No es infrecuente ver alocuciones airadas de este tipo llamando a la reflexión sobre el hecho - aparentemente - escandaloso de que estamos inmersos en una sociedad de consumo: "Eres lo que tienes", "Consumo, luego existo"; está el ambiente lleno de otras similares.

En primera instancia, parece un horror plenamente compartible. En efecto, la sociedad de consumo lleva a las personas a individuarse por medio del mismo consumo. Como el consumir es dinámico, insustentable y rápidamente obsoleto, su ejercicio conduce a un sistema de identidades que caduca constantemente, llevando a un profundo desarraigo cultural, a una competencia económico-clasista, y a la imposición de más consumo con objeto de mantener la identidad.  Es una no-identidad que está permanentemente puesta en duda, generando angustia y prácticamente obligando a perpetuar el consumo, so pena de "dejar de ser". Desde donde se lo mire, una catástrofe sociológica. En la medida que la novedad barre con la tradición, el sentido de pertenencia se difumina y se vuelve una plataforma móvil, frágil, que no genera sustento emocional: para "ser parte", se debe "tener parte" lo que impone una carga sobre el núcleo humano productivo que es, ya se ha visto, inabordable.

Básteme para ejemplificar lo anterior dar una comparación que me viene rondando hace un tiempo. Cuando ideamos el sentido de pertenencia de los mapuches, lo hacemos en torno a elementos tradicionales, inconsumibles, y sobre todo, permanentes. El lenguaje, la vestimenta, la facies. Elementos que no permutan. Por el contrario ¿Cuáles son los elementos de persistencia, de continuidad, en la cultura huinca? ¿Qué hilvana al chileno promedio de hoy con el chileno promedio de hace, digamos, 100 años? El lenguaje ciertamente no, es cosa de observar la brecha generacional entre individuos separados por escasos lustros; la vestimenta intercambiada con períodos de apenas 10 años pudiera parecer casi un disfraz. Podemos buscar y quizá entre los cerros de escombros hallar algo (¿La debilidad por los mostos de baja calidad?). 

Claramente esa cultura - la cultura central de occidente, si se quiere - es una no cultura, en la medida que no ofrece ninguno de los puntos de apoyo, de catapulta al individuo que un aparato simbólico debiese otorgar. Por el contrario, se configura como un elemento de opresión, que confina al ente, predelimitando sus obligaciones, sus aspiraciones, y su sistema completo de existencia. Atrapando en vez de liberar; atemorizando en vez de segurizar. Relativizando el punto de referencia al trastocarlo en un punto de diana.

¿Cómo es esto posible? La individuación es un proceso curioso. El humano, a través de asimilarse lo más posible a sus pares, busca hacerse único; por medio de la repetición, generar novedad. Si se enfrasca en el proceso de compra para poder hacer la similitud, se estanca en esa fase, teniendo que perpetuar la adquisición como medio de participación en la cultura; pero cada vez que comenzaría el proceso de hacerse único, su pertenencia se hace caduca, porque ya hay un más grande televisor, un más nuevo automóvil. Sólo la minoría logra tener recursos suficientes para mantenerse sobre la cresta de la ola de la renovación de los bienes asequibles, para poder progresar en la adquisición de aquellos bienes "de especiación", que comulgan con su íntimo plan de desarrollo. Todo esto, claro, a expensas de un esfuerzo cuestionable en la medida de lo saludable.

Pese a lo anterior, no puedo sino concordar: Todo es un bien de consumo. La cultura es un bien de consumo, el arte es un bien de consumo, la bondad es un bien de consumo, la paz es un bien de consumo. Soy lo que consumo. La alternativa al mundo de consumo es retornar al aislamiento en aldeas, la renuncia de lo urbano y, aunque duela decirlo, sus placeres y licencias. El consumo es el hijo del comercio, y el comercio es la única forma de conseguir los granitos de mostaza para esa receta que me alegra la tarde, o las cuerdas de guitarra para esa noche de canciones. No es arriesgado decir que la humanidad ya adoptó el camino del comercio; el consumo es indesligable.

Sin embargo, debe entenderse el consumo en un contexto amplio: consumir es asimilar, es incorporar al yo. Replanteado (o más bien, mejor entendido) así, el consumo puede reinterpretar su función de motor de pertenencia. El no consumo, por ejemplo, puede ser un modo de participación; el consumo dirigido, también. Esto requiere de nuevas nociones de comunidad, claro está; no las dictaminadas desde el sector productivo (cuyo interés es producir y vender, no generar identidad; es la sociedad la que malprocesa esto y lo vuelve piedra de sostén a la identidad), sino comunidades pre-hechas que consumen. De este modo, efectivamente yo soy lo que consumo; pero en este consumo lo que se expresa es una libertad dominada de incorporar al yo soy los beneficios que una sociedad de comercio ofrece.

Primeramente, porque una sociedad de comercio diversifica; en el acto de consumir, radica la individuación por igualdad, pero en el qué consumo, la especiación, una especiación más rica, más completa, dinámica, como puede ser dinámica la naturaleza humana, reconocida como piedra de igualdad no el tomar todos la misma opción, sino estar todos en el acto de optar. Luego, porque la sociedad de comercio beneficia a todos en el intercambio (en la medida en que todos tengamos ello en mente, claro, y no optemos por el abuso). El consumir deja de verse como el fin, sino como herramienta.

La exigencia estriba, por supuesto, en que toda herramienta debe usarse para un propósito; es esta finalidad la que hoy se encuentra perdida, permitiendo que el medio se troque en destino, haciendo de una sociedad de comercio, su versión degenerada, una sociedad de consumo. Es este propósito el que hay que replantear; el que hay que inculcar en nuestros hijos. Es este propósito, en definitiva, el acto más profundamente humano, más obligatoriamente revelador de nuestra libertad.  Justamente, el acto final del que estamos declinando participar. Teniéndolo, el acto de consumo se desprende de sus vicios impuestos por su enajenación como fin en sí mismo, y se vuelve naturalmente en el brazo de la autodeterminación y desarrollo.

Porque yo soy lo que consumo; pero primero, Yo Soy.

21 de junio de 2012

Realidad, Estados del Universo, Fuentes de Energía, Think About It

Estimado Lector@: Como es tradición, en los posts largos y con mucho contenido, suelo ambientar con fotos de mujeres hermosas. Sin embargo, en atención a que la mayoría de mis lectores comentantes son féminas (el monoardilla, la Coni, el Leo...), también habrán hombres hermosos. Lo siento. Viva la igualdad.

Intuitivamente, nuestro cerebro cataloga como "reales" todos los elementos manipulables por nuestros dedos. Es rayano en lo tautológico lo que acabo de proponer, puesto que es precisamente a partir de esos elementos de los que el cerebro construye los objetos semánticos y experienciales con los que se construye la percepción, y a través de la percepción, lo "real". Luego está la acumulación de experiencias consistentes tanto con los objetos así diseñados, como con las percepciones que derivamos de ello, que nos motivan a formular - inductivamente - observaciones (leyes) de lo real.

Superada esta etapa, se añade la etapa técnica en que la capacidad perceptual se expande (microscopios, telescopios). La ley para aceptar algo como real en esta etapa es simple extrapolación; si ese algo muy pequeño o muy grande genera cambios observables en el material de suyo real (cosas que me caben en las manos), puedo catalogarlo como real.

Sin embargo, algunos fenómenos permanecen fuera aún del campo de la percepción expandida. Nadie nunca ha visto una corriente eléctrica (Aunque si Nikola lo hubiese dicho, damn boy I'd believe in him). Sin embargo, se la inviste de realidad en la medida que produce cambios observables en la materia que cabe en las manos (enciende ampolletas). Sin embargo la traslación a realidad es acá un poco más quisquillosa, antes de sacarle el mero título de "magia"; le pido una explicación teórica consistente. No es sino una vez que he llevado dicha explicación teórica al campo de la prueba repetida, obteniendo resultados consistentes, e incluso, complejizaciones y teorías derivadas (la corriente eléctrica enciende ampolletas, autos, ciclotrones), que lo acepto como real (Me doy cuenta que los últimos tres párrafos terminan con "real"). 
Solenoide de Tesla. ¿Por qué en este artículo?
Porque todo va mejor con Tesla, bitches.

Llegados a este punto, hay varias maneras diferentes de dudar de la realidad. La más obvia, y qué daré por despreciable dada autoeliminación como argumento, es dudar del proceso de manipulación - percepción. Si vamos a empezar con el cuestionamiento Berkeleyano (originalmente busqué la cita como Berkley, rendered THIS, dear god) y nos preguntamos si no seremos conciencias flotando en un espacio vacío, creando el universo de la nada, podemos dudar de la realidad, claro. Pero no podemos proponer ninguna incidencia tampoco sobre la realidad, so we don't care.

No. La duda más interesante la planteó la física misma durante el siglo XX, justamente en su esfuerzo por buscar esas leyes últimas que permiten definir todo lo real. Pues, claro, puedo decir que la corriente eléctrica es real, enciende la ampolleta, el auto y el acelerador de partículas siguiendo el mismo set de reglas, por lo que las reglas TIENEN que estar correctas... ¿no?

La patada en los cocos que significa la ecuación de Schrödinger es fundamentalmente ésta, en términos pedestres: ¿Qué pasaría si esas observaciones consistentes de la realidad no fuesen producto de la causalidad (y por tanto, clausura del mundo físico como sistema determinístico cerrado), si no de la casualidad? Es cierto, son 2000 millones de años de observación consistente los que han permitido la vida [sin embargo, las sucesivas extinciones que se han visto se verían neatly explained por cambios en las leyes físicas, ¿no?]. Pero mientras más nos acercamos a las fundaciones de lo que consideramos "la materia", el más patente de los estados "reales", más sugerente se hace que todo el set de reglas determinísticas con el que trabajamos se deriva de un montón de resultados observacionales que dependieron de sucesos probabilísticos, no determinísticos. Da la suerte que son probabilidades fuertemente tendientes al 0 o al 1, lo que permite construir ciencias enteras alrededor, pero no deja de ser probabilidad, bitches.

Lo podemos explicar así: si tiras una moneda al aire una sola vez, las conclusiones que puedas sacar si sale cara (como por ejemplo: cada vez que una moneda se lanza al aire, sale cara) valen hongo. Si la tiras al aire 40000 veces, ya podemos empezar a hablar. Sin embargo, la realidad se parece más bien a una moneda que tiene una carga pesada en la cruz, y por eso siempre sale cara. Las 40000 veces que hemos tirado la moneda, efectivamente resulta cara, por lo que hemos podido sacar conclusiones operacionales que parecieran emular reglas determinísticas (es decir, que dado el set de condiciones inicial, SIEMPRE repite el mismo resultado, A siempre lleva a B). Sin embargo, en cualquier momento puede salir la cruz.
Piénsalo. Imagina que la taza de café de pronto se va hasta el techo. Que de pronto, los electrones atraen protones y todo se convierte en una reacción nuclear gigantesca. Todo parece apuntar que más que determinista, nos movemos en un universo probabilista, y que en consiguiente, las leyes físicas no son más que un estado transicional para describir al universo, un maquillaje más que la piel verdadera.

Los corolarios de esto son, por supuesto infinitos. Popper (jaja, no, mentira, este Popper)se ocupa de comentar (no muy a mi gusto, pero lo hace, en las primeras partes de The Self And Its Mind. No encontré el texto del libro disponible, pero aquí hay una recensión del Opus) de cómo esto implica que el método reduccionista de abordaje para el universo es un método bueno para trabajar, pero inadecuado para explicar, y por lo tanto la frontera lingüística a elaborar está en aceptar la existencia de las propiedades emergentes de las interacciones entre procesos como impredecibles, en vez del determinismo que venimos aceptando hasta ahora. Eso, en castizo, es holy shit, puede que no existan los fantasmas, el ayurveda, el psi, y muchas otras cosas, pero, si existen... pueden ser explicadas por propiedades emergentes. El mundo está loco, hermano, todo se puede. Además, al fin le puedo dar un asidero a la teoría personal que tengo de que las reglas físicas son transientes, y corresponden a una descripción del universo aplicable al ambiente local, pero que no tienen necesariamente validez en otros lugares. There, lo saqué de mi pecho.

Sin embargo, todo este post iba a ser sobre ciencia ficción, porque cada vez que pienso en todo esto me viene a la mente lo mismo:

Lo que sucede es que en verdad todo el universo es un bloque fijo y constante de materia, como un mar de Dirac pero de toda la materia, la materia es una cosa espesa, inatomizable, no hay tal cosa como protones y electrones ni neutrones ni neutrinos ni muones ni no bullshit, el universo es continuo, thick as a brick. Lo que pasa es que nosotros somos parcialmente sensibles (no estoy hablando de concientes, mierda, esto es otra cosa sustancialmente diferente). Si no lo puedes percibir, blam, no está allí, sus propiedades no te afectan, y estamos inmersos en este mar, aislados del resto del mar por este set de leyes físicas. La gravedad es en verdad el roce de la materia consigo misma. Y surge una disciplina de la física que intenta estudiar este set de procesos con los que la materia que conocemos no interactúa, que es la física de procesos no interactuantes, de la que se deriva primero la tecnología para generar sistemas aislados a la perfección, desligados del set de leyes conocidas; mini universos. Luego, se deriva la energía de roce, obtenida a partir de forzar procesos aislados a interactuar, generando cantidades obscenas de energía.

El libro sería más o menos así. Y como cita introductoria tendría:

“Se podría decir, pues, que los resultados de la física moderna sugieren que deberíamos abandonar la idea de una substancia o esencia. Sugieren que no hay una entidad idéntica a sí misma que persista a lo largo de todos los cambios en el tiempo [...] Ahora el universo se nos aparece no como una colección de cosas, sino como un conjunto interactuante de sucesos o procesos” 
- Sir Karl Popper .
Damn, si tuviera la energía para escribirlo. 


Mentí. Simplemente, no se veía bien.

14 de abril de 2012

El protestante ABC1

Dijo Roberto Musa, respecto de este post:


"El nefasto sistema actual es mantenido por la voluntad de los individuos de recibir especializaciones pobres a precios exorbitantes con el solo propósito de ser profesionales. Estos individuos desean ser profesionales ***para lucrar***."
is not the whole story. Diría que el deseo de ser profesional es menos un intento racional (y subrayo 'racional') de acceder a beneficios y plenitudes futuras que una gratificación simbólico-identitaria inmediata. Esto hace más problemático venderles tu argumento justamente a quienes más beneficiaría.
            Estoy poderosamente de acuerdo. Acabo de terminar una novela de Stanislav Lem (lo mejor que le ha pasado a la Ciencia Ficción desde Theodore Sturgeon... en verdad, creo que simplemente lo mejor que le ha pasado al género) en que se aborda someramente el clásico dilema hombre máquina. Hacer hombres máquina, seres artificiales con sentimientos, indistinguibles de los humanos, es como sintetizar lechugas capaces de aprovechar la luz solar, de crecer en el campo, de hacer todo lo que una lechuga haría, pero que fuese incomestible. Es simplemente un derroche inútil. Porque mientras más se refina una máquina, mientras más se perfecciona su raciocinio y se optimiza su sistema de decisiones minimax o de decisiones estocásticas o de cualquier tipo de decisiones, más se aleja en su naturaleza de una mente humana. Porque al ordenador se pueden entregar múltiples preprogramas, introducirlo a las leyes de Asimov, darle prioridad de autoconservación, lo que se desee, pero siempre actuará bajo estas normas en forma racional. Lo que no se puede introducir en la máquina, puesto que implica mermarla, es deseo.
      El deseo es lo que hace único al cerebro humano. Como dice Roberto, es deseo lo que ha generado el debate en torno a la educación en Chile. Deseo sin destino, puesto que nunca se ha discutido por qué se quiere educar a las masas.
      Efectivamente, educar los deseos es una tarea titánica, por eso me parece horrible un fenómeno satelital al proceso: El protestante ABC1. Ese niñito bien educado, que está no sólo en la universidad, si no que en una buena universidad, cursando la carrera que quería en el lugar que quería, la más de las veces, pagado por sus padres. Ése, que sale a protestar por los derechos de sus coetáneos; ése que se convierte en presidente de sus federaciones y aparece en la Tevé hablando de educación pública y gratuita. Ése que se convierte en tomador de decisiones, en movilizador de masas, en agente gestor de las soluciones del conflicto.
         ¿En qué modo es un ente dañino? dirá el público lector. Por el contrario, es un ser empático, comprometido con el prójimo, activo y ético.

1) Desconoce las leyes básicas dictadas por Marx. Si realmente se quiere la revolución Social, Marx impuso una condición que hasta ahora ha permanecido irrefutable: Se requiere de condiciones sociales negativas. Se requiere que el sufrimiento movilice a la población. La ecuación depende del grado de opresión y del tiempo de opresión, según Marx. Al parecer, los únicos que han tomado nota de esta ley infalible son los opresores. "Oprime poco por tiempos largos, o mucho por tiempos cortos" o "disfraza la opresión de bienestar" serían axiomas que tendrían que estar en un Príncipe de nuestro siglo. La participación del ABC1 en los conflictos sociales que no son de su clase descomprime el malestar. Primeramente, porque los cabecillas del movimiento de descontento son individuos que no están descontentos. Esto genera un liderazgo anómalo; les quita a los oprimidos la voz de lucha por su propia opresión. Genera riesgo de toma de decisiones que no repercutan sobre el problema original (esto no es un must, pero es un riesgo). Finalmente, pero más terriblemente, genera sensación de bienestar en el oprimido: se están haciendo cargo de él. Esto puede perpetuar el conflicto. No tengo para qué explicarlo, Orwell ya lo hizo por reducción al absurdo en 1984: La mejor manera de evitar un estallido de revolución es generarla tú mismo. Que la revolución sea organizada y llevada a cabo por acomodados no sólo es un contrasentido, es inefectivo. No sucederá, porque el zapato no les aprieta lo suficiente para llevarla hasta sus últimas consecuencias. Es para ellos, un, muy importante, muy trascendental, pero muy, juego.

2) Valida el deseo espúreo. Si un universitario dice "la universidad es menester para el desarrollo del individuo", ¿Cómo no creerle?. No tiene tribuna el que dice que estudiar es sacrificado, que hay que dejar de ver al menos uno de los realities de la televisión y usar ese tiempo en estudio, que hay que amar la ciencia para ser realmente bueno en lo que se hace, que hay que asumir responsabilidades, ya sea por la labor que se desempeña (salud, educación, etc.) o por el cargo (decisiones gerenciales), y que tal responsabilidad es una fuente de stress, que no sólo está el ser universitario si no que hay que ser un buen universitario, la más de las veces subdiferenciado, etcaetera. Se plantea la universidad como una panacea social desde adentro. Los que están afuera están obligados a creer en ello. Si un universitario dice que en la universidad regalan dulces, el tipo que ha vivido toda su vida en el campo o en la periferia de la ciudad, no tiene otra cosa que suponerlo cierto. Esto perpetúa la ilusión de la universidad como movilizador social, cuando no lo es, pero además, cimenta en la mente pública la universidad como algo bueno en sí mismo. Ese mismo deseo que señala Roberto, que impide que el vulgo tome decisiones que le serían muchísimo más beneficiosas. Un crecimiento educacional en tres generaciones por ejemplo, o la decisión de permanecer en educación técnica, superior o no superior.

3) No sabe por lo que lucha. La mayoría de los cabecillas se desempeña o desempeñó, escolar, universitaria, y laboralmente, alejado del estrato sociocultural al que "defiende". En lo poco que va de mi práctica médica, me ha tocado sinnúmero de pacientes que se embarazan a los 17 años, porque ya es momento y quiere formar familia, y ama a su pololo. Al principio las educaba, que hay que primero terminar el colegio, tratar de ir a la universidad, asegurarle un futuro a los hijos, etc. Pero con el tiempo me he ido haciendo más humilde. ¿Qué voy a decirles? a fin de cuentas, son ellas las que responden al ritmo biológico natural, soy yo el que estoy postergando actos naturales de establecimiento de madriguera en función de conseguir una madriguera más bonita. Antes me enardecía que me hablaran de no tener dinero para medicamentos pacientes con celulares mucho más caros que el mío; pacientes que iban a hospitales públicos con su notebook para no aburrirse; pacientes que se toman vacaciones con viajes dentro del país pero cuyos hijos asisten al colegio más cercano, no al mejor al que podrían acceder. Pero en verdad, eso es lo que quieren: quieren el notebook, no los años de medicina. Quieren el completo, no evitar el infarto. Tratar de imponer una preferencia es un acto opresivo, déspota, e infinitamente soberbio. Con el tiempo he ido aprendiendo que lo que hay que respetar es el fin último, que es ser felices. Ellos son felices con sus cortes sopaipilla, sus pantalones pitillo y su lenguaje argot. ¿Quién soy yo, turista espacial, para venir a rebatírselo? Lo que hace el universitario activista es intentar privarles de una felicidad que ya disfrutan para que vengan al otro lado de la carretera a disfrutar del tipo de felicidad que ellos disfrutan. Como si el peligro de morir entremedio atropellado no existiera.