No, no me refiero a grandes explanadas de papel higiénico*. Me refiero al kibbutz, de límites cambiantes y algo imprecisos, pero de centro claro, donde me muevo sin dudas; el terreno donde he decidido (¿o construido un?) estar-bien, estar-en-control.
(Claro, porque yo soy de esos que está bien cuando está en el control, salvo al centro, muy al centro del kibbutz y ahí sí que no llega casi nadie)
En verdad no sé bien a dónde apunta esta entrada (posiblemente lo principal era la talla del confort), porque de las áreas de confort y lo importante que es salirse de ellas ya ha hablado todo el mundo (sobre todo los libros de autoayuda, dios me libre de parecerme a uno de ésos). Me interesa quizá el detalle de cómo se forman las zonas de confort:
Son de naturaleza reactiva.
No son realmente lugares en que nos sentimos bien. Son lugares opuestos a aquellos en los que en algún momento nos sentimos mal. Quizá la diferencia no sea evidente en primera instancia, pero ofrece un cambio de juego: la magia no está en salirse del área de confort, sino en proveerle a la amígdala** y al núcleo accumbens*** (ahhh creyeron que se iban a librar de mi jerga) suficientes exposiciones para deshacerse del área de disconfort.
Corolarios: el área de confort desaparecerá entonces; la "aventura" de salir del área de confort desaparecerá junto con ello pues no habrá diferencias. Corolario del Corolario: el mundo real tiene su gracia en que está desprovisto de valor, todo es neutro y experimentable con placer. Y con dolor.
No tengo más que decir.
Las enseñanzas del día de hoy son gentileza de Luciana, el sol en persona.*chiste chileno. Por antonomasia de marca, en Chile llamamos "confort" al papel higiénico.
** bueno ya, la amígdala se encarga de reconocer patrones e identificar situaciones predictoras de daño y desatar la respuesta de estrés (ejemplo: si participo de un choque en un auto, es la amígdala la que después cree que todos los autos son malos y me hacen sudar frío en todos los cruces sin semáforo), y el ***accumbens, por el contrario, es el encargado de reforzar las conductas placenteras y hacerlas repetitivas (esto vale desde las relaciones sociales hasta las adicciones)
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