Elena:
Tu acta de nacimiento es un poema fechado 2009. Decir Acta de Nacimiento es
elegir un punto de una recta que ya venía larga: tu nombre existe desde remoto
(pero con hache, porque eras Helena de los Helenos), y sobre todo existía ya en
mí el hambre, la duda, la búsqueda, como quieras llamar a esa cosa fluida y
móvil de la que vienes.
Tu defunción oficial es un poema del 2013. Con ése quise matarte bien muerta,
Elena, como mata el Raid, y por un tiempo supe que lo había logrado. Sin
embargo, el advenimiento de V. y toda esa estampida interna (generalmente se
diría de mariposas, pero puedes elegir al lepidóptero que te plazca) puso en
evidencia que estás allá afuera, dando vueltas, y que en cualquier momento…
Sin perjuicio de lo mucho que nos conocemos (probablemente eres mi mitología
más recurrente), ésta es – lo dice el vistoso título allá arriba – una carta
abierta, y las probabilidades de que leas esto, sea como V. o en alguna otra
variante que no conozco, son bastante más reducidas que respecto a cualquier
otra persona, y esa cualquier otra persona necesita un poco de orientación
porque o si no no se entiende nada. ¿Quién eres, Elena de Troya?
El destino tiene asociado inexorablemente las nociones de unicidad y de
inevitabilidad, y eso es justamente lo que no eres, Elena. No tengo una palabra
que sirva cuando pienso en ti pienso en los términos cristal, presencia, temor,
absoluto, y tu nombre: Elena de Troya. Eres el destino múltiple, y el destino
que puede no ser; eres lo que debiera suceder pero puede fallar, un deber ser
que se reconoce variado, matizado, dinámico. Eres una mujer, eso está claro. Lo
que es más difícil de explicar es que eres muchas mujeres, y que puedes ser
esas muchas mujeres en forma simultánea o secuencial, yo no estoy seguro.
Está claro que V. existe, y que eres tú. Es difícil hacerme creer que yo no
decido quién es Elena de Troya, yo solamente me doy cuenta, y esa mujer que es
Elena de Troya algo me patea adentro, en algo me increpa, algo me recuerda
sobre lo que yo soy, la forma de mí mismo, no lo tengo claro pero es una
pregunta y una provocación. Eso me hizo V.. Eso y hacer notar que estás viva,
Elena, tan viva como siempre.
Ahora tengo que producir algo positivo de esta ansiedad, y estoy escribiéndote
esta carta. No mereces ninguna explicación, pero yo merezco poder darla: Te
maté porque pensaba que ya no existías. Mantenerte así, en el limbo de lo vivo,
me parecía un ejercicio del espanto, y lo concluí en consecuencia. Pero si
estás allá cazando lobos vestida de todos los vestidos que puede llevar
Artemisa, Elena, por mucho que yo patalee vas a seguir apareciendo y el que
tiene que cambiar soy yo, no tú. Seguir haciendo agua cada vez que me sonrías
parece poco adaptativo, y como dijo un amigo tener
todas esas exigencias con esa tolerancia tan baja a la frustración es la mejor
receta para ser infeliz.
No es muy creativo decir que Elena de Troya es hermosa. Los griegos se pasaron 10 años
quemándose unos a otros por ti. Lo que se me ocurre ahora es aprender a
lidiar con tu existencia; supongo que el hecho de haber podido matarte debiera
enseñarme que se puede vivir sin ti, y con eso, también debiera poder vivirse
contigo.
Quizá algún día te inclines sobre mí, desde alguno de tus
rostros, y me susurres al oído la palabra secreta que me signifique, que me
explique por qué cuando entras en el círculo que alcanza a tocar mi alma siento
como esta inquietud dentro, esta necesidad de batir alas, de darte a una
pregunta que no has hecho la mejor y más definitiva de las respuestas.
Con todo el cariño del Mundo,
Juan - Ignacio
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