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10 de octubre de 2011

Epifanía

De todos los lugares posibles, ayer en el supermercado.
Yo no estaba tan mal vestido, pero no iba preparado, claramente.
Tenía el pelo largo, suavemente ondulado, castaño muy muy claro pero que no alcanzaba a ser rubio. Los ojos eran de un celeste (porque no eran azules) marino, salado, profundísimo, hermosos y almendrados; la nariz recta coincidía con el porte elegante y la perfección de unos labios generosos delineados con exactitud exquisita.
Vestía una chaqueta estilo militar, enbordonada y con cientos (literalmente) de pequeños botones, entallada, unos jeans rasgados, y toda la belleza de la que un solo cuerpo se puede hacer cargo sin generar fusión fría en el aire.
Me paré en seco. Probablemente es la mujer más bonita que he visto. Tuve una genuina reacción física al verla, me cambió la respiración, probablemente se me abrieron las pupilas para poder ver las de ella como dos pozos en medio del mar.

Me saqué los audífonos, y me di cuenta que tenía que tomar una decisión. JI, puedes hacer dos cosas en este momento. Ir, mirarla con cara de cordero y decirle eres la mujer más hermosa que he visto, o callar y aprender a vivir con que no lo hiciste. Y no se trata solamente de tener los cojones y la tranquilidad de eventualmente hacer el ridículo, es tanto, desgraciadamente, tanto más; se trata de volver a preguntarme quién cresta soy ahora - siempre el ahora, siempre con la sombra del que era antes -, qué cosas quiero, qué cosas puedo hacer. Creo que incluso sería más fácil si no pesara sobre mí la espada de Damocles del conocimiento que dice ya he hecho esto antes pero es aún peor porque inevitablemente viene ligado el y dios mío que bien te salió y más aún es lo que mejor te ha salido, porque pesa, porque pesa y daña y no es un grado más de libertad, es un grado menos.

Qué es lo que quiero ahora. Qué es lo que hay que hacer.
Y sé que la pregunta es viciosa y malvada desde el principio, sé que no hay un hay que hacer, sé que es mucho más probable que la flaca del súper no haya sido la mujer de mi vida y no es mi culpa dejarla ir.

Pero diantres ya he estado aquí, ya he hecho esto, qué es esta cadena que me atrapa, qué es este frío y esta inmovilidad y este montón de considerandos y post-pensamientos y vueltas de rueda que ahora hago antes de hacer las cosas, cuando yo solía sólo pararme y decir wow, eres hermosa.

¿Estoy mejor o estoy peor?
Y nuevamente sé que la pregunta está mal formulada, this is not a contest and there's no wrong and no right. Pero me es difícil que no lo haya.

A veces quiero una vida de selección múltiple con hoja de respuestas.

Ella era hermosa, hermosa, como un sol, como dos soles, como una galaxia completa, como el espacio por completo vacío, innominado, sospechoso, y absolutamente sin límites (desconocido) que hay entre las galaxias, como burbujas de un universo que sólo crece. Y yo no se lo dije.

Mientras me alejaba (mientras ella se alejaba) resonaba en mi mente un poquito del Tao

Si quieres que algo se contraiga,
primero debes dejar que se dilate.

Si quieres deshacerte de algo,
primero debes dejar que florezca.

Si quieres tomar algo,
primero debes dejar que te sea dado.

Esto se llama la sutil percepción
de la forma en que son las cosas.

¿Quién puede esperar tranquilamente
mientras se asienta el lodo?

¿Quién puede permanecer inmóvil
hasta que llegue el momento
de la acción?

El problema parece ser saber.