Leí a Foucault en "Sexualidad y Poder" que una inflexión en el concepto de poder en el mundo occidental había sido desde lo prohibitivo hacia lo generativo. No tengo el libro cerca como para citar, pero en el fondo, en el siglo XVIII y antes, poder significaba poder evitar, hacer que otro no pudiese. En algún momento, se hizo la transición hacia un poder mucho más significativo, más absoluto, más hiperubicuo. El poder de hacer que el otro hiciese: como lo denunciaron los escritores de sci-fi y otros (Orwell, Dick, et caetera que no me vienen a la mente right now), y últimamente, todos los análisis sobre el poder de la publicidad. Hacer que el otro haga lo que quiero: poder infinito e indiscutible.
¿Para qué balear a los obreros dentro de las fábricas? si puedo hacer que compre lo que yo quiero que compre. Podría generar párrafos y párrafos en la idea, pero señor lector, si a ud. le interesa el tema, ya pensó y ya leyó y ya vio y ya reinterpretó las mismas fuentes que yo estaría metiendo a la coctelera, así que como amigos, yo voy a pasar s
traight to my point.
Se me ocurre que esta variación del poder también afectó una institución vieja, vieja: La paternidad. Y después de años y centurias y tradiciones de padres que imponían la prohibición, el tabú, el límite, pasamos a la generación de los padres dialogantes, de los padres que a su vez fueron criados con la tv encendida. Y ellos sí creen en este paradigma del poder que genera.
¿Pero no genera acaso eso mismo que está dentro de ellos? Esa violencia. Los niños histéricos y neuróticos a los 5 años, los niños sobre y sub adaptados, well you know what i mean.
Le creo más al viejo modelo. Es más fácil entenderlo y crecer en él. Este poder nuevo es como una telaraña que se adhiere a tu piel y te deforma hasta que ya no te reconoces. Y no quiero eso para Sofía, nope.