La última asamblea de la Asociación Mundial de Astrónomos dijo que un planeta era un objeto con órbita alrededor de un cuerpo estelar en equilibrio hidrodinámico (es decir redondo por girar sobre sí mismo con fuerza como para ordenar sus propias capas), con masa suficiente para limpiar de debris su propia órbita.
Plutón está en equilibrio hidrodinámico. Tiene toda una familia de objetos transneptunianos a su cargo (los plutinos, que bien sería el nombre de una banda de rock infantil). Tiene hasta su propia luna (Caronte, vaya nombre precioso para una luna). Pero no tiene masa para limpiar su caminito.
Así que perdió el status de planeta, y muchos otros aspirantes se olvidaron definitivamente de llenar el formulario de aplicación al cargo (Ceres, Vesta, y otros).
Y uno puede ensarzarse en discusiones terribles al respecto, sobre todo de la terrible brecha que se abrirá cuando mi hija me diga que le enseñaron los ocho planetas del sistema solar en el colegio; pero sospecho (sólo sospecho, Plutón está a la concha, más allá de los centauros (que se llaman como los mitad hombres mitad caballos porque se comportan como cometas y como asteroides), más allá del comienzo del Cinturón de Kuiper (que son todas esas cositas que la formación de los gigantes gaseosos desplazaron para afuera junto a Neptuno (porque Neptuno estaba después de Saturno, pero la gravedad de Saturno y Júpiter lo echó, fíjese usted las malas vibras en el sistema solar)), allá donde se empieza a vislumbrar la nube de Öpik-Oort que son puros bloquecitos de hielo que de vez en cuando se devuelven para adentro y se transforman en cometas, fíjese) que a Plutón le importa un cuesco.
Porque yo quiero imaginarme un Plutón sabio y relajado, que hace rato decidió que le importa un cuesco si le dicen planeta o le dicen planetoide, y en verdad si Caronte decide salirse y tener órbita propia bien por él, porque él seguirá siendo Plutón y haciendo su órbita, no matter what boys. Porque es lo que le interesa, eh. Y no necesita más.
Hay que aprender de Plutón. Porque es rico y tentador y atractivo ser planeta y estar en el big club con Júpiter y todo, pero oye, oye,
no es lo que más quiere. Aunque el resto no le entienda la decisión.