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2 de marzo de 2013

Todo el Mal

***SPOILER ALERTS: La historia de Lolita ya es parte casi de nuestro acervo cultural. Para muchos, amenaza con ser la gran novela americana del siglo XX. Por temática y ejecución (y bajo ciertos análisis, por anticipación) bien puede serlo. No voy a spoilear con tramos explícitos de la historia, pero sí con análisis de grandes temáticas, que para algunos lectores / espectadores puede ser igual de destructivo. Para ellos vaya la advertencia entre estas seis vistosas estrellitas***


Uno vive con la idea de que el mal es fácil de alumbrar, ahí entre la muchedumbre de un montón de cosas que nos pasan todos los días, con un tremendo letrero rojo y cachos y fuego y explosiones, Monsieur le Mal, límpidamente distinguible, discernible, enfrentable dentro de lo posible.

El mal es violento, es ruidoso, es desconcertante, es estremecedor en el alma.

Eso es lo que queremos. Lo que aprendimos a creer. Ése es el mal fácil. Deux deux mal. (No hablo nada pero nada de francés, soy pero lo más asquerosamente cursi y pedante que pueda haber, pero qué se le hace, combina con el tema).

Cuando vi Lolita la sensación que me quedó fue ambigua. Sospecho que era la intención deliberada de Lyne. ¿De quién es la culpa de toda esta mierda?. Esa es la pregunta que pegajosa, se atora en la garganta, mezclada con la lascivia, con la vergüenza de la lascivia, con la duda y el horror. Y a ratos, la terrible sospecha de ver a Humbert Humbert, Humbird, Humbug, como la víctima. 

La novela es material de otro análisis. Donde la película se dedica a proponer una tesis, y una apoteosis de imagen, la novela pinta con minucia el mal.

Cuando digo el mal, me refiero al Mal. A Todo El Mal. Humbert Humbert es todo el mal, en sus más profundos vericuetos, y peor aún, implicancias. El estudio de Nabokov es perfecto a todo nivel. Donde muchos psiquiatras fracasan por un ímpetu teleologista, Vladimir, en lingua secunda y tristemente en patria abscondi, con una naturalidad que roza lo sospechoso nos muestra el Mal, el deslinde continuo entre la psicopatología, la falta más abyecta de toda ética, y la deliberada ejecución antimoral de la libertad.

Es el personaje más densamente tejido que he leído. A su favor está que es arquetípico (Malus et nequam homo; Consuetudo mala.*), por lo que no hay que detenerse, al construirlo, en esas pequeñas disonancias, las suaves incongruencias y conflictos que hacen de un hombre un hombre. Pero a cambio de ello, Nabokov no se detiene. H.H. es patológicamente egoísta, enfermizamente centrado en sí mismo, obscenamente incapaz del otro.


Donde esas características tocan lo imposible, Nabokov hace aparecer la patología psiquiátrica con una sutileza que asombra: la escisión de la personalidad, la escisión del relato, el narcisismo herido encapsulado, el terror del futuro, la recursión infantil, sin jamás "presentarlas", sin ponerles un nombre, sin recargarlas con esas descripciones del ámbito interior o las pesadas reflexiones de los escritores previos, sino simplemente dejándolas aparecer, liberándolas en escena, a ellas las obscenas**, para hacer su cometido según les compete en una historia que es natural, orgánica, franca.

Mas nuevamente, cuando la configuración de la enfermedad comienza a estructurarse y el personaje quisiera llevar a nuestros inconscientes por el tranquilo arroyo del diagnóstico, irrumpe el mal, el asqueroso descarte de toda ética, la renuncia sistemática, libre, voluntaria, a todo el bien.

La prosa de Nabokov no tolera ninguna falla. No hay suturas. Ningún sitio en que se sienta al autor (Nabokov no se deja ver, es por completo y perfectamente invisible) intentando introducir un tema, empezar un concepto, proponer una idea; todo simplemente sucede, inevitable, imperturbable, con el peso de lo absoluto y verdadero, tanto a nivel de relato como a nivel de subrelato. ¿Era imposible detener el curso de Lolita, entonces?



No, y ahí está lo más poderosamente logrado, en la historia y en la reflexión que representa sobre el mal. Es HH el que lo hace imposible. HH es el motor de todo, y es precisamente el hombre, con su libertad, el que hace al mal indetenible, el que le da la fuerza lenta pero inconmensurable de un glaciar.

Han dicho que lo de H.H. es amor, incluso pasión, que Nabokov hizo a HH enfermar de una enfermedad que se llama Lolita. La prosa está ahí, indiscutible, férrea: no hay una sola (¡ninguna, lector!) en que se postule siquiera el más tímido interés por Lolita. nunca, nunca jamás se transforma la niña en un alguien: esta es la obra maestra de Nabokov, la más estudiada y estremecedora - cuando se la ve - faceta del suizo endemoniado. Porque uno se da cuenta tardíamente, despistado por el aparente amor y cortesía del monstruo europeo.

La novela de antihéroes que los norteamericanos (obligado a meter a Nabokov acá, mi buen pobre ruso) han llevado a la maestría durante el siglo XX (Caulfield, Herzog, Humbert, por nombrar algunos ilustres e inmortales) ha logrado salir de los "subhombres", es decir el antihéroe patético, al que cabe casi tenerle lástima, hasta presentarnos seres humanos completos. Seres humanos completos que reconocemos como pares, pero con los que jamás nos reconoceríamos. Una inversión completa del viejo anhelo de identidad en el relato.

Aristóteles y los 2400 años construidos sobre sus eudaimónicos y anchos hombros nos han legado la noción implícita de que todo hombre tiende al bien, y que toda tendencia al no bien proviene del error. "Enfermedad" queremos decir frente a H.H. Pero mientras lo observamos suprimir el llanto de Lolita en forma animal, mientras lo miramos ejercer su despótica, tiránica, avasallante libertad, no podemos ver al "esclavo de sí mismo"***, atrapado, sino el monstruo que la deforma. Para siempre.


En su acabadísima y cohesiva viñeta de un monstruo, Nabokov nos obliga a atisbar dentro del abismo moral que más nos aterra: aceptar que el hombre no es acabado y cohesivo; aceptar que el hombre está íntimamente partido por dentro, y que vivimos sujetando los pedazos para que el mundo del bien funcione.

Mientras nos agota el espíritu con todo eso, Nabokov nos pasea con una prosa deliciosa, cargada como cornucopia de una cultura literaria universal abismante, por lo completa, por lo amena, por lo nada forzoda, a través de un Estados Unidos hermoso, bondadoso, que se muere en las manos de muchos otros Quilty y Humbert y Charlottes, con imágenes que justificarían el libro mismo por su hermosura, aunque sólo fuere el cuento de un roadtrip. Pero no lo es.


* Malo y pervertido el hombre; malos sus hábitos. Notablemente en ese orden, y no al revés como podría pensarse
** Tanto que Humbert insistió en lo obsceno etimológico, lo que no debe aparecer.
*** Henri Ey: "Las enfermedades mentales son la patología de la libertad"

25 de noviembre de 2012

Del Lado de Allá

Preámbulo
Sustancia
Exordio:

La lectura superpuesta y en clave casi religiosa de Borges, del Tao Te King, de Cortázar, la escucha atenta de algunos cánticos viejos, de los Beatles como de los Brandenburgos o Steven Wilson, Chesterton, Truman Capote, la poesía un poco lánguida de Auden, me han devenido en uno – o varios encadenados, ahora me acuerdo del Cannard Enchaîné al momento de escribirlo: “encadenados” – de esos fenómenos que Morelli denominaba antropofanía.

He estado frente a la misma falsa y electrónica página blanca a la que estoy ahora opuesto desde varias pantallas distintas con su fría luz blanca tratando de decirlo, chocando con una aceptación profetizada contra el muro de aquello-que-no-puede-ponerse-en-palabras justo porque su presencia presupone un con equa, non.

La naturaleza imita al arte, se repite como mantra en todo Julio desde 1914 hasta 1984, pero desde el comienzo discrepé y puedo defenderme ahora con miríada de ejemplos: La naturaleza es el arte:

Ya, por paso de tiempo y de intentos, habiendo prescindido de la voluntad de deciros: He descubierto el universo, releo una serie de poemas (La que sigue). El ser humano trasciende en forma aproximativa, insistía mi profesora de teología; parapetado en esa defensa, esto es un puente a mi revelación esotérica de principios. 

Pero así como la etiqueta vainilla en el frasquito sólo dice algo a quienes ya han olido el mejunje, acepto que no importando las complejidades de la hermenéutica, sólo el iniciado traduce, y el iniciado es sólo y siempre el redactor del alfabeto. Alguno de ésos habrá por allí que tropiece en este lugar y comulgue.


Tema:

Sing of the Exile

(i)
For I have been rejected from the world, I am the world;
rise up and so sing upon not these lands, cornucopy,
no, but the sung is me, I am the sung, the sing, the song,
oucast, wasted, wretched, withered, I am, I sing, I,

for I have been seen insufficient, new totems I rise,
and this brave new world can't be measured but against them own
limbs and feet and hands, 'cause this world is me, and yes I am,
all that satisfies but my shape and sight and forms shall have.

(ii)
Yo he olvidado
las canciones del exilio
pues es sino ése
el exilio verdadero: el olvido
el dejar
de saber
que se ha sido ostracizado
una raíz
o un final.

Lejano he sido largamente
en el fondo de mí lo que yo era desvanece,
y miles de almas cantan mi coro
bajo la dirección vacía de mi ethos alienado,
con un llene
insatisfactorio
de mis viejas bóvedas vacías.

(iii)
Como ye he sido desalojado del mundo
yo soy un mundo,
y es este mundo nuevo, éste, en todo territorio,
soy yo, yo soy, y mis formas llenan la tierra

todo lo que puede ser es comparable a mis miembros,
es relativo a mis miembros, más,
mis miembros son todo lo que puede ser
todo lo posible es mi cuerpo
yo agoto toda la posibilidad
soy divino en este mundo
mucho cuidado con esta teología completa,
este don profético también.

(iv)
En un cubo de metal pesadísimo
duerme comprendida la forma de un cono, secreta,
y si yo la revelo dormida
la escindo quebrándola de su forma total,
si yo la toco en su ausencia inexistida.

El retorno del cono al cubo interesa,
el regreso de la forma a lo oculto,
Heisenberg, del punto a la nube,
interesa el fin del exilio,
o su anverso posible, importa,
importa la imposibilidad concreta del retorno;

La persistencia de la aislación y el veto de la semilla.

Motiva en la tetralogía la noción de un impostor
el cono obliterado de su cubo
la persistencia del cubo prescindiendo de su cono
una figura que no retorna
y que no es, modo alguno, requerida,
un cono que sugiere un cubo considerado imposible,
habiendo perdido sus marcos de referencia.


                      * * *




Mirror Discussions

(i)
Me alimento de un espejo
de una barra de hierro azul, tétrica,
de las alas sueltas
de alguna mosca
o alguna paloma
alguna cosa por nombrar

vaya uno a saber, descifra tú mis letras y mírate tu propia voz.

(ii)
Entendí entonces la diferencia
entre las abluciones correctas de un cuerpo
de mi cuerpo
y la tarea escandalosa y filistea
de lustrar enérgico
                            la superficie en la cual me reflejo
de lavar el rostro de en el muro
hasta esperar de desgaste verlo desaparecer,
tocar mi carne trémula,
sensible,
sensitiva,

pero los corpúsculos en mis dedos se han especializado
los músculos de mis dedos se han especializado
y ahora todo el tacto es vidrio
y ahora los codos rígidos no los puedo maniobrar

El hambre en la sangre me mueve de vuelta allí donde no me sé resolver

(iii)
Calzad vuestros coturnos y vestid vuestra persona
No
os creáis aquello - yo no sé,
no puedo saber desde dónde deriva, sale -
de que tenéis naturalezas ab-originales
pero mirad, mirad y sabed que no hay nada que antes no
que esto sólo ha de interpretarse como una danza de espejos
si os tocáis con ternura y justicia ved
no sóis sino ejercicios
ensayos de uno u otro modo de una única criatura viable
al abominable ser que es.

Yo he pretendido ser ese ser;
tomad vigilia de dónde
y hacia dónde
están colocadas las superficies reflectantes
notaréis las cosas inquietantes,
sabréis sin palabras que yo soy la loba salvaje



                      * * *




En el fondo lo que yo quiero decir es que Borges tiene razón, la definición de las esferas está mediada por la distancia entre los puntos al centro, y que la vida es una sola, la distimia y la alegría son más que las caras de una misma moneda: yo estoy para decir de una moneda fabulosa con una sola cara, imposible, pero la única verdadera. La binariedad del bien - mal debe ser abolida, es falsa, los objetos deben contener todo lo posible de ser en ellos contenido, y así debe ser tomado el universo para ser hecho participio. 

Si lo paso pésimo en el turno y después salgo cantando "Getting Better" con el solcito pegándome rico en la cara no es que sea un ciclador rápido. Desgraciada dialéctica que aserra mi lenguaje y no me deja decirlo de otro modo que éste: Lo malo de las cosas es parte de su bondad.