Tábatha dijo...
Nicanor está sobrevalorado.
Y lo dijo
acá.
Es sorprendente lo mucho que puedo estar en desacuerdo con una oración tan corta.
Primero, porque presupone la noción de valor para la poesía, como un precio intrínseco, algo mensurable, objetivo. Soy de los que deciden creer en la poesía como una aseveración vacía; la poesía es algo así como un lienzo apenas delineado, un marco, un pistoletazo con balas secretas: En la medida que una obra más se aproxima a la maestría, es porque se ha convertido más poderosamente en una ventana a todo el arte, y si es todo el arte, es una representación genérica del hombre; el arte es un libro de instrucciones, un programa del humano así como la física es una explicación del universo.
Es, en definitiva, genérico. La obra maestra puede ser gozada por el erudito y el lego; por el joven y el añoso; para todos algo resuena, porque en una obra maestra está todo el hombre representado (figurado Y vuelto-a-presentar, como ofrenda, y como consumación, al mundo) y contenido (en cuanto completo y en cuanto resumido). Y es por ello que una verdadera buena obra poética es un soporte sobre el cual el espectador (lector, consumidor, ud. elija) puede descomprimir y verter su humanidad. A eso, creo, no se le puede asignar un valor; el espectador lo valoriza. La verdadera obra de arte no tiene un contenido real. Puede tener un contenido explícito, pero eso es una excusa para lo que hay detrás, que es, en la medida de lo posible, todo el arte.
Ya sea porque la obra se inscribe en el conducto del arte, o porque es una ruptura con este continuo, siempre es referencial a lo que había; esa referencia obligatoriamente nos remite al origen, y el origen es el hombre puro.
Ahora, si voy a lo que yo (et al, consideremos a Schopf o a Bloom) hemos decidido verter en el soporte que favorablemente ha propuesto Parra, que cataliza ideas que antes dentro de nuestra humanidad flotaban más bien en el éter, más discutible se hace aún lo de "sobrevalorado". Parra es referencial hasta el hartazgo, de un modo que no había sido intentado antes. Primer logro: la cita como elemento de novedad. No el hipertexto Borgiano, no la cita Jarmuschiana; es el reciclaje de Parra, como si pegara papelitos recortados... ¿cómo? ¡no! es tal la extremación que lo lleva a niveles así de concretos para subrayar, haciendo poesía de papelitos recortados sin ni siquiera intentar forzar el marco, sino sometiéndose a los resultados impuestos por el material.
Eso es un espejo del ejercicio reflector del arte. Cajas en las cajas. Uno podría quedarse con eso pero Parra logra remeter de contrabando el otro extremo, el origen, el individuo, (sin ir más lejos, "Soliloquio del Individuo"), la abstracción del hombre. Y para coronar, hace el ejercicio mediante la destrucción progresiva (incompleta, a mi gusto, si se me permite ser heresiarca) del lenguaje: una remisión más a la base muda, preartística, y por lo mismo protoartística, del lenguaje.
No, Parra no está sobrevalorado. Está subentendido.