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5 de diciembre de 2012

Soy Borges

Últimamente la literatura - mi literatura - me surge como un rush inaprehensible, la frase viene y me golpea para desaparecer evasiva, y yo me quedo del lado de acá, ya no como antes con el gusto aciago de la pérdida sino con la tranquilidad de la movilidad del objeto que vuela; del movimiento del vaso de ouija que acude y marca en mí una línea certera del hipertexto para luego desaparecer de vuelta a la imprecisión que le hace justicia.

Un hombre que no soy yo que soy ahora comerció con las palabras antes, y me precedió en ser yo mismo y decirme; este hombre repitió muchas veces la fórmula que yo voy a repetir ahora. Acaso sintió, como yo, que era verdad, pero no la simple verdad que encierran las palabras desprovistas de su carne, que no es sólo el sonido; acaso el hablaba de la ceguera, y yo sólo vengo a repetir una ejecución que subraya una manera de ceguera en particular, como el gaucho que moría por una figura romana. Acaso prefiguró que un día al cabo de un momento indivisible yo caería en sus palabras y podría decir: Soy yo, Soy Borges.


1964

I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

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