Advertencia

Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.

27 de abril de 2013

500

Esta es la entrada número 500.
Empecé el 22 de julio del 2006 (así es, no hay error en esa fecha).

Tenía pensado hacer un balance,
recordar los posts emblemáticos,
hacer una lista con los 50 mejores,
los 15 imperdibles, algo así.

Me puse a leer desde el comienzo el blog inicial y me di cuenta:

a) que me daba paja leerme 500 entradas.
b) que he cambiado mucho más de lo que pensaba mi forma de escribir.
c) que en definitiva, el yo que soy más yo, mi mente, no es tan lineal como creía.

Y es un lindo ejercicio, y lo más bonito de tener un blog. El testimonio, el espejo de mis tiempos de estupidez, de depresión adolescente, de idealismo inocentón, de creerme el cuento de mí mismo. Que quede, cuando tenga mucha plata voy a imprimirlo todo en un libro.

500. Muchas gracias, y ¡salud!

26 de abril de 2013

Thy Tongue

¿He llegado al corazón del lugar?
mi interés por la métrica inglesa
fue bien llamado por Falaquera
"muscular endecasílabo inglés";

Además, una cosa al empezar,
notar la permanente sorpresa
que después de una frase cualquiera
"!" aparezca algún signo de interés.

Ciertas sutiles imprecisiones
- para alguno, lo peor de la lengua -
me abren significados secretos,
ramas ocultas, familiaridad.

Yo investigo de transposiciones,
verso que crece, verso que mengua,
aliteración, rasgo concreto,
un algo, una singularidad

que le a dote a mi letra de España
la condensación que a la otra toca,
diciendo tanto en una sola voz;
dar soplo a la ahogada consonante,

la vaguedad que le es tan extraña,
sobresalto a su rostro de roca
sin perder su canto de pulcrä hoz,
plegaria profunda y resonante.

24 de abril de 2013

Deseo de Dios


Abra la ventana para que le de un poquito de frío. Póngale play. Cierre los ojos, e imagine que está sentado bajo las bóvedad y arcos de la nave de una iglesia grandísima, resonante, sublime.

Sienta ahora el deseo de Dios. Siéntase enanísimo, pequeño, una mota de polvo montando la luz bajo el opresivo canto de la magnificencia de nuestro Kyrie, Señor. Sienta la omnipotencia que se despliega, la grandísima voz del silencio que es la que en verdad le hace el contrapunto al órgano.

Sienta lo que debe haber sentido Johann Sebastian mientras componía: la infinitud del Rey En Lo Altísimo, lo Divino de Su Presencia.

¿Cómo no me van a hacer falta estos sueños a veces?

23 de abril de 2013

rex tremendae majestatis
 qui salvandos salvas gratis
  salva me
   fons pietatis

Rex Tremendae by Wolfgang Amadeus Mozart on Grooveshark

Porfa.

(Rey de Tremenda Majestad
que cuando salvas, lo haces sólo por gracia tuya,
Sálvame.
Fuente de la Piedad.)

Confianza

Este es un trocito de un poema que me tocó leer en público hace poquito.
Pierde algo cuando no está dicho en voz alta; este es uno de los pocos poemas que he hecho
que es para leérselo a alguien.

No tengo fianza con que pagarte mi rescate,
mi alma tiene dismetría,
sólo puedo darte la verdad:
te deseo,

te deseo que me tomes
y me alces
en tu puño
como un fuego pesado
como una mancuerna infinita
y denso como una manopla,
yo te pregunto,
si así podrías hacerlo y volverme desde el fondo de la tierra a mi lugar del firmamento
para brillar junto a ti
allí donde los espacios son infinitos
y aunque todo viene llegando
                                          todo ya está en su lugar.

22 de abril de 2013

Sirenas

Conversación de yoes conmigos mismos en mi mente:
- Te estay poniendo obsesivo con esta mina
- Let go
- Hay otros peces en el mar, ¿sabías?
- Pero hay otros pescando también
- En serio, la imagen es clásica pero there's plenty of fish out there, déjala
- Es que no estay cachando, yo sabemos que está lleno de peces; this girl's a mermaid, dude.

21 de abril de 2013

Respuesta

Este post es una respuesta a este comentario en esta entrada. El blog no me dejó publicarlo en la bandeja de comentarios por ser demasiado extenso, así que aquí va. Si no le gusta, tenga una galleta:



Anónimo:

Clarissa lo explica todo, pero como Clarissa ya no está...

1. A lo largo de este blog (y del anterior) aparecerán, intro y outro de escena, personas-personajes. Ellos existen en la vida real. Sin embargo, si bien yo tengo derecho a ventilar mi vida tanto como se me dé la real gana en el internet, es igual de cierto que mi derecho a publicar la de los otros es nulo; por ello, los hago aparecer sólo con su nombre de pila, con la idea de que si se encuentran a sí mismos leyéndome, se vean, e incluso, si les irrita aparecer, puedan informarme para que los oblitere del escrito. Por ahora, tendrás que contentarte con saber que hay una Andrea. Imagínala a tu gusto, todo acto de lectura es reinterpretación.

2. Porque estudié medicina. Me encanta [cháaaaaa, ahora poh, después de pasar todo el 2012 quejándose] la carrera. Mi amor por las ciencias biológicas es genuino, fiel, e imperecedero. De todos modos el tiraje que me ejerce la ciencia humana tiene tanto torque que tuve que elegir la especialidad más dedicada al hombre, y que más depende y se esfuerza por entenderlo en una dimensión más allá de lo biológico. Ambos "lados" de la ciencia están mancos sin el otro. Yo necesito de los dos para ser feliz.
Si tu pregunta es más práctica y simple, "¿Qué pasaba en tu cabeza al momento de elegir en cuarto medio?", quería una carrera que fuera lo más atingente a todos mis intereses posible, que en ese momento eran la ciencia, la pedagogía, el arte, la literatura, la música, la plata, el rol social. Sabiendo que al hombre se lo estudia toda la vida pero a la ciencia en la universidad, corté el queque por las ciencias. Dentro de las ciencias, elegí la medicina por la sencilla razón que me permitiría hacer docencia muy probablemente. Me encanta enseñar.

3. Awwww maaaan (ocupo por default el pronombre masculino en esta respuesta porque arriba dice "anónimo"). Yo supongo que vamos a estar respondiendo esta pregunta toda la vida. Uno podría hacer acercamientos desde la biología argumentando que somos seres gregarios de núcleo familiar, que los que se han ido eligiendo por selección natural son más de cubil que llaneros solitarios; que cuando se entra en los 20's la mielinización de las cortezas prefrontales inhibe las conductas exploratorias y favorece las conductas de aseguramiento de supervivencia y estabilidad; que el tic tac del reloj reproductivo empieza a llamar por el sentar cabeza. Todas son buenas pero insuficientes explicaciones.
A mí me satisface bastante más la respuesta de la ética humanista. Hay un momento del crecimiento de uno en que terminamos de buscar/preguntarnos/entender a patadas que somos uno, único, infinitamente pequeños pero infinitamente valiosos. En ese momento, hay como una pausa perpleja hasta que nos damos cuenta que lo único que queda dada esa certeza... es perfeccionarse. Ahí puede quedar la soberana cagada, porque ese perfeccionamiento puede confundirse con disaceptación y ahí tienes tú a alguien que va a seguir toda su vida persiguiéndose sin encontrarse. Pero si logras asentir a quien eres, sin dejar de buscarte mejor, tienes la puerta abierta de la felicidad.
El hombre o mujer así planteado, tendiente al bien, es un equilibrio dinámico; tender al bien obliga a periódicamente replantearse:

Some more cookies? Siempre es bueno replantaerlo.

¿Para qué chucha?

Y esa nunca deja de ser una buena pregunta. ¿Para qué tender al bien? ¿para qué estar toda la vida sacándole punta al lápiz del yo, hasta que haga el trazo perfecto? Porque es entretenido, es una gran respuesta. Incluso suficiente. Pero ¿has hecho feliz a alguien? ¿Has visto a alguien sonreír, sonreír de oreja a oreja, sonreír con los ojos, con la cara, sonreír con el cuerpo completo, y que esa sonrisa sea sólo porque está allí contigo, porque tú existes?

Eso, maldita sea, permite construir vidas enteras alrededor.

Es complicado, en todo caso, incluso plantearse desde algo tan "puro" como hacer a alguien feliz. ¿No es como equivalente a decir que requieres la validación de un otro? ¿que eres insatisfactorio en cuanto a ser único? ¿no es eso negar la condición fundamental del hombre, universo en sí mismo, valioso per sé?.

Le he dado vueltas al problema asistido de más de un libro. Hasta ahora, he llegado a un punto de consenso que va como sigue: Por un lado, el ser humano es una propuesta autocompleta. Es decir, su tendencia al bien es suficiente para permitirle la constante autorealización. Si hubiese un hombre solo en el mundo, único, podría realizarse; todo lo que necesita está en él. Sin embargo, esa realización al bien, cuando se da en un contexto de comunidad, no puede sino impactar en la realización de los que lo rodean. Surge la realización de la comunidad como bien emergente. Si quieres, es una consecuencia innecesaria, pero inevitable. Roa Rebolledo, en "Ética y Bioética": "[así tenemos que] el bien ético sea todo lo que procura simultáneamente la realización de sí y de los otros, por eso el amor es el bien por excelencia". Amar es la fórmula perfecta de la tendencia al bien del hombre; es la flecha certera de la realización, pero no como objetivo, sino como emergencia.

Lo que quiero decir es que en el proceso de formar una persona, y que esa persona elija la virtud y se ejercite voluntariamente en el deseo de lo bueno, la necesidad de amar aparece como un subproducto.

Esto se reconoce incluso antes de alcanzar, o antes siquiera de buscar, estar en el ejercicio de la autorealización. ¿Quién, siendo joven, no ha querido tener una pareja "a toda raja", en definitiva, porque nos valida socialmente, personalmente, emocionalmente?. Es una intuición que viene casi preprogramada. "Si estoy con alguien tan maravilloso, es porque estoy haciendo las cosas bien". Así funciona en términos básicos; la gracia es cuando la ecuación se invierte, y va más o menos "Si estoy haciendo las cosas tan bien, me dan ganas de estar con alguien, para amarlo".

Yo me quedo con esta construcción; la búsqueda del bien lleva al deseo de amar. Y el amar es bidireccional. Por un lado, da "uso" a ese "lápiz afilado" en el que nos ha convertido el esfuerzo, para escribir un proyecto vital en conjunto; por otro lado, somos humanos, necesitamos que nuestra unicidad y unidad se nos reconozca. El estar con alguien es como la certeza de "sí. Este proyecto en el que te aventuraste, este salto al vacío que fue elegir ser tú mismo, sin ninguna garantía, sin modelos, sin certezas, sin manual de instrucciones, sin nada en qué confiar más que tu estómago... Bien hecho". No hay que olvidar, siempre, que ese "uso" del lápiz no es ni necesario ni suficiente para el bien; es simplemente que estando el lápiz ahí, qué ganas de usarlo.

Todo suena ordenadito (o por lo menos para mí, jajaja) en el texto. Puta que es difícil llevarlo a cabo. Uno es feliz autorealizándose, qué duda cabe, pero pucha que a veces dan ganitas de llegar y tener a alguien a quién prepararle un tecito y calentarle las patitas. Ojo con ese momento, porque ahí comienza la duda; la duda de ¿estaré haciendo las cosas bien? ¿qué pasa que tengo estas ganas incontenibles de querer y no puedo satisfacerlas? ¿soy cluster b? ¿estoy medio loco? ¿en verdad soy lo más fome del universo y me he autolavado el cerebro con esto del crecimiento personal y bostas por el estilo?

Ése es el momento del salto al vacío. El momento de confiar, de seguir ciegamente adelante. Porque la realización es de uno consigo mismo; el amor, un subproducto hermoso. El deseo de amar, bien llevado, es un gran indicador de que se están haciendo las cosas bien. Pero espera, espera que aparezca alguien que esté en las mismas para que ese amor pueda ser la floración de un deseo de bien que se derrame al universo, y no una relación depredatoria, o una muleta allí donde lo que falta es crecer.

Listo, acabó mi pontificado, Juan - Ignacio I se retira. Pueden publicar esto como la encíclica "Amore, homo, bene" de motu proprio.


20 de abril de 2013

La Vida de Las Abejas

Just Like You Imagined by Nine Inch Nails on Grooveshark
XI

Pero, se dirá: ¿qué nos importa que las abejas sean más o menos inteligentes? ¿Por qué pesar así, con tanto cuidado, una pequeñas huella de materia casi invisible, como si se tratase de un flúido del cual dependieran los destinos del hombre? Sin exagerar nada, creo que el interés que tenemos en ello es de los más apreciables. El encontrar fuera de nosotros una marca real de inteligencia nos causa una emoción parecida a la de Róbinson descubriendo la huella de un pie humano en la arena de su isla. Parece que no estamos tan solos como creíamos estar. Cuando tratamos de darnos cuenta de la inteligencia de las abejas, estudiamos en ellas, en definitiva, lo más precioso de nuestra substancia, un átomo de esa materia extraordinaria que tiene la propiedad magnífica de transfigurar las necesidades ciegas, de organizar, embellecer y multiplicar la vida, de tener en suspenso, de una manera más impresionable, la obstinada fuerza de la muerte y la gran ola inconsiderada que arrolla casi todo lo que existe en una inconsciencia eterna.

Si fuésemos los únicos en poseer y mantener una partícula de materia en ese estado particular de floración o de incandescencia que llamamos inteligencia, tendríamos algún derecho a creernos privilegiados, a imaginarnos que la naturaleza alcanza en nosotros una especie de fin; pero hay toda una categoría de seres, los himenópteros, en que alcanza un fin casi idéntico. Esto, si se quiere, no resuelve nada; mas no por eso el hecho deja de ocupar un honroso puesto entre la multitud de pequeños hechos que contribuyen a ver clara nuestra situación en la tierra. Hay ahí, desde cierto punto de vista, una contraprueba de la parte más indescifrable de nuestro ser; hay ahí superposiciones de destinos que dominamos desde un punto más elevado que ninguno de los que alcanzaremos para contemplar los destinos del hombre.
La Vida de las Abejas
Maurice Maeterlink, traducido por Pedro de Tornamira, 1913

18 de abril de 2013

Recordatorios

Mañana se acaba mi rotación por psiquiatría, que es lo que quiero hacer con mi vida.

Significativamente, hoy, Andrea me acordó de algo que se me ha estado olvidando: Existe gente como ella. Así de simple. Gente que las tiene todas, pequeños modelos a escala de cómo el universo debiera ser. Me siento solo y se me olvida lo importante; bueno, eso es lo importante: ésa es mi apuesta. 

Gente como ella. También es lo que quiero hacer con mi vida. Debe valer la pena esperar.

Celebremos el valor de elegir, de estar solo, y de elegir estar solo, con un poema.

***

Tú andas así
pavoneándote de todo lo que eres
de todo lo que obviamente llegarás a ser

¿y quién soy yo, dime?
                                     ¿qué soy?

Una pequeña motita coronando la supernova.

Quisiera conocerte
preguntarle al fondo de tus ojos 
si eres Elena escondida
reflejarme en tu sonrisa;

estoy sesgo por ti
desorientado
no puedo enfocarte con claridad
ser juicioso
                  creo que eres hermosa
                  creo que existes
no tengo mucho más de qué aferrarme.

A veces, por las noches,
creo que el brillo de la ciudad me ilumina la cara
siento que está ahí para reflejarme
para darme un poco de luz
un poco de calor
                          o hermosura.


***

17 de abril de 2013

Diálogo

Mahler. Si los románticos son como una comunidad de adolescentes superdotados en la composición, digamos unos X-Men musicales, Gustav Mahler sería el profesor Xavier. Mahler compone desde el equilibrio, desde la madurez, y le achunta con todo.
Hoy, 08/04 (todo este texto es un largo post-Scriptum), la Sinfónica de Santiago rindió la Sinfonía nº 4 en G. A la más putera perfección. Mahler no se queda chico con nada. 6 cornos, 4 accesoristas, clarinete normal y barítono, 3 fagots y un holy motherfucker contrafagot, 7 contrabajos, 10 cellos, 4 traversas, 3 oboes y un oboe bajo... en fin, para que sonara de todo en todos lados, mientras se iba llenando el proscenio yo me excitaba más y más, a fin de cuentas, con esa línea absurda de instrumentos bajos el asunto iba a sonar en super dolby ultra surround sound y eso me encanta.
No estaba preparado para lo que venía. La cuarta sinfonía de Mahler es una reinvención de lo que es posible en el diálogo orquestal. Está todo hecho, todos conversan con todos en un acierto en el que nada sobra, nada queda por decir, los cornos con los oboes (genio!), los bajos con los violines, las flautas entre ellas, aparecen instrumentos solistas sobre las líneas de su cuerda, aparecen solistas que se roban las líneas de los otros solistas, aparecen bloques enteros que se roban la línea del solista... uff. Todo esto podría remitirse a una poderosa aseveración de principios, un statement comparable a lo que es Parra en la poesía, pero Mahler llega mucho más allá porque sobre el entramado de esta tesis, genera una de las obras más sublimes nunca hechas, válida no sólo por lo que supone para el resto de las obras, sino por su poesía interna.
La cuarta es genial; pero el único adjetivo que le es más superlativo que su genialidad es su hermosura. Hay una bajada de los cornos sosteniendo a las maderas (solos, sin nadie más) en el segundo movimiento que es ridículamente bello. El cuarto movimiento me empapó los ojos montones de veces. Tuve que salir a comprarme la grabación (Leonard Bernstein en la batuta). Acá la tengo al lado mío.

Después de este exordio, algo sobre diálogos tendría que decir. Pero estoy justamente del otro lado; en un alto de silencio. El diálogo, ese logos salido de dos que construyen mutuamente, no está; y oscilo entre una total paz y una irritabilidad sulfurosa al respecto. Extrañamente, ha aprendido a que Santiago me devuelva la tranquilidad, con sus parques, sus islas de verde.

No sé hacia dónde moverme, ni qué esperar; no sé siquiera si se debe esperar algo. Lo que sí parece estar sucediendo es que muy de a poco está pariéndose ese verbo alterno, esa espera que está viva, esa espera que es en sí misma acción.