Advertencia

Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.
Mostrando entradas con la etiqueta Traducción. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Traducción. Mostrar todas las entradas

7 de mayo de 2012

Semper Eadem

«D'où vous vient, disiez-vous, cette tristesse étrange,
Montant comme la mer sur le roc noir et nu?»
— Quand notre coeur a fait une fois sa vendange
Vivre est un mal. C'est un secret de tous connu,

Une douleur très simple et non mystérieuse
Et, comme votre joie, éclatante pour tous.
Cessez donc de chercher, ô belle curieuse!
Et, bien que votre voix soit douce, taisez-vous!

Taisez-vous, ignorante! âme toujours ravie!
Bouche au rire enfantin! Plus encor que la Vie,
La Mort nous tient souvent par des liens subtils.

Laissez, laissez mon coeur s'enivrer d'un mensonge,
Plonger dans vos beaux yeux comme dans un beau songe
Et sommeiller longtemps à l'ombre de vos cils!


«¿De dónde te viene - me dijiste - esta tristeza extraña,
que sube como la mar por la roca negra y desnuda?
- Cuando nuestro corazón ha hecho ya su vendimia,
vivir es un mal. Este es un secreto de todos conocido,


Un dolor por mucho simple y nada misterioso
y, tal como tu alegría, rutilante para todos.
¡Así que deja de buscar, oh bella curiosa!
y aunque tu voz sea dulce, ¡cállate!


¡Cállate, ignorante! ¡Alma en constante arrebato!
¡Boca de risa infantil! Con más fuerza que la Vida
la Muerte nos tiene atados con lazos sutiles.


Deja, deja a mi corazón embriagarse de una mentira, 
hundirse en tus ojos bellos como en un bello sueño
¡y dormitar largo tiempo a la sombra de tus pestañas!

Fleurs du mal, Las flores del mal, Charles Baudelaire, 1861. 
(Trasliteración al español mía).


-------------------------------------------------------------

Así, así tal cual, Charles. He llegado a creer que estoy en la buena senda, a punto de tropezarme con lo mismo que yo escribo en letras de siglos. No puedo negar que el hoyo en el amor propio es grande, pero la recompensa es aún mayor. Parra, Auden, Baudelaire: cada vez que he entrado (porque son como una piscina espesa, e infinita como un océano, en el que hay que sumergirse por completo) en la obra de uno de ellos, como de refilón, como por si acaso, me he hundido en mí mismo con fuerza, con asombro, casi con lujuria. Esas letras obscenas y malditas que son mis letras no dichas.

Creepy Guy. Es como el sujeto de pelo grasoso, callado,
que se sienta en la última fila y fantasea pornografía
medieval. Y probablemente lo era, nada más que de pasada
es uno de los mejores poetas de la historia de la lengua.
Cuando uno se enfrenta a Baudelaire hay que tomar una postura. Pese a lo que pareciera, sus poemas son de una sutileza genial, enloquecedora. Metido en medio del romanticismo más obtuso, recargado de frases amorosas, de ojos como zafiros y rostros de ébano, Baudelaire renuncia a renunciar a estos esquemas. Por el contrario, usa y abusa. Y ahí podría uno tomar la primera postura, dejarse llevar por la innumerable repetición, casi pleonásmica, del deux, del deuce, del dulzor almibarado con que describe todo lo que no sea él mismo, y decir, sí, este tipo es el clímax del romanticismo, su métrica elegante, su spleen melancólico, su uso de las figuras del gato, del demonio. Pero Baudelaire va mucho más allá.
Utilizando la jaula de finales rimbombantes por excelencia, el soneto, logra algo que yo no se lo he visto a nadie más que a él: el mejor verso del poema nunca es el último. Cuando nuestro corazón ha hecho ya su vendimia, / vivir es un mal. Concha desu madre. Y así todo el tiempo. cada poema es un pequeño retrato de su poética completa, una poética que nace acabada porque lo bonito ya fue, y sólo quedan los preámbulos que anuncian la decadencia, la obscenidad, la grosería. Y no se cuida de hablar de putas ni de nada, está ahí, en el centro del fin, anunciando su caída como albatros viejo.

Y por otro lado, viejo, Semper Eadem.



17 de enero de 2012

Traducción Poética, Borges, Whitman.

          Cuando cursaba el 2º medio, mi profesora María Lorena Araya tuvo la lindura de regalarme los Sonetos y La Violación de Lucrecia, de Shakespeare, en inglés. En su momento el regalo pareció excesivo, pues claramente mi inglés proviniciano no estaba preparado para leer el cúlmen de toda esa lengua.
          Sin embargo, el profundo agradecimiento vino años después, cuando cogí el libro nada más por curiosidad y pude enfrentarme a lo que en algún momento leería descrito - acertadamente - como el "vigoroso, muscular endecasílabo inglés". Probablemente en esa primera lectura perdí, siendo optimistas, la mitad del contenido de lo que leía; pero la música estaba allí, abierta ante mis ojos, fascinándome y cambiándome por dentro.
          Tuve que conseguir obras a texto enfrentado para comparar, para extraer vocablos oscuros, para ordenar ideas supeditadas dentro de ideas supeditadas que escapaban a la capacidad de trabajo de mi fascículo arquato cuando se trata de una lengua no materna.
          Y así fui aprendiendo a leer poesía en inglés, pero también fui aprendiendo a leer a los traductores de poesía.
          Toda traducción es reescritura, claro. Pero también es pérdida.  Algo hay que privilegiar, y sangre debe correr por las paredes del altar transfigurador de la transliteración (so many t's there!). Fui viendo que algunos preferían conservar el verso y el ritmo (notables fueron unos sonetos endecasílabos traducidos a sonetos alejandrinos, justificadamente para conservar el contenido sin sacrificar el verso y forma, que me introdujeron simultáneamente a este tipo de traducciones, y al verso alejandrino: Falaquera, con Shakespeare); otros jugaban su ser por el lenguaje, la precisión del término, la exactitud del fondo.
Otros, pocos, los más sutiles, los más - si se quiere - modernos, intentaban la mucho más difícil idea de traducir el tono, el ambiente, el modo (Eduardo Iriarte lo logra con Auden).
          Por eso mi alegría fue vasta cuando, al decidir emprenderla contra el americas gigas, contra el viejo de plata, Whitman, encontré traducción por Borges. No es novedad para nadie que me gusta Borges. Le tengo cariño. En palabras del mismo Whitman, They did not love him by allowance, they loved him with personal love. Como narrador es fundamental. Esa sensación de yo he pensado esto pero no sería capaz de escribirlo así sucede con Jorge Luis más fuertemente que con cualquier otro. Pero como poeta es... fome. Fervor de Buenos Aires no es un libro imprescindible en una biblioteca poética como sí lo es El Aleph en una de cuentos.
          Pero como traductor poético es pésimo.
          No hay respeto estricto por el contenido; no hay respeto por el ritmo, por la longitud del verso, por el peso del verso, en una poética que se pasa por la raja la rima y la métrica. No logra atrapar el tono. Y como si esto fuera poco, se aroga la licencia de mitigar en ciertos pasajes las licencias amatorias de un autor que, si hemos de creerle al pie de la letra, le hace de chincol a jote. Imperdonable.
------------------------------------------------------------------
          ¿Qué decir sobre Whitman mismo? Song Of Myself es excesiva. Es programática, es cadenciosa, es absolutista. Conceptualmente, incluso Ideológicamente, es un salto adelante de un siglo, no se puede negar ni discutir. Aborda las problemáticas de MIS contemporáneos cuando apenas se empezaban a gestar en los suyos. Y lo hace con un optimismo, con una certeza, que solo corresponden al profeta iluminado. Pero el texto mismo, el objeto bello, cansa. Satura. Hay que cerrar el libro no por emoción, no por epifanía, ni siquiera por la necesidad de digerirlo, sino que por tedio.
          No niego los chispazos. Cuando Whitman escribe un texto perfecto (Starting from Paumanok), es perfecto: arrebatador, total, con un ritmo obligante y unos versos completamente autónomos y un crescendo exacto. Pero no es el grueso de Leaves of Grass. Aún no lo termino, vamos a ver qué sorpresas me depara.