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19 de diciembre de 2012

Argumentum Linguisticum

Por mi parte, el problema de si hay un dios me es bastante más indiferente que el de cómo sería esta divinidad teórica. Anoche soñé una de las aproximaciones más hermosas que han venido a caer a mis manos.

Borges familiarizó el concepto de lenguaje analítico: Un sistema que prescindiese de la idiosincracia y del diccionario, donde cada unidad sintáctica fuera completa, autosuficiente; así, la palabra para conformar gato en la mente del lector, digamos "ardi" sería un acúmulo de partículas donde a corresponde a animal, r a mamífero, d a peludo, y quizá i a casero, y así con todos los objetos, que quedan definidos en su nombre.

Huelga decir que esta es una aproximación profundamente humana al problema de la comunicación. Primeramente, por su propósito: es un habla económica, simplificante, que ahorra tiempo y malentendidos a un ser que vive acosado por su tiempo y diezmado por los malentendidos. Pero en segundo momento, por los ecos de lo que implica como modelo: la pretensión de que el universo es unitario, finito, y disecable: que la realidad se puede clasificar, puesto que es periódica.

Otra particulariadad de tal lenguaje analítico es que se encuentra a medio camino de otros dos sistemas de comercio de palabras que, siendo opuestos, no son sino el mismo. En un extremo, está la progresión en extremo del mismo idioma analítico: Esto es, si pudimos agregar la partícula de peludo, habrá una partícula precisa que nos diga el color, alguna otra para la edad, el tono de los ojos, la posición exacta en que se encuentra el gato, su historia personal (¿o animal?). Las palabras pueden así crecer desmesuradamente, en longitud y en precisión; la mente que manejase tal volumen de información, es decir, capacitada para descifrar las palabras de este lenguaje, se aproxima peligrosamente a una mente no humana.

El otro extremo es el de la palabra completamente (como objeto) carente de información. Es el lenguaje que (como sistema de numeración) el mismo Borges propuso para los ángeles: un sistema totalmente desprovisto de un ritmo, en que cada componente del conjunto (en este caso nuestro, del universo) posee su propio signo denominador. Este es un lenguaje del caos, en la medida en que no entrega información: sólo la multiplica. Ya no solo el gato tiene una palabra en particular, si no cada pelo de su cuerpo, cada gránulo de caspa, cada mirada atenta, tiene su propio nombre, único, pronunciado en la intimidad del dios.

Sistemas de palabras infinitos, inconmensurables, que no corresponden a códigos para densificar la información a expensas de sus detalles (esto es, no son lenguajes humanos) si no por el contrario, se corresponden con la escritura de cada cosa en el libro de las cosas, absoluto, completo, y sin repetición. El lector más atento (y con más tribulaciones teológicas) notará lo inquietante que resulta que de la proyección natural del más humano de los artículos (el habla), la insistencia en cualquiera de las direcciones nos deviene en un mismo artículo divino. El intento lingüístico humano opera como un sistema degenerado a partir de un sistema natural de comunicación de la totalidad; el hombre, finito, mortal, incapaz de la totalidad, roe en los extremos del lenguaje un sistema vicario para manejar la realidad parcelada.

Lamento el argumento teológico que me he visto obligado a descubrir; mi intención era menor, sólo ilustrativa, para una definición de Dios que se me dio durante reflexiones en torno al lenguaje analítico. Imaginando al dios como poseedor de cualquiera de sus dos vertientes, un lenguaje que todo lo define y clasifica al universo, o por el contrario, un lenguaje que a todo glorifica y da un nombre en el libro de las cosas, puede plantearse la siguiente teogonía:

"El acto de la creación, la creación misma pues, es el larguísimo recitado de los nombres de todas las cosas, es dios pronunciando sobre el silencio del vacío el nombre completo y verdadero del universo, un sujeto gigantesco compuesto por cada una de las cosas, la palabra gato, la palabra que denomina la palabra gato y la que denomina la letra g y la que denomina a la letra a y a la que denomina a la g junto a la a, todo a un tiempo, todo en una sílaba inconmensurable; el objetivo de todo esto es poner en acción a Dios, pues si toda la Creación es el sujeto, Dios es el justo predicado, y el universo no existe sino para hacer actuar al Verbo; podemos atrevernos aún más y señalar que el verbo es es dicho, y siendo el verbo solitario suficiente, el verbo ha querido proyectar un sujeto, sacarlo de lo implícito de su existencia a lo explícito, para ser actuado. Después de ello se comprende que al principio era el Verbo, y el universo no necesita mucha más justificación: el universo actúa a dios."

9 de octubre de 2012

Defensa Total de la Palabra

La precisión en el vuelo de un dardo
largado de antemano desde la mano que envía
hasta el pecho, muro, o diana final,
el beso vacío del tiempo que orna
la distancia entre una predicha verdad
de su consumación fidedigna y antelada,
ese espacio vacío de silencio, y engaño,
porque el dardo jamás ha volado
la saeta vibra espigada contra el blanco
desde el momento mismo en que los dedos la abandonaron.

¿Y es esto la palabra,
la cuerda tendida de corazón a corazón,
el espacio que guarda el muro de tu pecho hasta el mío?

Hermosa mentira, tal caso, bella,
innecesaria y bendita falsedad,
cúmulo turbio de asacral desorden entre las claridades,
¡bienvenido!

O sea la letra tras la letra entonces no el intervalo
sino bien el origen o el objetivo
considérese la palabra el disparo inicial
que arroja un mundo sobre el lienzo de un otro mundo
alma viva sobre alma sensible, sensitiva;
o tómese la palabra el objeto concreto, encendido,
henchido de todo el aire, de la voz del hombre,
el aliento cuajado y hendido en el tiempo,

Sea la palabra, ¡sea!
sea el vástago pródigo o la simiente duradera,
la vid perdurable y cíclica
o el pámpano cuajado que en su peso
cae a la tierra
y ella retumba.

Séase audaz. Dígase, sea dicho:
es mutable la palabra, es fuerte, es total,
esta es su defensa
piénsese
es todo el arco en forma vera
es perdurable como es perecedera.

La palabra, aquí frente a vosotros,
– ésta es su defensa –
es la madre, es la hija,
es más pues
es la matriz
el acto fecundante y el acto paridor,

Recordad que el hijo del hombre dijo
yo soy la palabra,

esta es su defensa.

30 de agosto de 2012

Sospecha de la Inutilidad de la Poesía

Durante mis años escolares, completa y poderosamente bajo el influjo ético (más poderoso aún que el poético) de Nicanor Parra, y firmemente comulgante de sus doctrinas del lenguaje, ni tan implícitas en sus textos, pero requirientes de cierta hermenéutica accesible quizá sólo por "el oficio", practiqué (lo atestiguan aún los cuadernos de esa época) una deconstrucción sistemática, pogrómica, progresiva y completa de la escritura, la devastación como una herramienta fehaciente de reconocimiento, primero, de apropiación después, y finalmente de verdad y trascendencia.

El proceso fue tan completo que culminó en bastantes meses de férreo silencio en la palabra escrita, pues estaba destruida; el lenguaje, deshecho, desarticulado. Duró esto hasta que me sentí permeado satisfactoriamente de lo que había logrado: lo que había escrito al no escribir, el lenguaje del no lenguaje. El proyecto estaba completo, y ciertamente me sentí victorioso; había logrado mi primera verdad poética, viéndome como un concretor digno de lo que Parra propuso, y sólo esbozó.

Pude considerar (y lo considero aún) que ese texto-hápax, inexistente y por lo mismo más poderoso y total manifiesto, constituye el clímax de mi carrera en la lengua. Lo que comencé después - y en lo que aún estoy -, una apropiación sistémica de una posición de hablante, un espacio en la palabra hasta hacerla propia, una vanguardia de ataque, de dirección, sentido, voluntad, código, mito, símbolo, y espacios de silencio significativo, si bien son tributarios nutridos de esa experiencia inicial, pueden englobarse como una segunda carrera lingüística, por completo diferente.

La primera es la voluntad (lograda) de alcanzar la verdad última del habla, pura, objetiva, vinculada a sí misma y en ella a lo divino. La segunda, por el contrario, es el proyecto de búsqueda del propio, del subjetivo, la creación del yo desde un alcázar situado en algún límite incierto del territorio de la palabra, como puesto de vigilancia y búsqueda, pero siempre inmerso, parte del sistema de signos.

Puede que uno requiriese del otro; lo que sé es que a mí me ha sido dado así, y he hecho primero al mundo y en el vacío del mundo luego la partícula infinitesimal que era yo, que era el hombre. (Primero buscar el límite para patearlo hasta descubrir con júbilo que no hay tal; luego glorificar el límite, la menudencia, la pequeñez, lo estrecho, lo sesgado, el detalle, la exclusión, lo imperfecto, lo inespecífico, como señal ¡al fin! del ergo sum.)

Con ello, véase Anguita, Definición y Pérdida de la Persona:

Por cualquier circunstancia, ya interior, ya exterior, el hombre sufre el éxtasis. Nuestro cuerpo mismo se transfigura; mirado desde arriba, tal vez aparezca como una piedra iluminada cayendo desde el pasado o, mejor dicho, desde el tiempo, ferozmente transparente y como bajo el dominio de la mirada de la cámara lenta.
Mi éxtasis consta de dos movimientos, aparentemente opuestos, pero que en realidad integran un sólo estado: se desconocen, primero, los objetos, las formas del mundo; se duda, no intelectualmente, sino con todo el ser, del ritmo del árbol, por ejemplo; se encuentra todo arbitrario: el mundo es una forma vacía y casi inexistente. Es la nada misma adulando al espacio pero sin ninguna realidad trascendente. Luego, uno, iluminado por esa luz esencial que debe ser muy semejante a la de Dios en víspera de la creación, empieza a definir, a coincidir con los objetos: lo grandioso de este sentimiento es la coincidencia que uno lleva a cabo, parado, por decirlo así, desde el otro mundo.
Este poema (en prosa, a pesar que he adoptado la línea o el verso para destacar algunas ideas y darles cierta autonomía dentro del conjunto; y en verso propiamente tal, cuando el ritmo nos arrastra en algunos pasajes) comienza como definición, con el reconocimiento que un dios hace del mundo que ha creado, o que podría haber creado hace mucho tiempo, ¿Qué son la nariz, los ojos, la voluptuosidad, el acto sexual, para ese dios que ignora el tiempo y el espacio? ¿Cómo traducirle a su lenguaje de eternidad estas formas temporales y con palabras temporales? Ingrato trabajo, difícil tarea: porque de ningún modo alguien que no sea, como yo (el poeta), dios y hombre a la vez podrá reconocer la verdad y la justeza de estos hilos que he tendido entre dos mundos tan cerrados. Lo intenté en un momento de fuerte éxtasis. Un éxtasis que hizo esfumarse la realidad, en un comienzo, y, luego, que me hizo comprenderla, sentirla, vivirla, con una patencia irresistible. Es el gozo de vivir, por fin , la realidad después de haber morado en el vacío. Al fin el poema se plantea como pérdida. Es la libertad de morir y de vagar, por fin, después de haber verdaderamente vivido.
Ambos movimientos pueden ser perpetuos, y nada sino la fragilidad humana habría de impedir que se sucedieran a través de nuestro ser hasta el infinito: Eternidad, tiempo, eternidad, tiempo. Rayando por estos dos túneles alternos, una hermosa zebra es el hombre. El que se atreva lea mi poema toda la vida, y encarne, con vigor y profundidad creciente, el símbolo de mi animal.

lo que me lleva a especular sobre la inutilidad de la poesía. Es quizá el más estereotipado de los actos del hombre. Eso es lo que la hace tan, tan humana, tan significativa; es un secreto mecanismo oculto en nosotros, puesto allí para que cada uno descubra la misma y redundante cosa, pero solo, por separado, aislado, como sello de nuestra finitud y para que, descubierto aquello, nos sea revelada (¿desde nosotros mismos?) la epifanía de que en esa pequeñez radica la universalidad de nuestra gloria.

***

Léase a la luz de lo anterior:


You were silly like us; your gift survived it all:
The parish of rich women, physical decay,
Yourself. Mad Ireland hurt you into poetry.
Now Ireland has her madness and her weather still,
For poetry makes nothing happen: it survives
In the valley of its making where executives
Would never want to tamper, flows on south
From ranches of isolation and the busy griefs,
Raw towns that we believe and die in; it survives,
A way of happening, a mouth.

- In Memory of W.B. Yeats, WH Auden

1 de enero de 2012

SubHabla, Habla, MetHabla

           Propongamos la siguiente situación: el hablante A: "mi carnalito se despostigó y ahí mismo le vio el rostro a la Virgencita". El hablante B: "Mi hermano se defenestró. El deceso fue instantáneo". Ambos actos de habla tienen el mismo contenido de información. En el análisis habitual, propondríamos que la diferencia radica en la para-información, en los elementos adicionales que nos pueden hablar del contexto, o del hablante mismo. El código.
          Pero tal aproximación es inútil cuando lo que queremos es encircular precisamente el acto de habla. Porque el hablante A estará diciendo borborigmos en el Palacio de Gobierno mientras el hablante B estará sólo ensayando jitanjáfora en la periferia. El acto de habla es evaluado en su función comunicativa. Que esa función pueda deformarse, renunciarse, opacarse, y cualquier elemento que queramos asignarle, es posterior y nada más un acto de arte o rebeldía. El acto de habla es un acto comunicativo siempre.
          Por tanto el lenguaje, cuando se le supone herramienta del acto comunicativo, está supeditado a él. No hay lenguaje correcto o incorrecto, tal depende del acto de habla. El spanglish, el argot, todo queda así justificado; el intento RAE de limpiar, fijar y dar esplendor tuvo su momento, pero es como un muro impuesto al mar del habla y ya cumplió el ciclo de generar una base-lenguaje para su real propósito.
          Sin embargo no debe suponerse que el lenguaje queda estancado allí. Es labor de la literatura - y en particular de la poesía - dos elementos imprescindibles de evolución. Por un lado, alguien tiene que buscar funciones para el lenguaje, funciones nuevas (actividad sub-habla). Pero mucho más importante, dado que el habla incorpora e incorpora en su esfuerzo comunicativo, es como una gran bola de nieve que cae y cae. Es también labor de la literatura - del arte - validar nuevas formas de acto comunicativo; ensayar y traer a lo diario maneras nuevas de acto-del-habla que naturalmente no se darían (actividad meta-habla).
           La poesía puede y debe, entonces, existir en estas tres formas.

- SubHabla, Habla, Methabla. Andrés Matmurah, Revista Ars, nº 12 - 1987.