Este post es dos post en uno, por eso el título. Yo pienso mis posts en el metro, en el wáter, en los ratos muertos de la urgencia, mientras me cepillo los dientes. Los amaso, preparo frases broncíneas que luego se me olvidan, los maduro, y paf, un día me siento y los hago. Estos los estaba amasando juntos y terminaron por mezclarse.
Renato diría que estoy perdiendo el rumbo, y probablemente tenga razón, pero debo reconocer que siento un cierto grado de satisfacción en salir tarde. Ese placer ligeramente físico del cansancio, de la hora de oscurecimiento y saber que todo quedó hecho. Salir pensando por eso mismo realmente me gusta lo que hago. Y es que me encanta. Probablemente lo que me satisface mucho es jugar al doctor: me entrega esa dosis de poder que no he logrado apartar de mi personalidad, y de regalo la gente queda contenta con ello. Win - win situation. Miro a Bordeu (el becado), que se queda hasta tarde, con sus ojeras como portaviones (que en opinión de Camila no le restan al poderoso atractivo de su sonrisa), pero en verdad, se nota que le gusta. No está sufriendo por estar allí. Yo tampoco. Lo cual me hace ver, primeramente, cuánto mejor estoy ahora respecto de cómo estaba. Me gusta esto. Me gusta sentirme un poco molido con sensación de misión cumplida. Me gusta demorarme un rato en que las pacientes queden felices como lombrices.
Y maldita sea sí, qué fácil sería convertirse en trabajólico. Es una repetición de la trampa adolescente, si me permiten la digresión. Esa en que te enseñan a ser un caballerito y respetar a la dama, y cuando llega la pubescencia y te golpea en la cara (y en los huevos), te das cuenta que no tienes puta idea de qué hacer (incluso, de cómo defenderte) si la dama en cuestión es la que lidera el cachondeo. Lo mismo pensaba yo, qué fácil es no ser trabajólico, quién quiere estar todo el día trabajando pero, pero cuando haces algo que te encanta qué. Qué. Qué con la adrenalina de lo inmediato, la recompensa de lo bien hecho, el goce de la responsabilidad. Ain't gonna be easy, boy.
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Narcisos. De colores. |
Y mientras estoy ahí, jugando a leer mi futuro, es inevitable echarle una miradita a cómo está ahora el campo bajo el sol, y si todo está bien en el estudio, nada más mandatorio que mirar el otro lado - mi lado, y mi lado es que no hay nadie a mi lado. Helado. Tengo el narciso herido. True, estoy en un proceso de reingeniería y trabajando para usted y creciendo como crecen los bichos que empupan y salen de colores brillantes, pero no puedo dejar de pensar que tan mala imagen no puedo tener. La idea la redacté el otro día en el metro, mientras con mi traje de turno cerraba el libro de Baudelaire que estaba leyendo y me paré y dije bueno, parece que soy lo que dije que iba a ser. The multikid. Dispuesto a contentar las multitudes y satisfacer la opinión familiar, el niño quizá ni le plansha ni le cocina, pero le estudia la carrera rentable, le lee poetas de cumbre, le recita puemas y le canta canciones, le hace teatro, le escribe con fluidez, le habla de diversos temas, le arma la fiesta y se la anima, le sale a escuchar música jazz y docta, le carretea con decencia y empeño, le participa de investigación científica lo mismo que talleres literarios.
Modestia aparte (cosa que, seamos francos, no me cuesta nada hacer), parezco tener un portfolio bastante bien aspectado. La pregunta sale como con resorte entonces ¿por qué tan solito?. Y damn, la única respuesta que hace sentido es que el problema no está en la carta de presentación. Está conmigo. Something must be broken within, como para que siendo objetivamente a nice guy, a la larga termine siendo un unlikable guy. Y eso es lo que me tiene con herida narcisa, eh.