Advertencia

Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.

22 de febrero de 2013

Wystan Hugh Auden: Lullaby

The din of work is subdued,
another day has westered
and mantling darkness arrived.
Peace! Peace! Devoid your portrait
of its vexations and rest.
Your daily round is done with,
you've gotten the garbage out,
answered some tiresome letters
and paid a bill by return,
all frettolosamente.
Now you have licence to lie,
naked, curled like a shrimplet,
jacent in bed, and enjoy
its cosy micro-climate:
Sing, Big Baby, sing lullay.

The old Greeks got it all wrong:
Narcissus is an oldie,
tamed by time, released at last
from lust for other bodies,
rational and reconciled.
For many years you envied
the hirsute, the he-man type.
No longer: now you fondle
your almost feminine flesh
with mettled satisfaction,
imagining that you are
sinless and all-sufficient,
snug in the den of yourself,
Madonna and Bambino:
Sing, Big Baby, sing lullay.

Let your last thinks all be thanks:
praise your parents who gave you
a Super-Ego of strength
that saves you so much bother,
digit friends and dear them all,
then pay fair attribution
to your age, to having been
born when you were. In boyhood
you were permitted to meet
beautiful old contraptions,
soon to be banished from earth,
saddle-tank loks, beam-engines
and over-shot waterwheels.
Yes, love, you have been lucky:
Sing, Big Baby, sing lullay.

Now for oblivion: let
the belly-mind take over
down below the diaphragm,
the domain of the Mothers,
They who guard the Sacred Gates,
without whose wordless warnings
soon the verbalising I
becomes a vicious despot,
lewd, incapable of love,
disdainful, status-hungry.
Should dreams haunt you, heed them not,
for all, both sweet and horrid,
are jokes in dubious taste,
too jejune to have truck with.
Sleep, Big Baby, sleep your fill.

Intro by M83 on Grooveshark

16 de febrero de 2013

Embriagueces Tristes

Siempre me había considerado de embriagueces tristes. ¡Ah, vanidad, vanidad!. Las bellas borracheras tristes, llenas de añoranzas, de recriminaciones, de recuerdos cruzados y podría haber sido y oh dios cuánto te extraño. Todo eso.
Yo pensaba que tenía curaderas tristes, hasta que decidí tomar para (¿o junto? ¿o por? ¿o tras? las conjunciones no son sino la duda del lenguaje, las conjunciones son la intención de la palabra de tendernos en el tiempo, y ante ello no nos queda sino la rebeldía más profunda que quepa, sea el espíritu del alcohol que me inflama desde el vaso o la sorda repulsa del silencio, pero la rebeldía, la guerra tórrida y henchida de napalm contra la conjunción será la que nos haga eternos, la que nos inscriba, flechas ardientes, desde afuera del tiempo hacia el infinito) leer a Gabriela Mistral:

No cantes; siempre queda
a tu lengua apegado
un canto: el que debió ser entregado.

No beses: siempre queda,
por maldición extraña,
el beso al que no alcanzan las entrañas.

Reza, reza que es dulce; pero sabe
que no acierta a decir tu lengua avara
el sólo Padre Nuestro que salvara.

Y no llames la muerte por clemente,
pues en las carnes de blancura inmensa,
un jirón vivo quedará que siente
la piedra que te ahoga,
el gusano voraz que te destrenza.

En: Desolación 

Y entonces eso es beber triste, es el alcohol que sube y se despeña en una lágrima en el bastión del zigomático.

14 de febrero de 2013

Belleza

"La belleza, como sostendría más tarde la Edad Media, es el resplandor de la forma, que es a su vez lo que constituye a un ser en algo determinado"

- Armando Roa Rebolledo, "Ética y bioética"

Las idas a la playa siempre me sensibilizan para con la forma. Muchos cuerpos por ahí dando vuelta, muchos de ellos bellos, algunos pocos, perfectos. Es cosa de mirar los cuadernos de poesías, me pongo a hacer métrica como si se me fuera la vida en eso, o el blog, en que me pongo productivo.
Este año la playa y toda su explosión de pieles me pilló medio de lado, leyendo Ética, de todas las cosas posibles. Sobre lo bueno, y lo correcto, y el crecimiento, y todo eso. No niego que lo estoy pasando como chancho en el barro, pero me hace pensar, y como todos sabemos, pensar es jodidamente peligroso. 
Estaba esperando el ladrillazo (las ideas me llegan en formato sólido y a un promedio de 90 km/h, para los que no me conocen) solazándome en la contemplación recatada de una rubia que alguien sacó de los reinos de lo imposible cuando ¡plaf! la rubia desapareció. Sentí ese principio, esa mini angustia (o baby angustia, si sigo con la nomenclatura que inventó Camila en función de las baby-ribs) de cuando perdías un juguete, o algo nuevo ya no estaba, algo te tenías que acordar y se te iba, ¡demonios!. Pero de pronto, epifanía,
Ése era mi ladrillazo. El tema problemático con la belleza está en la posesión: algo hay - me interesa investigarlo - en la belleza que suscita deseo de exclusividad y derecho ("La tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño" es la definición de posesión para el Código Civil Chileno, díganme si eso no tiene poesía [Roberto Musa me empoderó del texto]). La experiencia me dice que la posesión es bastante un lastre para ser.
¿Necesito la belleza? No. Lo que necesito es el resplandor de la forma, que me ilumine, y que me alimente, pero no necesito el ser que esa forma circunscribe y determina. O sea, se supone que sí, que todos somos jóvenes y hermosos y (prosaico deviene el lenguaje) queremos tirar con jóvenes y hermosos, pero eso va a durar ¿diez? ¿quince? a lo sumo, años más. ¿Qué va a pasar después? ¿súbitamente voy a dejar de necesitar el resplandor de la forma?.
Nah, mejor seguir mirando, lo que tenga que necesitar lo iré recabando en el camino. Lo que quise decir aquí (futuro yo: este post te salió como el poto, tienes que mejorar el filtro y escribir cuando las cosas se te ocurren, no 5 días después) es que se puede ser feliz mirando la belleza y teniendo, de momento, ninguna. Hay que entrenarse en el abandono, en dejar ir y venir. Que el sol de la forma brille brillante sobre todas nuestras avenidas, y mi corazón camine libre de un lastre más. No es que no quiera a alguien hermoso en mi vida. Es que el no tenerlo no significa que esté mermado.

¡Limonada!


El post pasado explica el título de este post.
Lo que no explica nada es que el cuaderno perdido, mis apuntes de ética, se habían ido en la carpeta de alta de un paciente quien, héroe anónimo, lo vino a devolver. ¡Lo recuperé! ¡Limonada! El universo es gratificante. Y de colores, chúpate esa.

Ahora, un clásico de la felicidad y el todo va a estar bien:

6 de febrero de 2013

Limones


Conocí a una mujer preciosa, de ojos vivaces, lentes de marco grueso, cuerpo delicado y bello, largo pelo negro, creativa, emprendedora, cautivante, y la convencí de salir conmigo para que ella me convenciera luego a su vez de que no está pero ni ahí. (¡hola Gabriela, todo sin rencor, si pasas por acá!)

Avancé muchísimo en los apuntes de mi investigación en ética de la autonomía leyendo en los turnos, para perder mi cuaderno, al parecer, en un baño del hospital. Decidí salir a andar más en bici para reventar la cámara y terminar de deformar el aro, que ahora ya no calza con el freno.

Calendaricé cuidadosamente mi semana para hoy equivocarme de micro y perder olímpicamente el bus.

Redacté esta entrada mucho mejor y con fotos en mi mente sólo para descubrir que absolutamente todos están de vacaciones en Casa Central, incluyendo los pc, así que escribo esto en el infierno de mi celular.

Lo único que se salva con glorias es el cumpleaños de Pablo Musa, que salió perfecto y tomé lo justo y lo pasé la raja y conocí a Aliky, a Nico y a Javiera que entre los tres son como cinco personas de lo puro bacanes.

Limones. Cuando la vida te los da, haz limonada. O pisco sour. O échatelos en los ojos, qué sé yo. Lo más fácil es sufrir y frustrarse. También lo más zonzo, infantil y poco útil. Al otro extremo está la capacidad, propia del Buddha, de aceptar que las cosas salen como el ajo, la mayor parte de las veces por culpa mía, y tomarlo como viene.

¿y entre medio? Shéng Zhóu, dice en mi segundo y tercer metatarso, el universo es sagrado. Déjalo hacer. Las primeras veces me acogí a la idea de que el universo iba a proveer, que había que dejar fluir a lo que por necesidad acuda. Y cada vez que lo intento el universo parece asentir.


Pese a todo, cada día me hace más sentido que, la verdad, es que el universo es un revoltijo sublime, y no es que provea, es que está provisto; y cuando sucede la caca, simplemente, suceden otras cosas, otros planes.

Suena parecido, pero no es igual. Aún así, a quién engaño, si en el fondo espero que la flaquita de la bici lea esto y me diga que malinterpreté todo, o que algo extraño, místico y sublime me haga pensar que el universo quería que me perdiera el primer bus.
(El cuaderno, en todo caso, no lo perdono con nada, ¡estaba haciendo historia allí, maldito universo!)

24 de enero de 2013

Ars Citandum




"Las ideas son a los objetos lo que las constelaciones son a las estrellas."

Benjamin.
y con ello, Benjamin insiste en una propuesta de hacer no sólo arte, sino análisis de arte, que vendría a moverme a la mente a mí, casi un siglo más tarde. Benjamín le entrega (quizá sin quererlo) al arte el derecho a inefabilidad, que, diantres, tanta falta le hacía después de el problema de la reproductibilidad técnica.


Pero divago. Lo importante es una forma de hacer propuestas que obliguen al público a intervenir, a completar, a trazar las constelaciones que nosotros hemos prefigurado, pero sólo entregando los objetos. Benjamin lo intenta con éxito variable en el Passagen Werkhe tenido el libro (que reputadamente envió a su autor a la tumba) en las manos (era carísimo, imposible de comprar) y se puede (contra lo que podría esperar el autor) sentir el aura, el peso de estar frente a un objeto desafiante, como una brújula imposible sacada del fondo de los mares,
Grrrr I'm Badasss
Reznor
y la sensación de un hiperlibro oculto, algo que no está escrito, que está esperando ser escrito. De eso trata el nuevo arte de Benjamin; ese algo que antes entendieron los curadores de museos.


En la medida en que uno abraza esto, generar un relato lineal se hace más y más difícil. Demonios, generar un relato circular se hace difícil. No están las herramientas para escribir - ni siquiera para hablar - en red, pero sí para pensar, y para sentir. Les regalo a Reznor:


Son las dos últimas canciones del disco The Downward Spiral, Año '94, por los Nine Inch Nails. Los amantes del cine habrán visto el díptico que hacen Social Network y The Girl with a Dragon Tattoo, de Fincher. (Si no la han visto, ambas son tesis del autor, véalas, fíjese en los colores y los planos de la segunda, en la estructura de la primera, y por sobre todo, en la música de ambos, de Reznor con Atticus Ross). Ahora sienta la cita:

Intriguing Possibilities by Trent Reznor and Atticus Ross on Grooveshark
Eventually We Find Our Way by Trent Reznor and Atticus Ross on Grooveshark

Rooney Mara en The Girl...
Lo que indefectiblemente nos obliga a recordar nuestra infancia, y con ella, el Quake. Porque la música del Quake era de Trent Reznor del tiempo de Nine Inch Nails (así como la pistola de clavos disparaba nine inch nails, fíjate), generando uno de los OSTs más terroríficos de la historia:

Quake Theme by Nine Inch Nails on Grooveshark
[Intermission] by Trent Reznor on Grooveshark

Sin embargo, las citas difractan. Esto (también) es Hurt:

Hurt by Johnny Cash on Grooveshark

También es sabido que Walter Benjamin era amigo de Scholem. Aquí está Borges y una de sus ideas recursivas, a su vez, una de mis lecturas (¿o debo decir objeto?) favoritas, que permiten irradiar constelaciones como en un sol infinito. Yo sé que no me van a creer, porque casi yo mismo no lo creo (la naturaleza imita al arte, insistía Julio), pero cuando redacté esa frase me salió esto en la playlist.
Una infancia de empalar monstruos con clavos de nueve pulgadas.

21 de enero de 2013

Good is Good, Man

Yo solía pensar de mí mismo que soy un sujeto de bronces. El jazz de piano solo se me pierde, se vuela fácil, se ascensoriza. Pero Ray Charles... no, Ray no.


Rara cosa este fin de semana. Un engendro. El viernes me infatué con una violencia recursiva, que me obligó a replantearme: ¿Qué es eso que quiero en una mujer?
Admiración. Una pareja a la que pueda admirar con un asombro místico, sublime, entregado, sin reservas.
Por supuesto, de añadidura, todo el carrusel emocional. Pensé que ya tenía las ruedas oxidadas, pero la montaña rusa rueda lo mismo en este corazón no-idiota.
Admiración. ¿No es eso lo que los creyentes tienen con su dios? ¿No es eso lo que yo tenía con dios hasta que se me cayeron de los brazos todas las admiraciones y todas las creencias? ¿Estoy sintiendo a dios de nuevo? ¿Voy a tener que utilizar la D mayúscula otra vez? Holy Crap.
Así es que acudí al viejo azul, oh mar, deléitame en tu fusión. Como en una visión onírica, acudió a mí un dragón rojo y dorado al son de gongs y tambores. Año nuevo chino y un desfile en la playa; literalmente me vino a visitar mi tatuaje, versión de 10 metros y llevado por ocho personas. Y pude leerlo una vez más: El universo es sagrado; sigue la luz. Tuve closure, tuve lo que necesitaba para dejarla ir si necesitaba irse, tan rápido como había venido (y es que es hermosa, y la admiro, pero no es para mí).

Fui al borde de la galaxia y me devolví en tres días. Qué hermoso es que mi corazón sienta.

Good is Good, Man!.

18 de enero de 2013

Soneto Precedido

Quiero tener el rostro de alabastro;

Quiero fingir en tu dormir guardia
esfinge protegiendo tu sagrado
cual si a blasón no fuérete el sol dado
y no fuera yo el que medra en tu savia

Quiero ser el heraldo de la rabia
en cada nimia afrenta que tu hädo
enriquezca a tus pies; y en ese estado
quebrar tu duda en roca que no cambia.

Ser el mar de tu nave en las cuadernas
cuando navegues presurosa el roble,
Helena o vellocino, todo al doble, 

Aunque esto signifique quema eterna
En la furia tendida de tu ästro

Descorchar la mente

"y deponer la esperanza
convertida en su verbo alterno y secreto
 que no es espera, 
que es acción"


Hace más tiempo que el quisiera estoy escribiendo bastante menos de lo que debo (funny thought, como si hubiese un deber escribir). ¿Falta de ímpetu? ¿Triunfo del agazapado y persistente temor al hasta aquí no más llegamos, se me secó la fontana del cerebro?. Siempre tiendo a pensar en esas cosas. Resabios del fatalista que mi madre insistió en mostrarme que era durante niño (otra idea curiosa, durante niño, como si no fuera un estado aparte, una pupación con otro número de patas, antenas, colores y órganos).

Años (pocos) me han ido acostumbrando al ciclo, a aceptarme el ciclo. Me cambian los gustos, me cambia la frecuencia creativo, sobre todo me cambian los hábitos de digestión de contenido. Y, gracias a los dioses en los que no creo pero a los cuales temo, más que un ciclo, tiende a espiral. Puedo sentir como la literatura me entra distinto, palpar la presencia de nuevos lenguajes, y con ello, por sobre todo, nuevas necesidades, nuevas hambres, nuevos modos de devorar. Esto es lo que me ha mantenido silente.

Hay varios textos que me urgen; uno me urge lo suficiente como para tener que escribir de todos los otros. Estas letras, entonces, serán su horrísono parto; el mulo de un texto maldito, entre las gestaciones momificadas que le precedieron, junto al imperativo actual. Un único, suficiente, magistral, definitivo, paradigmal consuelo: “Los objetos son a las ideas como las estrellas son a las constelaciones”. Gracias, Walter Benjamin. Tantas veces, y tantas formas, de dar forma a un susurro que habitaba mi alma desde antes.

Fincher. Plano americano, colores fríos, personajes en detalle por sus actos, evolutivos. Narración de espacios y mecanismos, pero sobre todo de espacios. Siempre me pensé (Siempre me creé) muy opa como para entender cine del verdadero, así entender cine como entiendo el ciclo de Krebs u otras cosas. Fincher me abrió esa puerta en forma obligatoria. El cine de autor como tesis narrativa, el cine como tesis temática, la interdependencia de las dos tesis; leer cine es una de las lecturas más hermosas. No tiene nada de paradojal que la puerta me la abrió en verdad años antes Rulfo (yo no lo había notado); yo vine al cine a buscar a mi padre, me llamo Juan Preciado.

Button. El extraño caso de Benjamin Button. Trabajar con Pitt debe ser un agrado sólo equivalente al desafío. Es malear un objeto perfecto, a fin de cuentas. Hermoso, preciso, es como una flecha de un metal misterioso, irrompible y ultraliviano. ¿Cómo manejar tal arco? ¿como limitar tal diana?. Narrativa de urgencia, no por lo temporal, si no por lo necesario, lo inescapable.

Button y el envejecimiento. Se encuentran cuando son perfectos; nada dura. Bam, el cerebro de Juan-Ignacio estallado, estragando de rojo y aceite toda la habitación figurada. Pese a un discurso permanente sobre el cambio, sobre la persistencia del deseo, sobre el asentamiento, primera vez que verdaderamente siento el terrible vacío del que penden mis actos, el deseo de perfección (una perfección secreta de la cual sólo yo manejo la cifra), la real consistencia de que puedo llegar a un cierto punto y que luego puedo devolverme; puedo conseguir algunas cosas pero no conservarlas. Mérito a Fincher por tender un axón hacia mi aurícula con tanta naturalidad. Soy mejor persona.

Shéng Zhòu Kwáng Lóng. Se me ha estado olvidando mirarme los pies. El universo es sagrado; sigue su luz. Por un segundo lo hice, blam, mi mundo brilla, resplandece. Gracias.

Este sentimiento que ya había olvidado. Estaba tan conforme conmigo mismo, con mi espera autosuficiente que tendía a no ser una espera sino una rebeldía, un tour de force sobre una historia pre hecha contra la que me plantaba, monolítico. Esto no lo esperaba. Tengo unas grietas que no sé si son grietas, unas debilidades que podría confundir con vigas centrales de mi templo, unas oscuridades que no sé si son una luz demasiado concentrada, hecha objeto. Y entonces plaf, algo, alguien, un modo de tener que replanteármelo todo.

¿Quién quiero ser? La necesidad de volver a ser creativo, de volver a mi raíz unitaria y nutricia, la imperiosa orden de dejar de enmascararme y empaquetarme y ahogarme en cintas de embalaje con este fantasma, esta caricatura de lo que creí querer ser. Yo ya no quiero ser un niño bueno. Y no es rebeldía adolescente, ni que quiera ser malo; yo quiero ser de mi color, no celeste.

Este sentimiento que ya había olvidado. Pero por la cresta, mundo, estábamos tan de acuerdo y tan bien, yo cultivando una Melissa y un Cyclamén, tú proveyendo de la luz y las piedras necesarias para seguir caminando o trepando o despeñándome según corresponda. ¿Ahora esto? ¿En serio? ¿This much road ahead? No entiendo, pero sé que quisiera poder hacer lo que quieres que haga. Como dice la canción, It took all the man in me to be the dog you wanted me to be.

Este sentimiento que ya había olvidado. Lo peor es vislumbrar que todo eso que yo dije era mezquindad en mí tiene luz, tanta luz.

Descorchar la mente, servírsela en copa de plata. Escanciar según necesidad.

2 de enero de 2013

Ralph el Demoledor



Una de los beneficios implícitos en la paternidad es tener chipe libre para ver películas infantiles. En esta vena y haciendo uso de mis privilegios ad persona, hoy llevé a mi hija y hermanos y primo a ver "Ralph el Demoledor".

Vivo en un momento maravilloso para ser padre e ir al cine. La generación que creció inmediatamente previa a la mía, o sea la generación que agarró las ideas de Vallejos, de Borges, de Benjamin sobre la creatividad, el texto, el hipertexto, y el acto de novedad, es la generación que está facturando el mass media, pero sin el "pesimismo serio" de Benjamin, la erudición de Borges o la lejaneza (sic, dude) de Vallejos; están haciendo una cosa prístina, lúdica, sin pretensión. Un juego de la Cita que no intenta dar concierto ni cátedra, sino sólo eso: jugar.


Pero además de enriquecer el mundo con una mirada que está dirigida a lo que ya hay en el mundo (eso es, a fin de cuentas, una cita bien hecha), lo están haciendo en multicapa y pensando en mí. De Shrek en adelante, esta gente que jugaba Nintendo y bailó esa horrenda música ochentera decidió hacer una bondad al mundo y hacer las películas infantiles con la capacidad de divertir a los padres que inevitablemente tendrán que ir a verlas (¡héroes!). Y triunfan, triunfan tanto que los adultos nos reímos bastante más que los chicos.

Pero nada de esto es nuevo. Shrek salió el 2001 (damn, right?). Hoy, sin embargo, sí me sucedieron dos cosas nuevas mirando Ralph, el demoledor. No, no es que me haya puesto un poco a llorar en la escena peak (eso ya me había pasado, vi ToyStory 3). Es, primeramente, una potente sensación de esperanza en la técnica; Cosa curiosa para mí, acérrimo detractor del Ideal del Progreso (hasta me gusta pensar que soy un teórico del Desprogreso). Pero es que Ralph... inicia precedido por un cortometraje precioso. No daré detalles para no spoilear, pero era un cortometraje con técnica, con una propuesta estética particular, una idea de cómo aportar un relato, con los elementos elegidos cuidadamente, con una premisa perfecta y una ejecución adecuadísima, no sólo como cortometraje sino como propuesta de reencanto al receptor respecto de qué está permitido y qué no a la hora del pacto de verosimilitud. 

Mi sensación fue todavía hay gente haciendo esto; todavía se narra para iluminar la imaginación, para encender ilusiones y belleza. Nuestra humanidad no puede estar tan mal. Fue hermoso.

El segundo momento fue en el momento culmen en que Ralph decide ser... Ralph. ¡Boom, Disney! Ya no más princesitas, más héroes underdog que logran reconvertirse y ser el niño bonito. Esta opción es completamente nueva. La opción por sí misma, por respetar la propia naturaleza, el origen, la verdad. Hacer la decisión por permanecer ya no se asocia a ser el de abajo, el chatito, el que no supo realizarse, el que se quedó. No es conformismo: es una decisión tan válida como la del principito rubio.

Fue un momento grande. Sentir que esa ideología del autorespeto ya ha avanzado lo suficiente como para estar en la pantalla. Para que sea lo que se desparrama en forma de historias felices sobre mi hija, en donde el tour de force ya no depende de la negación o el alcance de un status que no se poseía, ni siquiera por una "fuerza secreta" y oculta que residía en el interior del héroe, sino por el contrario, sucede cuando el personaje (gracias a dios ya no un "antihéroe", que esos deprimidos ya nos tenían cansados) decide volcarse a lo que sabe hacer: ser sí mismo.

Mi hija no tiene por qué esperar a su príncipe azul vestida de rosa. Puede salir a mirar el sol, contenta de ser ella misma. Ésas son las ideas que van a flotar alrededor de ella.
Doy gracias. 

Y lloré, con gusto, la película es preciosa.