Pues te empapaste obscena
los pechos y los labios y las manos en Leteo
te sumergiste
y sí
sí lograste olvidar.
Y yo como un tarado metía la cabeza hasta ahogarme en el Cocito
y me desfondaba a gritos en el Aqueronte,
¡ay!
pensando en que esto era
de un ardor más allá del Flegetonte en lo imperecedero.
Pero si amplio por Mnemósine es tu desprecio;
amada
bien sé que me queda
aún un río por probar.
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