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20 de abril de 2013

La Vida de Las Abejas

Just Like You Imagined by Nine Inch Nails on Grooveshark
XI

Pero, se dirá: ¿qué nos importa que las abejas sean más o menos inteligentes? ¿Por qué pesar así, con tanto cuidado, una pequeñas huella de materia casi invisible, como si se tratase de un flúido del cual dependieran los destinos del hombre? Sin exagerar nada, creo que el interés que tenemos en ello es de los más apreciables. El encontrar fuera de nosotros una marca real de inteligencia nos causa una emoción parecida a la de Róbinson descubriendo la huella de un pie humano en la arena de su isla. Parece que no estamos tan solos como creíamos estar. Cuando tratamos de darnos cuenta de la inteligencia de las abejas, estudiamos en ellas, en definitiva, lo más precioso de nuestra substancia, un átomo de esa materia extraordinaria que tiene la propiedad magnífica de transfigurar las necesidades ciegas, de organizar, embellecer y multiplicar la vida, de tener en suspenso, de una manera más impresionable, la obstinada fuerza de la muerte y la gran ola inconsiderada que arrolla casi todo lo que existe en una inconsciencia eterna.

Si fuésemos los únicos en poseer y mantener una partícula de materia en ese estado particular de floración o de incandescencia que llamamos inteligencia, tendríamos algún derecho a creernos privilegiados, a imaginarnos que la naturaleza alcanza en nosotros una especie de fin; pero hay toda una categoría de seres, los himenópteros, en que alcanza un fin casi idéntico. Esto, si se quiere, no resuelve nada; mas no por eso el hecho deja de ocupar un honroso puesto entre la multitud de pequeños hechos que contribuyen a ver clara nuestra situación en la tierra. Hay ahí, desde cierto punto de vista, una contraprueba de la parte más indescifrable de nuestro ser; hay ahí superposiciones de destinos que dominamos desde un punto más elevado que ninguno de los que alcanzaremos para contemplar los destinos del hombre.
La Vida de las Abejas
Maurice Maeterlink, traducido por Pedro de Tornamira, 1913

7 de julio de 2012

Sol Cenital, Sol del Nadir

Era una colorina de esas imposibles, imperdibles, impensables. Alta, de manos finas que jugueteaban trenzando el pelo de su compañera. De rasgos nobles nobles pero sonrientes, haciendo un aura como un faro para todo el vagón; probablemente sin siquiera notarlo.

Joven. Joven y hermosa. Y me di cuenta que no estaba interesado en acercarme (estaba a medio carro de distancia) y que si hubiésemos estado uno al lado del otro, ni la prestancia ni la energía me hubieren bastado para empujar el tren de mi destino por otro carril.

Luego las puertas se abrieron y el frío de Julio me mordió la cara, formando en mi mente justo eso: la chica hermosa en el frío de Julio. Recordé otro relato hecho en un cuaderno, hecho en la primavera del universo, cuando el ojo dorado ardía en el centro del cielo y el presente era en verdad el faro del futuro, no al revés.

Todo tuvo esa extraña poesía que envuelve a las sincronías como a las antípodas, la calma envoltura de lo simbólico. La hermosura de esto que me cuento me entibió los dedos mientras me recordaba que el sol cenital y el sol del nadir son al final nada sino el mismo sol.

19 de febrero de 2012

"no sólo montaba como si hubiera nacido cabalgando, que así era, sino como si de haber sido engendrado por malicia o mala suerte en un país extraño donde no hubiese caballos él los habría encontrado. Habría sabido que faltaba algo para que el mundo estuviese bien o él bien en el mundo y se habría puesto en marcha para vagar a donde fuese durante el tiempo necesario hasta encontrar uno y habría sabido que aquello era lo que buscaba y así habría sido"
- Cormac McCarthy, Todos los Hermosos Caballos