Cuando la vida te da limones, haz limonada.
Pero hay veces que la vida te suelta del poli a las 12 del día, y entonces todo es hermoso porque puedes ir a comprar ese regalo que tenías pendiente y encontrar lo que estabas pensando exactamente, y después juntarte a conversar con el Leo.
Luego puedes ir al MNBA. Aquí me detengo un poco. Es la tercera vez que voy desde que instalaron la curatoría de Nicanor Plaza, Maestro de Escultores. Todas las veces he dado las gracias por ir, todas las veces he salido bañado en la magia lustral de lo perfecto. Vayan. Vayan y échense 40 minutos por estatua, vayan y vuelvan a ir, admiren la sombra que hacen los pechos de la Quimera. Pasen a saludar a la Rocher et la Mousse de Daillion (hoy y para siempre, con su pelo largo y sutil, sus manos delicadas, su vientre sutil, mi ideal de belleza perfecta). En serio. Cuesta 600 pesos adultos y 300 pesos estudiante. Vayan al MNBA. Pasen a caminar por el forestal antes para entretenerse, inviten a la pololi o a los hijos o vayan solitos, pero vayan al Museo.
La muestra de Plaza y sus discípulos es abismante. La perfección anatómica, anonadante. Highlights que usted tiene que ir a ver: La forma en que las alas de la quimera translucen; el equilibrio dinámico entre la cabeza de la quimera y el torso de la mujer; las rosas en los pies de ambos, la corona de flores de ella. Si está con energía, pase a ver también El Descenso. Es un tratado de escultura: el cuerpo perfectamente exangüe del Cristo; el cuerpo perfectamente en tensión del discípulo que lo sostiene; el tratado de "pelo" que es María Magdalena; el tratado de "tela" que hay al costado izquierdo de la obra. Y si es fijón y le dedica su tiempo, se va a dar cuenta que hay sólo un punto, un lugar en donde puede mirar solamente al discípulo que sostiene al cristo, y que tiene una cara de viejo-con-pena perfecta.
En serio. Vaya al museo.
Luego puede como yo al GAM en un acceso de feminidad e irse de shopping y llevarse un Hahn y un Arteche a la casa (¡se murió Arteche! el mejor sonetista de Chile, probablemente), llegar a comerse unas tostadas con huevito, descargar un par de discos (el OST de Tron, por Daft Punk, y el OST de Blade Runner, por Vangelis, altamente recomendados ambos), escuchar y escuchar música; poner la misa de Requiem de Mozart para leer PDK, de Baradit y Cáceres; leer un poco más de Yourcenar, tejer un par de puntos en una bufanda que no se acaba nunca, y dormir.
Pero de fondo, igual de importante que tener un día plenamente de gozo epicúreo, es la sorda tranquilidad que aún sé qué hacer conmigo mismo; no he entrado en la etapa de desidia, rutina y vacío en esta autorelación. No estoy obsoleto para con mi propio cuerpo, para con mi propia alma. Aún soy yo, y el tiempo no me ha deshecho como temía.
Time for blossoms.