Abra la ventana para que le de un poquito de frío. Póngale play. Cierre los ojos, e imagine que está sentado bajo las bóvedad y arcos de la nave de una iglesia grandísima, resonante, sublime.
Sienta ahora el deseo de Dios. Siéntase enanísimo, pequeño, una mota de polvo montando la luz bajo el opresivo canto de la magnificencia de nuestro Kyrie, Señor. Sienta la omnipotencia que se despliega, la grandísima voz del silencio que es la que en verdad le hace el contrapunto al órgano.
Sienta lo que debe haber sentido Johann Sebastian mientras componía: la infinitud del Rey En Lo Altísimo, lo Divino de Su Presencia.
¿Cómo no me van a hacer falta estos sueños a veces?
2 comentarios:
católico? bautista? evangélico? mormón? judío? ...
Ninguno de los anteriores. He hallado que el intelecto sólo permite una Teodicea difusa, una especie de panteísmo tenue que no se deja amasar.
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