Advertencia

Este blog NO es el blog del Médico Juan - Ignacio Reculé Rivera. Si usted busca a ese facultativo, puede encontrarlo AQUÍ.

25 de abril de 2010

Chuta, parece que me anduve enamorando...

(ESTA es una gran canción para este post, porque la estaba escuchando justo ahora.)
... todo partió con un afiche con esta foto:

        Cada dos cuadras, mientras avanzaba la micro, ahí estaba ella, suspendida entre el polvo ubicuo de esta ciudad, en su frágil pero aguerrido soporte de tinta y papel y pegamento barato, repetida incansablemente. Invasiva e inevitable a fuerza de su multiplicidad en los muros, pausada, fija en esa mirada de amor o concentración, o quizá las dos, en su instrumento, la captura de un movimiento que podrá haberse convertido en tantas cosas.

        Qué foto. Obviaré lo de la chica con un acordeón, de por sí llamativo. Pero una chica con acordeón cada dos cuadras es olvidable. Es algo que puedo omitir con un simple paso en alguna circunvolución prefrontal. Lo que no es obviable es la luz en el pelo, gritando sus colores aunque el negro escarabajo de la impresión monocroma se lo quiera impedir. No es omitible la caída del aro, pendiendo desde el lóbulo, invitando a la curva del cuello, susurrando la curva del cuello. La figura del acordeón, sustituyendo pero no mutilando todo lo que debiera haber sido su figura, la de ella. La sombra de los ojos, resplandecientes por la ausencia, el flagrante coqueteo de los labios apenas insinuados, la nobleza de la alta frente, la sonrisa que elijo imaginar escondida tras la microfonía.

¿Y quién era ella? Ella era Pascuala Ilabaca, Jueves 29 a las 21:30 en la Piedra Feliz.


        Ok, es altamente probable que sea la mejor foto de ella que existe (por algo está en el afiche), y no sea TAN bonita como yo quiero imaginarla. So what. La ciudad es un canvas en el que puedo pintar con tiza y lápices de colores, con palotes y manchones y a escupos si quiero, y de repente me hace estas gracias de vuelta, me tira una foto o un sonido o un perro o cualquier cosa que me hace el día la tarde o el mes. That's it, de eso se trata estar vivo. A los que les interese Pascuala la pueden pillar en su myspace o su blog. Hace música bastante buena, de raíz folclórica pero muy resignificada y revitalizada. Yo la iré a ver cuando me calce con mi horario ridículo. Pero Valparaíso, sucio, inmoral, inhóspito y frío, está a medio empapelar con una foto maravillosa, de una chica maravillosa, y eso es claramente responsabilidad mía avisarlo.

11 de abril de 2010

Manos tontas

Cada vez que me preguntan por el asunto de la vocación - lo que no sucede poco, 50% de las veces que uno responde medicina la articulación del interlocutor es uy para eso hay que tener vocación, cómo se te ve eso a ti -, doy un mini discursito de cómo yo hubiese estudiado música si me hubiese atrevido, pero no me daba el cuero.


Manos torpes, brazos torpes, oídos sordos. Destacaba en música un poco en el colegio, pero es porque cualquier tuerto destaca donde son los ciegos. Porque soy mateo y le pongo pinolli a las cosas que hago si me gustan. Y cada vez que escucho el The Incident me acuerdo de eso. De lo que podría haber sido y no fue, de las cosas que no puedo ser nunca ya no más.

Y es difícil cuando tu disco favorito te da la depresiva, porque para emo si que no estoy.

Manos tontas, futuros inciertos. Sé hacer pocas cosas con las manos. O sea, realmente bien. Ser algo por mis manos, ser artesano o herrero o algo. Saber hacer lo mejor. Porque cosas hago, puedo percutir un pulmón decentemente o buscar derrames articulares, pero, como todo lo que hago, no soy el mejor. No me ganaría una vida haciendo esas cosas. Y menos pensar en la guitarra o algo así. Bien para los amigos, si es que. 

Quiero tocar guitarra hasta que el sol estalle y quedemos todos iluminados por una esfera negra y sediciosa, rockear hasta que se cierren las portadas de las iglesias y las nubes oculten el cielo. Quiero no tener límites y saltar en forma físicamente perniciosa, destructiva, quiero cruzar aldeas y mares y ser un licántropo. Quiero mirar mi cuerpo y ver algo, una verdad inmediata. Quiero sentir la tierra sucia y los pliegues del cuerpo.

La vida cortada

El tiempo está como aterido, lento; inconsecuente. No como si tuviera una responsabilidad en algo, inconsecuente como que una cosa no lleva a la otra, son pausas, intermedios. Sin consecuencialidad.

El silencio es el ruido que más abunda. Yo no escribo acá desde hace un mes, y claramente ningún dios me escribe a mí en una bitácora larga, exhaustiva, escandalosa.