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14 de octubre de 2013

Nabokov y La Atmósfera

Estoy leyendo los cuentos completos de Vladimir Nabokov. Vienen en orden casi-cronológico, así que estoy leyendo al ruso que habla de Rusia, y después desde Alemania mira el exilio y su Rusia sin demasiada nostalgia, o más bien, con una nostalgia que no le empobrece el relato. No ha aparecido el rusoamericano de Lolita, para nada.
Cuando me propuse escribir esto, tenía más o menos en mente citar algunos pasajes. No lo voy a hacer porque no serviría de nada; esto se trata de explicar por qué no. Borges diferencia el cuento de la novela de una manera meridiana: el cuento usa unos personajes para narrar una historia; la novela usa una historia para dibujar unos personajes. Los cuentos de este ruso están… en un lugar intermedio. Quizá en otro lugar. Hay personajes, hay historias, hay veces que hay más de lo uno o de lo otro. Cuando Cortázar hace Rayuela puedes darte cuenta que es difícil hacer el dicotómico de Borges, porque todo Oliveira es un chorizo para tratar de meterte la duda sobre el otro lado, una búsqueda violenta de un proceso mental que va más allá de dibujar a Horacio, sino que Horacio lo justifica o permite (quizá Cortázar logró su metanovela, en el sentido que si un cuento tiene los personajes como excusa para la historia, y la novela su historia como excusa para sus personajes, Rayuela tiene su historia y sus personajes como excusa para su idea).
No hay nada de ese fragor de búsqueda en Nabokov. Sorprendentemente desde los primeros relatos, la hechura no muestra las costuras; el sujeto sabe exactamente lo que te quiere decir, y te lo dice al oído, con las palabras que quiere. Quizá son metacuentos también, porque lo que se te queda no son los sucesos, sino el ambiente. La maestría no está en que te queda una sensación, no; lo que pasa cuando terminas un cuento, y te quedas un ratito en silencio, digiriendo, es un sentimiento, preciso, muy delimitado, orquestado con perfección. Vladimir te quiere llevar a un recoveco específico de tu alma, y si lo lees con la debida atención, te lo muestra entero. 

No puedo citar los cuentos de Nabokov porque no podría transmitirles lo que quiero transmitir; porque cada cuento se necesita a sí mismo para construir, con una arquitectura linda, delicada, cuidadosa sin ser frágil, el sentimiento que te quiere provocar. Tendría que citar el cuento entero. Para eso, mejor léanse los cuentos completos, de Vladimir Nabokov.

19 de diciembre de 2012

Argumentum Linguisticum

Por mi parte, el problema de si hay un dios me es bastante más indiferente que el de cómo sería esta divinidad teórica. Anoche soñé una de las aproximaciones más hermosas que han venido a caer a mis manos.

Borges familiarizó el concepto de lenguaje analítico: Un sistema que prescindiese de la idiosincracia y del diccionario, donde cada unidad sintáctica fuera completa, autosuficiente; así, la palabra para conformar gato en la mente del lector, digamos "ardi" sería un acúmulo de partículas donde a corresponde a animal, r a mamífero, d a peludo, y quizá i a casero, y así con todos los objetos, que quedan definidos en su nombre.

Huelga decir que esta es una aproximación profundamente humana al problema de la comunicación. Primeramente, por su propósito: es un habla económica, simplificante, que ahorra tiempo y malentendidos a un ser que vive acosado por su tiempo y diezmado por los malentendidos. Pero en segundo momento, por los ecos de lo que implica como modelo: la pretensión de que el universo es unitario, finito, y disecable: que la realidad se puede clasificar, puesto que es periódica.

Otra particulariadad de tal lenguaje analítico es que se encuentra a medio camino de otros dos sistemas de comercio de palabras que, siendo opuestos, no son sino el mismo. En un extremo, está la progresión en extremo del mismo idioma analítico: Esto es, si pudimos agregar la partícula de peludo, habrá una partícula precisa que nos diga el color, alguna otra para la edad, el tono de los ojos, la posición exacta en que se encuentra el gato, su historia personal (¿o animal?). Las palabras pueden así crecer desmesuradamente, en longitud y en precisión; la mente que manejase tal volumen de información, es decir, capacitada para descifrar las palabras de este lenguaje, se aproxima peligrosamente a una mente no humana.

El otro extremo es el de la palabra completamente (como objeto) carente de información. Es el lenguaje que (como sistema de numeración) el mismo Borges propuso para los ángeles: un sistema totalmente desprovisto de un ritmo, en que cada componente del conjunto (en este caso nuestro, del universo) posee su propio signo denominador. Este es un lenguaje del caos, en la medida en que no entrega información: sólo la multiplica. Ya no solo el gato tiene una palabra en particular, si no cada pelo de su cuerpo, cada gránulo de caspa, cada mirada atenta, tiene su propio nombre, único, pronunciado en la intimidad del dios.

Sistemas de palabras infinitos, inconmensurables, que no corresponden a códigos para densificar la información a expensas de sus detalles (esto es, no son lenguajes humanos) si no por el contrario, se corresponden con la escritura de cada cosa en el libro de las cosas, absoluto, completo, y sin repetición. El lector más atento (y con más tribulaciones teológicas) notará lo inquietante que resulta que de la proyección natural del más humano de los artículos (el habla), la insistencia en cualquiera de las direcciones nos deviene en un mismo artículo divino. El intento lingüístico humano opera como un sistema degenerado a partir de un sistema natural de comunicación de la totalidad; el hombre, finito, mortal, incapaz de la totalidad, roe en los extremos del lenguaje un sistema vicario para manejar la realidad parcelada.

Lamento el argumento teológico que me he visto obligado a descubrir; mi intención era menor, sólo ilustrativa, para una definición de Dios que se me dio durante reflexiones en torno al lenguaje analítico. Imaginando al dios como poseedor de cualquiera de sus dos vertientes, un lenguaje que todo lo define y clasifica al universo, o por el contrario, un lenguaje que a todo glorifica y da un nombre en el libro de las cosas, puede plantearse la siguiente teogonía:

"El acto de la creación, la creación misma pues, es el larguísimo recitado de los nombres de todas las cosas, es dios pronunciando sobre el silencio del vacío el nombre completo y verdadero del universo, un sujeto gigantesco compuesto por cada una de las cosas, la palabra gato, la palabra que denomina la palabra gato y la que denomina la letra g y la que denomina a la letra a y a la que denomina a la g junto a la a, todo a un tiempo, todo en una sílaba inconmensurable; el objetivo de todo esto es poner en acción a Dios, pues si toda la Creación es el sujeto, Dios es el justo predicado, y el universo no existe sino para hacer actuar al Verbo; podemos atrevernos aún más y señalar que el verbo es es dicho, y siendo el verbo solitario suficiente, el verbo ha querido proyectar un sujeto, sacarlo de lo implícito de su existencia a lo explícito, para ser actuado. Después de ello se comprende que al principio era el Verbo, y el universo no necesita mucha más justificación: el universo actúa a dios."

5 de diciembre de 2012

Soy Borges

Últimamente la literatura - mi literatura - me surge como un rush inaprehensible, la frase viene y me golpea para desaparecer evasiva, y yo me quedo del lado de acá, ya no como antes con el gusto aciago de la pérdida sino con la tranquilidad de la movilidad del objeto que vuela; del movimiento del vaso de ouija que acude y marca en mí una línea certera del hipertexto para luego desaparecer de vuelta a la imprecisión que le hace justicia.

Un hombre que no soy yo que soy ahora comerció con las palabras antes, y me precedió en ser yo mismo y decirme; este hombre repitió muchas veces la fórmula que yo voy a repetir ahora. Acaso sintió, como yo, que era verdad, pero no la simple verdad que encierran las palabras desprovistas de su carne, que no es sólo el sonido; acaso el hablaba de la ceguera, y yo sólo vengo a repetir una ejecución que subraya una manera de ceguera en particular, como el gaucho que moría por una figura romana. Acaso prefiguró que un día al cabo de un momento indivisible yo caería en sus palabras y podría decir: Soy yo, Soy Borges.


1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

25 de noviembre de 2012

Del Lado de Allá

Preámbulo
Sustancia
Exordio:

La lectura superpuesta y en clave casi religiosa de Borges, del Tao Te King, de Cortázar, la escucha atenta de algunos cánticos viejos, de los Beatles como de los Brandenburgos o Steven Wilson, Chesterton, Truman Capote, la poesía un poco lánguida de Auden, me han devenido en uno – o varios encadenados, ahora me acuerdo del Cannard Enchaîné al momento de escribirlo: “encadenados” – de esos fenómenos que Morelli denominaba antropofanía.

He estado frente a la misma falsa y electrónica página blanca a la que estoy ahora opuesto desde varias pantallas distintas con su fría luz blanca tratando de decirlo, chocando con una aceptación profetizada contra el muro de aquello-que-no-puede-ponerse-en-palabras justo porque su presencia presupone un con equa, non.

La naturaleza imita al arte, se repite como mantra en todo Julio desde 1914 hasta 1984, pero desde el comienzo discrepé y puedo defenderme ahora con miríada de ejemplos: La naturaleza es el arte:

Ya, por paso de tiempo y de intentos, habiendo prescindido de la voluntad de deciros: He descubierto el universo, releo una serie de poemas (La que sigue). El ser humano trasciende en forma aproximativa, insistía mi profesora de teología; parapetado en esa defensa, esto es un puente a mi revelación esotérica de principios. 

Pero así como la etiqueta vainilla en el frasquito sólo dice algo a quienes ya han olido el mejunje, acepto que no importando las complejidades de la hermenéutica, sólo el iniciado traduce, y el iniciado es sólo y siempre el redactor del alfabeto. Alguno de ésos habrá por allí que tropiece en este lugar y comulgue.


Tema:

Sing of the Exile

(i)
For I have been rejected from the world, I am the world;
rise up and so sing upon not these lands, cornucopy,
no, but the sung is me, I am the sung, the sing, the song,
oucast, wasted, wretched, withered, I am, I sing, I,

for I have been seen insufficient, new totems I rise,
and this brave new world can't be measured but against them own
limbs and feet and hands, 'cause this world is me, and yes I am,
all that satisfies but my shape and sight and forms shall have.

(ii)
Yo he olvidado
las canciones del exilio
pues es sino ése
el exilio verdadero: el olvido
el dejar
de saber
que se ha sido ostracizado
una raíz
o un final.

Lejano he sido largamente
en el fondo de mí lo que yo era desvanece,
y miles de almas cantan mi coro
bajo la dirección vacía de mi ethos alienado,
con un llene
insatisfactorio
de mis viejas bóvedas vacías.

(iii)
Como ye he sido desalojado del mundo
yo soy un mundo,
y es este mundo nuevo, éste, en todo territorio,
soy yo, yo soy, y mis formas llenan la tierra

todo lo que puede ser es comparable a mis miembros,
es relativo a mis miembros, más,
mis miembros son todo lo que puede ser
todo lo posible es mi cuerpo
yo agoto toda la posibilidad
soy divino en este mundo
mucho cuidado con esta teología completa,
este don profético también.

(iv)
En un cubo de metal pesadísimo
duerme comprendida la forma de un cono, secreta,
y si yo la revelo dormida
la escindo quebrándola de su forma total,
si yo la toco en su ausencia inexistida.

El retorno del cono al cubo interesa,
el regreso de la forma a lo oculto,
Heisenberg, del punto a la nube,
interesa el fin del exilio,
o su anverso posible, importa,
importa la imposibilidad concreta del retorno;

La persistencia de la aislación y el veto de la semilla.

Motiva en la tetralogía la noción de un impostor
el cono obliterado de su cubo
la persistencia del cubo prescindiendo de su cono
una figura que no retorna
y que no es, modo alguno, requerida,
un cono que sugiere un cubo considerado imposible,
habiendo perdido sus marcos de referencia.


                      * * *




Mirror Discussions

(i)
Me alimento de un espejo
de una barra de hierro azul, tétrica,
de las alas sueltas
de alguna mosca
o alguna paloma
alguna cosa por nombrar

vaya uno a saber, descifra tú mis letras y mírate tu propia voz.

(ii)
Entendí entonces la diferencia
entre las abluciones correctas de un cuerpo
de mi cuerpo
y la tarea escandalosa y filistea
de lustrar enérgico
                            la superficie en la cual me reflejo
de lavar el rostro de en el muro
hasta esperar de desgaste verlo desaparecer,
tocar mi carne trémula,
sensible,
sensitiva,

pero los corpúsculos en mis dedos se han especializado
los músculos de mis dedos se han especializado
y ahora todo el tacto es vidrio
y ahora los codos rígidos no los puedo maniobrar

El hambre en la sangre me mueve de vuelta allí donde no me sé resolver

(iii)
Calzad vuestros coturnos y vestid vuestra persona
No
os creáis aquello - yo no sé,
no puedo saber desde dónde deriva, sale -
de que tenéis naturalezas ab-originales
pero mirad, mirad y sabed que no hay nada que antes no
que esto sólo ha de interpretarse como una danza de espejos
si os tocáis con ternura y justicia ved
no sóis sino ejercicios
ensayos de uno u otro modo de una única criatura viable
al abominable ser que es.

Yo he pretendido ser ese ser;
tomad vigilia de dónde
y hacia dónde
están colocadas las superficies reflectantes
notaréis las cosas inquietantes,
sabréis sin palabras que yo soy la loba salvaje



                      * * *




En el fondo lo que yo quiero decir es que Borges tiene razón, la definición de las esferas está mediada por la distancia entre los puntos al centro, y que la vida es una sola, la distimia y la alegría son más que las caras de una misma moneda: yo estoy para decir de una moneda fabulosa con una sola cara, imposible, pero la única verdadera. La binariedad del bien - mal debe ser abolida, es falsa, los objetos deben contener todo lo posible de ser en ellos contenido, y así debe ser tomado el universo para ser hecho participio. 

Si lo paso pésimo en el turno y después salgo cantando "Getting Better" con el solcito pegándome rico en la cara no es que sea un ciclador rápido. Desgraciada dialéctica que aserra mi lenguaje y no me deja decirlo de otro modo que éste: Lo malo de las cosas es parte de su bondad.

19 de octubre de 2012

La propiedad.

"My friend Willie-Jay used to talk about it. He used to say that all crimes were only varieties of theft. Murder included. When you kill a man you steal his life. I guess that makes me a pretty big thief. See, Don – I did kill them."

"Mi amigo Willie Jay solía hablar de eso. Decía que todos los crímenes eran sólo variantes del robo. Asesinato incluido. Cuando matas a un hombre, le robas la vida. Supongo que eso me hace uno de los grandes ladrones. Fíjate, Don: Yo los maté."

- Truman Capote, "In Cold Blood" ("A sangre fría")


           No es tan descabellado. La lectura reciente de Truman Capote, periodismo de verdad, me ha dado muchísimo que pensar. Sobre el periodismo de verdad (y qué es lo que considero periodismo de verdad, y por qué) ya hablaré luego; por ahora vamos con este articulillo, segundo de una serie de dos, sobre la propiedad.

POSESIÓN
Truman Capote
           Si todo crimen es la ofensa contra el hombre, y todo crimen es una variante del robo, la ofensa contra el hombre es la ofensa contra su propiedad. ¿Es acaso la propiedad una característica inherente al ser humano? En estos momentos en que vivimos en una sociedad basada en la propiedad y el consumo, y en la que durante el último siglo han aparecido detractores poderosos (en cinco años más estaremos conmemorando el centenario de la Revolución Rusa, muchachos!) de la propiedad privada, es una pregunta que no puede dejar de inquietar. "Poseer" es un término que se ha agrietado, se ve feo como fin en sí mismo, y dependiendo de nuestra caja de caudales, arrugamos un poco más o menos la nariz cuando lo pensamos.

           No obstante, es posible que poseer sea uno de los ejercicios más potentes (y básicos) de la noción del yo. Poseer es un acto expansivo en que reconozco mi autarquía, percibo mis límites, y deliberadamente, incluyo elementos que antes no estaban circunscritos a ellos, para formar nueva parte de mi totalidad. Es la ampliación de la frontera de la propiedad básica: el cuerpo.

Rusos

           El cuerpo actúa como la propiedad elemental, por defecto. Todo el desarrollo neurológico y de la personalidad depende en casi completa medida de una noción de yo que está centrada en el cuerpo que yo soy. La construcción del yo abstracto no se da sin esta base; la solidez del mismo depende de la estabilidad de la primera. Sin embargo, el cuerpo como primera propiedad, al constituirse en escuela de "lo que yo soy", es simultáneamente la escuela de "lo que yo poseo". 
           
CUERPO Y POSESIÓN   
             Esto pues para poseer es innegable que debo tener la noción de la propia existencia, y a su vez, la posesión es un confirmador claro de mi interacción con el universo (en extensión, de mi veracidad como ser). Pero además, como hemos reconocido a la propiedad como el acto de expansión del yo básico (el yo - cuerpo), el acto de poseer es un medio para ampliar el repertorio de lo experimentado como propio; Si la propiedad amplía mis límites, el límite más amplio diversifica mis experiencias vitales. La propiedad actuaría así como herramienta de ejercicio del yo, es decir, herramienta de ejercicio de la vida.

           Propiamente, la esclavitud es la agresión última al sistema de propiedades: el robo del cuerpo y con ello, del sistema completo de apropiación de la persona robada; la matanza, por otro lado, aparece como anular la capacidad de poseer. Quedan así definidos en función de la propiedad los dos valores fundacionales del hombre.

Este... otro tipo de Rusos
POSESIÓN Y PERSONA
           Con esto podemos abordar la personalidad como una construcción adquisitiva. Desde la base del cuerpo, adquirimos lo que somos. Esta visión es concordante con la personalidad vista como un ente dinámico, cuya naturaleza estriba en el crecimiento. Es más fácil verlo aún desde la patología: una personalidad con trastorno es aquella a la cual se le ha lesionado desde temprano el sistema de adquisición de elementos, sea al mecanismo, o ofertándole un pobrísimo repertorio de lo adquirible. A un nivel menor, explica que la gran masa, pobre en estructuras elaboradas de adquisición, sea tan voluble a esquemas de posesión propuestas desde el mercado, lo que a la larga daña la personalidad.

          Hasta ahora las definiciones calzan, pero es obvio el conflicto que el "yo poseo" desarrolla cuando el objeto que se desea poseer (es decir, incorporar a mi ser) está dentro de las expectativas de otro individuo. A este respecto, es muy decidor en la historia de la humanidad que todas las grandes civilizaciones (y en general, la cultura continuada desde el post-neolítico babilonio en adelante, de la que somos herederos) han definido (y defendido) la propiedad privada en forma acérrima. Algunos de los textos más antiguos recordados circunscriben legislación sobre la propiedad. Contrario a lo que pudiese pensarse, las culturas sin gran apego por la propiedad material individual lo hacen precisamente con un énfasis en el abandono de la propiedad sistemática (piénsese en el Budismo), o mediante el ensalzamiento de la propiedad de lo público (Grandes Obras Chinas), o la propiedad consumada del yo (nuevamente, los chinos y su parsimonia).
Chinos. Y sus obras Chinas.

          Más aún, la encrucijada entre persona y propiedad nos permite redefinir (y destacar así la relevancia) de la propiedad pública, que no viene si no a ser la extensión de la personalidad pública, la cultura; es el sitio donde se confunde el yo y el nosotros, y por lo mismo, un sistema de sostén y alimentación de la personalidad, en cuanto la tradición no es sino un sistema de reacciones comunitario, y así, segurizante, predecible. Así mismo, se pone de relieve la responsabilidad de lo público en la formación del individuo, en cuanto la propiedad pública es una propiedad básica para sustentar la futura individuación. En simple, es responsabilidad de la comunidad la posesión de parques adecuados si quiere producir ciudadanos de bien.

A esto me refiero

"De esa imaginación pasé a otras, aún más extravagantes. Pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales, pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas. Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo, consideré la posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, un lenguaje de verbos impersonales o de indeclinables epítetos. Así fueron muriendo los días y con los días los años, pero algo parecido a la felicidad ocurrió una mañana. Llovió, con lentitud poderosa."

- "El Inmortal", Jorge Luis Borges

Borges es muy feo, así que aquí les dejo a Elizabeth Olsen
          Desde aquí, podría ensayarse un discurso capaz de medrar en muchas direcciones. ¿La semilla del robo está en el deseo de querer ser el otro? ¿compartir mezcla las personalidades?. Podríamos proponer un sistema de clasificaciones de robo basados en qué tan cercano está a "lo que necesito adquirir" contrastado con "lo que aparto del otro y le evito adquirir". Hablar de los límites de lo personal, o de la propiedad selectiva como medio de individuación ¿válido?

          Sin embargo, lo que capta mi atención es la gran pregunta, lo que hace que el arte sea arte, que Shakespeare sea bueno y la vida valga la pena ser vivida: ¿Qué es el hombre? oh ¿Qué es el hombre?. El hombre es propiedad, es adquisición, el modo de adquirir, el planteamiento, su universo. Tomar es hacerse partícipe, es cocrear, es comulgar del flujo natural de lo existente; verdaderamente, poseer es existir. El grado, y mucho más importante, el énfasis sobre el grado, la decisión de voluntad que significa el grado, lo pone el existente.

          Es esto lo que yo venía a decir: poseer no sólo no es malo, es la forma de existir. Pero por ello es gran responsabilidad, pues en desmedido, es también la forma de vejar el existir del semejante.

          A modo de corolario, invito a reflexionar sobre dos posesiones relevantísimas. La primera, es la posesión inrobable - mas también, incompartible -, la adquisición intangible: la expansión del yo mediante el crecimiento. Esta sería una forma superior de posesión. Notablemente, el arte figura como producto tanto como origen de este tipo de posesiones. La posesión intangible no es sino una forma de producción, a saber, la posesión que ennoblece al hombre: lo que ha sido creado por él. Me atrevo a postular que una de las poderosas razones por las que nos sumimos (¿o vamos recién aflorando de vuelta?) en una sociedad degenerada es precisamente el gran volumen de humanos que no se han podido dedicar a tareas que produzcan novedad, que produzcan algo adquirible. ¿Quién más infeliz que el burócrata, que sólo media y nada crea?. La entropía de un ser que no produce pero desesperadamente adquiere es ejercida sobre el sistema, que a fin de cuentas, es la sumatoria de nuestras personalidades. Boom. Este artículo está muy largo.

17 de enero de 2012

Traducción Poética, Borges, Whitman.

          Cuando cursaba el 2º medio, mi profesora María Lorena Araya tuvo la lindura de regalarme los Sonetos y La Violación de Lucrecia, de Shakespeare, en inglés. En su momento el regalo pareció excesivo, pues claramente mi inglés proviniciano no estaba preparado para leer el cúlmen de toda esa lengua.
          Sin embargo, el profundo agradecimiento vino años después, cuando cogí el libro nada más por curiosidad y pude enfrentarme a lo que en algún momento leería descrito - acertadamente - como el "vigoroso, muscular endecasílabo inglés". Probablemente en esa primera lectura perdí, siendo optimistas, la mitad del contenido de lo que leía; pero la música estaba allí, abierta ante mis ojos, fascinándome y cambiándome por dentro.
          Tuve que conseguir obras a texto enfrentado para comparar, para extraer vocablos oscuros, para ordenar ideas supeditadas dentro de ideas supeditadas que escapaban a la capacidad de trabajo de mi fascículo arquato cuando se trata de una lengua no materna.
          Y así fui aprendiendo a leer poesía en inglés, pero también fui aprendiendo a leer a los traductores de poesía.
          Toda traducción es reescritura, claro. Pero también es pérdida.  Algo hay que privilegiar, y sangre debe correr por las paredes del altar transfigurador de la transliteración (so many t's there!). Fui viendo que algunos preferían conservar el verso y el ritmo (notables fueron unos sonetos endecasílabos traducidos a sonetos alejandrinos, justificadamente para conservar el contenido sin sacrificar el verso y forma, que me introdujeron simultáneamente a este tipo de traducciones, y al verso alejandrino: Falaquera, con Shakespeare); otros jugaban su ser por el lenguaje, la precisión del término, la exactitud del fondo.
Otros, pocos, los más sutiles, los más - si se quiere - modernos, intentaban la mucho más difícil idea de traducir el tono, el ambiente, el modo (Eduardo Iriarte lo logra con Auden).
          Por eso mi alegría fue vasta cuando, al decidir emprenderla contra el americas gigas, contra el viejo de plata, Whitman, encontré traducción por Borges. No es novedad para nadie que me gusta Borges. Le tengo cariño. En palabras del mismo Whitman, They did not love him by allowance, they loved him with personal love. Como narrador es fundamental. Esa sensación de yo he pensado esto pero no sería capaz de escribirlo así sucede con Jorge Luis más fuertemente que con cualquier otro. Pero como poeta es... fome. Fervor de Buenos Aires no es un libro imprescindible en una biblioteca poética como sí lo es El Aleph en una de cuentos.
          Pero como traductor poético es pésimo.
          No hay respeto estricto por el contenido; no hay respeto por el ritmo, por la longitud del verso, por el peso del verso, en una poética que se pasa por la raja la rima y la métrica. No logra atrapar el tono. Y como si esto fuera poco, se aroga la licencia de mitigar en ciertos pasajes las licencias amatorias de un autor que, si hemos de creerle al pie de la letra, le hace de chincol a jote. Imperdonable.
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          ¿Qué decir sobre Whitman mismo? Song Of Myself es excesiva. Es programática, es cadenciosa, es absolutista. Conceptualmente, incluso Ideológicamente, es un salto adelante de un siglo, no se puede negar ni discutir. Aborda las problemáticas de MIS contemporáneos cuando apenas se empezaban a gestar en los suyos. Y lo hace con un optimismo, con una certeza, que solo corresponden al profeta iluminado. Pero el texto mismo, el objeto bello, cansa. Satura. Hay que cerrar el libro no por emoción, no por epifanía, ni siquiera por la necesidad de digerirlo, sino que por tedio.
          No niego los chispazos. Cuando Whitman escribe un texto perfecto (Starting from Paumanok), es perfecto: arrebatador, total, con un ritmo obligante y unos versos completamente autónomos y un crescendo exacto. Pero no es el grueso de Leaves of Grass. Aún no lo termino, vamos a ver qué sorpresas me depara.